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Inicio > REVISTA > Opinión > ![]() La promesa y el peligro de la economía digital
22/04/2022 -
Las tecnologías digitales permiten nuevas formas de organizar la producción de servicios sin restricciones de distancias espaciales. Al permitir llevar a cabo un servicio desde cualquier parte del mundo, la digitalización ha facilitado la creciente fragmentación y externalización de servicios que antes estaban limitados por la necesidad de la proximidad geográfica entre el comprador y el vendedor. Al mismo tiempo, la digitalización de la economía está dando lugar a nuevas formas de trabajo y nuevas formas de organizar procesos laborales en todo el mundo.
Basado en un extenso trabajo de campo en cinco países (Ghana, Kenia, Nigeria, Sudáfrica y Uganda), Anwar y Graham argumentan, primero, que la digitalización ha convertido a los países africanos en destinos lucrativos para servicios de deslocalización. Exploran dos de estos casos: la "deslocalización de procesos comerciales", en la que una empresa subcontrata funciones no esenciales a subcontratistas especializados, y la "economía de trabajos remotos", compuesta por tareas de servicio (como redacción, transcripción, optimización de motores de búsqueda, etc.) mediada y coordinada por plataformas digitales y realizada por trabajadores individuales para clientes que pueden estar ubicados en cualquier lugar. En segundo lugar, muestran cómo la fuerza laboral africana se ve cada vez más atraída por la economía digital, a medida que los trabajadores que luchan por encontrar empleo en el sector "análogo" de la economía recurren al trabajo digital para ganarse la vida. Esto, argumentan Anwar y Graham, genera preocupaciones sobre protecciones laborales, derechos sociales y condiciones laborales en plataformas digitales. Anwar y Graham intervienen en una prominente narrativa promovida por gobiernos, el Banco Mundial, organizaciones de desarrollo y firmas consultoras que enmarca la digitalización y las tecnologías de la información y la comunicación como "arreglos tecnológicos" que crearán empleos, reducirán la pobreza, mejorarán la productividad y conducirán al crecimiento económico en África. Aunque la digitalización y la fragmentación y la subcontratación de procesos de producción han integrado a África en las redes de producción globales, Anwar y Graham argumentan que “África sigue atrapada en una posición de extracción de valor en la economía global”. En lugar de una economía global “plana” y sin fricciones, los análisis de Anwar y Graham muestran cómo la digitalización amplifica las existentes desigualdades y relaciones de poder en África, la producción digital se caracteriza principalmente por tareas mal remuneradas en la parte inferior de la cadena de valor que, en la práctica, no representan mejoras económicas para los trabajadores. Para algunos segmentos de la población, como los trabajadores con educación universitaria que no pueden capitalizar sus credenciales, la economía digital proporciona un importante salvavidas. Por un lado, estas formas de trabajo aportan cierta flexibilidad y autonomía. Los trabajadores pueden a menudo, al menos parcialmente, establecer sus propios horarios. Sin embargo, por otro lado, el trabajo digital puede también contribuir a la precariedad, ya que los contratos suelen ser cortos, las horas de trabajo son largas y los beneficios sociales y derechos laborales son irregulares o inexistentes. Esto se debe en parte, argumentan Anwar y Graham a la clasificación de los trabajadores como contratistas independientes que trabajan por cuenta propia, al modelo de compensación a destajo y a la facilidad con la que las empresas digitales pueden transferir tareas a otro trabajador, empresa o continente. Además, Anwar y Graham destacan la llamada “gestión algorítmica” utilizada en estos modelos digitales de negocios. La digitalización, argumentan, no es solo una herramienta para la expansión del capital a nuevas localidades, mercados e industrias— las tecnologías digitales permiten también a los gerentes ejercer nuevas formas de control sobre los trabajadores y los procesos laborales. Los autores denominan a esta forma de gestión “taylorismo digital”, una manifestación digital de los principios tayloristas de detallada vigilancia, meticuloso control sobre el proceso de trabajo, desmantelamiento del proceso de producción y “deshabilitación” de cada tarea para mejorar la productividad y reducir los costos de mano de obra. Si bien la noción de “taylorismo digital” destaca el control del capital de plataforma sobre los trabajadores y los procesos laborales, podría descuidar una característica clave de la “gestión algorítmica”: su uso estratégico de libertad y flexibilidad. Mientras que la “gestión científica” de Taylor instruyó a los trabajadores sobre cómo se debe realizar cada tarea en particular, las plataformas digitales generalmente permiten a los trabajadores elegir cuándo quieren trabajar, qué tareas quieren hacer y cómo quieren hacerlas, en parte en un esfuerzo para evitar ser clasificados como sus empleadores. Además, la evaluación de los trabajadores se lleva a cabo a través de sistemas de calificación, en los que se sanciona a los trabajadores con movimientos como "desactivación" o despido si su calificación promedio cae por debajo de un cierto nivel. Por lo tanto, la "gestión algorítmica" podría verse como una forma de gestión y control que diverge de los principios básicos del taylorismo. Además, es importante enfatizar las formas en las que los trabajadores afirman agencia y resisten el control del capital, como lo hacen en detalle Anwar y Graham. Basándose en la noción de "transcripciones ocultas", teorizan agencia de trabajo no solo en la acción colectiva y organizada encontrando que los trabajadores digitales en África ejercen agencia individual a través de prácticas y estrategias cotidianas de "resiliencia, reelaboración y resistencia". The Digital Continent es un libro muy bien investigado y bien escrito. Anwar y Graham se basan en un material empírico impresionantemente rico, mezclando estadísticas y extractos de entrevistas para brindar a los lectores una comprensión adecuada de la vida, luchas y aspiraciones de los trabajadores. La presentación salta con elocuencia entre discusiones teóricas, explicaciones de conceptos de geografía laboral e investigaciones empíricas, produciendo análisis exhaustivos que invitan a la reflexión. Esto es particularmente cierto para el capítulo final, donde los autores discuten medidas para construir una economía global y un mundo de trabajo más justos. Como investigador que estudia el trabajo de plataforma en la industria del transporte noruego, las similitudes entre las condiciones de trabajo, las biografías y las experiencias de los trabajadores que entrevisté en Oslo y los trabajadores que conocí en The Digital Continent son sorprendentes. Provienen de segmentos similares de la fuerza laboral y expresan la misma ambivalencia hacia las oportunidades económicas reales, combinadas con condiciones laborales precarias que ofrecen los modelos digitales de negocios. A pesar del reciente énfasis sobre cómo los modelos digitales de negocios están siendo "integrados" en los contextos sociales, políticos y económicos locales, estos modelos parecen crear resultados sorprendentemente similares en partes muy diferentes del mundo. Este rompecabezas podría sugerir que, si bien las plataformas laborales digitales tienen que ajustarse a las condiciones locales, regulaciones, etc., funcionan también como máquinas tecnológicas y capitalistas globales, exportando el mismo modelo de empleo y “gestión algorítmica” desde Silicon Valley (donde generalmente se diseñan) a todos los rincones del mundo, creando similares resultados para los trabajadores independientemente de sus diferentes contextos y aprovechando al mismo tiempo las especificidades locales. Esto destaca la conclusión de Anwar y Graham de que la lucha por una economía digital justa tiene que ser global. Sigurd MN Oppegaard Fuente: Africa is a Country [CIDAF-UCM]
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