Cuando la verdad es secuestrada, vivimos en la posverdad, donde lo que importa y vale es lo que más me conviene, argumenta el filósofo Joan García.
Según Aristóteles, la verdad es la adecuación, es decir, la conformidad o la armonía entre el discurso y la realidad. Existe verdad cuando lo que se dice corresponde con lo que hay. En este contexto, se admite la realidad de los datos objetivos y de los valores universales.
Pero hoy, gran parte de la sociedad vive en un relativismo que invade todo. Se quiere acabar con la barbarie del totalitarismo y de las viejas tentaciones dogmáticas y debilitar al máximo la noción de verdad y de objetividad.
Con la posverdad ha llegado otro tipo de totalitarismo, donde, «todo vale». En el mundo de la posverdad, cuando ya no tenemos la verdad, cuando ya no importa la realidad, ni existe la objetividad, aceptamos la que más nos conviene. Por eso, lo que es más propio de la situación actual es que nos tragamos todas las mentiras que nos cuentan, afirma J. García:
“Los aspectos más significativos de este nuevo totalitarismo de la posverdad, son cuatro: desprestigio del pensamiento racional, relativismo radical, emotivismo y pragmatismo”.
En el mundo actual, la verdad se identifica con «aquello que quiero que sea verdad». Hace unas décadas, esta confusión de la realidad con la ficción se habría catalogado, casi, como un trastorno psicológico grave, pero a estas alturas, tal confusión entre la realidad y la ficción, hasta nos parece lo normal, si nos conviene.
La verdad de una creencia, por tanto, se define en función de su eficacia a la hora de producir emociones agradables. “Por eso, la verdad se define en realidad en función del interés: verdad es aquello que me interesa que sea verdad”.
«verdad es aquello que me interesa que sea verdad»
La utilidad pesa más que la realidad y la ética, y no se basa en valores objetivos, sino en «regulaciones a la carta». Todo lo que me conviene, vale la pena. La utilidad y la conveniencia para mí y mi grupo, definen y deciden todos los discursos, las negociaciones, el comportamiento y toda la política económica de gran parte de los gobiernos mundiales.
Está claro que los nuevos gobernantes de este pragmatismo reduccionista pueden, aparentemente, comprometerse a favor de la justicia, la verdad y la dignidad humana, pero lo harán siempre que consideren que este discurso favorece sus intereses. Esto se delata en el trato de los inmigrantes, utilización de los presupuestos, discursos para la gradería, en todas las sesiones parlamentarias y en relaciones nacionales y globales.
Al diluir la noción de verdad, se desvanece también el espacio para un diálogo significativo y para un pensamiento crítico. Sin puntos de referencia o principios éticos, no puede haber desarrollo integral, ni control objetivo, ni crítica realista.
Si las personas que no creen en nada y, por tanto, no tienen ningún tipo de principios éticos y valores objetivos, entonces actuarán de la forma que más les interese, aunque este comportamiento pueda llevar a un consumismo desaforado y la injusticia.
Esta mentalidad de aceptar sin crítica alguna lo que dicen los míos y rechazar de entrada lo que dicen los «otros», significa una actitud visceral e irracional. Pues la verdad sería aquello que mi tribu, grupo o partido defiende.
Estamos en el mundo de la posverdad, un mundo en el que los hechos no importan. Por tanto, no tiene sentido que hablemos de mentir o de estar ocultando la verdad. Para gran parte de la sociedad y de los políticos no hay ninguna verdad objetiva a la que someterme: yo me fabrico mi propia verdad, la que más me interesa.
Este mundo de la posverdad, al fin y al cabo, es un mundo empobrecido y solitario donde hemos perdido la alteridad, la solidaridad y el cuidado de los demás.
En 1985 se publicó un libro sobre “El secuestro de la verdad”, complementando otro anterior: “La justicia que brota de la fe”, ambos por “Cristianisme i Justicia”. La posverdad es el ambiente socio-cultural en el que vivimos y nos sigue deshumanizando.
En la actualidad, inmersos en la posverdad, debemos ser conscientes de que la verdad se ha rendido al poder y de que el poder busca ocultarla.
«la verdad se ha rendido al poder y el poder busca ocultarla»
Es imperativo descubrir el lugar donde podemos redescubrir la verdad, y este lugar es la realidad, la realidad del pobre. Desde la perspectiva del pobre vemos como la verdad ha sido secuestrada por el poder. Desde la perspectiva de los marginados comprenderemos la verdad y el sentido de la vida y del mundo.
El poder busca siempre invisibilizar a los invisibles, olvidar a los marginados.
Necesitamos que la lectura crítica de la realidad y del lenguaje que la nombra y la conforma, se convierta en una práctica cotidiana, para superar la injusticia.
Si callamos, si los medios callan o mienten, seguimos reproduciendo desigualdades y seguimos siendo cómplices de cada acto de violencia y de deshumanización.
Lázaro Bustince
[CIDAF-UCM]
Artículos relacionados:
– La post-verdad por bandera en la política y economía, en África y en el mundo
– Cuestiones vitales para el siglo XXI: la dictadura digital y la calidad de vida
– Cuaderno marzo 2018. Líderes íntegros y comunidades responsables en África Subsahariana
– Por una economía global justa
– Causas de las nuevas formas de esclavitud en África, por Lázaro Bustince