El ecosistema vital de la cuenca del Nilo ya está bajo las garras del cambio climático. ¿Pueden las inversiones verdes ser un salvavidas para la región?
Etiopía, Egipto y Sudán están atrapados en una enorme guerra fría geopolítica por el uso del Nilo Azul y la operación de la Gran Presa del Renacimiento Etíope (GERD). El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU) se ha reunido, con otros critican y comentan sobre la creciente tensión. Mientras tanto, se ignora la mayor amenaza en la cuenca del Nilo, el cambio climático.
El clima del mundo ya es, en promedio, un grado Celsius más cálido que en la época preindustrial debido al aumento de las concentraciones globales de gases de efecto invernadero. El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) predice que los aumentos en la temperatura media global de uno a tres grados centígrados por encima de los niveles de 1990 beneficiarán a algunas regiones y perjudicarán a otras.
La cuenca del Nilo, el ecosistema más importante de África, ya que alberga a más del 40 % de la población de África (alrededor de 490 millones de personas), ya está bajo las garras del cambio climático.
Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), los desafíos que emanan del cambio climático en la cuenca del Nilo incluyen incertidumbre con respecto a precipitaciones y caudal de los ríos, degradación de la tierra, reducción del caudal de los ríos, inundaciones, sequías, deforestación y la pérdida de especies y ecosistemas y aumento de incidencia de enfermedades.
En los tres últimos años se han observado masivos daños a la infraestructura, pérdida de vidas humanas y personas desplazadas internamente (IDP) debido a las lluvias torrenciales que provocaron inundaciones en medio de intensos debates sobre la GERD.
Justo, el pasado agosto de 2020, según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (OCHA) Sudán sufrió masivas inundaciones que desplazaron a más de 600.000 personas, colapsaron casas y dañaron tierras agrícolas e infraestructuras. Si el embalse GERD no hubiera contenido 4,5 millones de metros cúbicos de agua en esa temporada de lluvias, los daños se habrían agravado.
Repensar las inversiones en agricultura
Según el Global Investment Bank de Credit Suisse, invertir teniendo en cuenta el cambio climático y una baja economía en carbono es parte de la gestión del riesgo material para la cartera de la empresa. Los inversionistas que adquieren tierras y buscan descarbonizar su cartera probablemente encuentren inversiones bajas en carbono en las nuevas industrias de energía y procesamiento agrícola de la cuenca del Nilo, a pesar de que algunos ciudadanos se oponen al creciente interés de los inversionistas del Golfo en apoderarse de los humedales agrícolas de la cuenca del Nilo.
Aunque el cambio climático exacerba aún más el estrés hídrico, los inversores han adquirido ya, desde el año 2000, hasta 10,3 millones de hectáreas de tierra en los 11 países de la cuenca del Nilo. Según el Centro Pulitzer, la mayoría de estas tierras fueron asignadas en 28 acuerdos transnacionales. Empresas de, principalmente, países del Medio Oriente adquirieron vastas áreas de tierra para producir cultivos alimentarios, alimentos para animales como la alfalfa y biocombustibles.
La cadena de agua de producción de alimentos y los impactos del cambio climático necesitan un replanteamiento. Expertos en agua han estado sugiriendo que se debe implementar un coordinado sistema de gestión del agua para abordar riesgos del agua o el estrés.
El mayor desafío está a nivel del sector privado. La mayoría de los interesados creen que la crisis de agua es responsabilidad de los gobiernos.
Curiosamente, dentro de los seis años transcurridos desde el lanzamiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas, algunos inversores globales inteligentes y responsables han comenzado a medir sus operaciones y resultados con estos objetivos para demostrar cómo sus inversiones pueden alinearse mejor con el marco de la ONU. Por lo tanto, es probable que haya señales de tales compromisos por parte de los inversores en la cuenca del Nilo y mecanismos de gestión y seguimiento por parte de los actores estatales.
Si bien las naciones desarrolladas son históricamente responsables del cambio climático y por lo tanto tienen la obligación de financiar proyectos de adaptación climática en los países en desarrollo, el debate en torno a las Responsabilidades Comunes Pero Diferenciadas (CBDR), formalizado en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro, 1992, no ha sido aún resuelto. Por lo tanto, las naciones de la cuenca del Nilo deben generar financiamiento de los sectores público y privado mediante la implementación de servicios ecosistémicos para adaptarse a los efectos del clima y garantizar un flujo sostenible de las aguas del Nilo.
En consideración a desarrollar modelos de cómo los ecosistemas producen servicios a la escala necesaria para examinar resultados regionales, nacionales y globales y los beneficios cuantitativos de restauración de ecosistemas y hábitats, la Iniciativa de la Cuenca del Nilo (NBI) y el Grupo de Trabajo Regional de Expertos en Humedales han desarrollado un atlas de humedales con el apoyo de la Deutsche Gesellschaft für Internationale Zusammenarbeit (GIZ).
Los planes de dirección han sido desarrollados para tres paisajes de humedales transfronterizos Sio-Siteko (Kenia – Uganda), Semliki (Uganda – RD Congo) y Sango/Minziro Forest (Uganda – Tanzania), que los países miembros adoptaron en 2020. Faltan, sin embargo, el humedal del lago Tana, registrado por la UNESCO como Reserva Mundial de la Biosfera, y la fuente del Nilo Azul.
Según la Asociación Nacional de Servicios Ecosistémicos (NESP), una iniciativa at Duke University´s Nicholas Institute foor Environmental Policy Solutions, incluyendo servicios ecosistémicos en la toma de decisiones puede mejorar la forma en que se toman y se comunican al público las decisiones. Si no se incluyen los servicios de ecosistemas en la toma de decisiones, se pueden reducir los beneficios que brindan los ecosistemas.
Las inversiones en cambio climático en agricultura y la implementación de servicios ecosistémicos contribuyen directamente a varios de los ODS: 2 (hambre cero); 12 (consumo y producción responsable); 13 (acción climática) y, potencialmente, 15 (vida en la tierra) – ya que los estados ribereños del Nilo necesitarán menos tierra para la agricultura si pueden establecer un mecanismo para administrar los inversores conjuntamente bajo una organización de cuenca fluvial.
Instalar un sistema adecuado de gestión del agua dentro de las cadenas de suministro de las empresas agrícolas que cotizan en la cuenca es clave para lograr la seguridad hídrica y alimentaria.
Repensar las inversiones en energía
El cambio climático es una grave amenaza que está afectando a las pobres economías hambrientas de energía. Sin embargo, la idea de integrar consideraciones de sostenibilidad en los procesos de inversión podría contribuir al objetivo del Proyecto de Vías de Descarbonización Profunda (DDPP) de la ONU de lograr una emisión neta cero para 2050.
Es probable que las tecnologías que abordan el cambio climático, como la energía verde y el transporte sostenible, se beneficien a medida que los inversores buscan opciones que eliminen el carbono del mundo. Etiopía, por ejemplo, está generando energía verde a partir de la GERD. Mientras tanto, el embalse podría utilizarse para sistemas solares fotovoltaicos flotantes que aumentarían la capacidad de generación de energía.
Según un informe del Banco Mundial, invertir en energía solar fotovoltaica flotante es efectivo, especialmente en países con alta densidad de población y usos que compiten por la tierra disponible. Las ventajas de flotar sobre los sistemas solares terrestres incluyen un mayor rendimiento energético, una menor evaporación y una mejor calidad del agua.
Por otro lado, los inversores deben considerar estrategias de adaptación y mitigación relacionadas con el clima de manera activa para desarrollar la resiliencia climática y gestionar los riesgos climáticos en sus carteras. Los formuladores de políticas deben crear un mecanismo para hacerlo efectivo y así beneficiar a todos los estados ribereños del Nilo. Y, la acción efectiva que se necesita con urgencia sobre las inversiones en cambio climático requiere un mecanismo coordinado de todas las naciones de la cuenca del Nilo.
En qué ha trabajado el NBI hasta ahora
Como la única organización existente en la cuenca del Nilo, el NBI ha encargado muchos estudios a nivel de subcuenca y de toda la cuenca para mejorar la comprensión de los recursos hídricos y la situación socioeconómica, la vulnerabilidad al cambio climático, las apropiadas medidas de afrontamiento y las opciones de desarrollo. También ha apoyado el diálogo científico-político, fortaleciendo herramientas de monitoreo de la cuenca y medios de planificación y facilitando la expansión de las infraestructuras de agua y energía.
La función de Servicios Climáticos del NBI recopiló información y datos de todos los países de la cuenca del Nilo, excepto Egipto y Tanzania, sobre varios sectores relacionados con el agua, como energía, agricultura e infraestructura (presas, sistemas de riego, etc.). El objetivo es “hacer que los responsables de la toma de decisiones y sus estructuras de apoyo técnico utilicen los Servicios Climáticos en la planificación y la evaluación del riesgo climático en la inversión en infraestructura”.
Según el informe de Evaluación de Referencia de Servicios Climáticos para Infraestructura del NBI, los servicios climáticos permiten a quienes toman decisiones públicos y privados gestionar los riesgos y oportunidades climáticos y aumentar la resiliencia de las infraestructuras nacionales. El Informe añade que muchos países dentro de la región de la cuenca del Nilo hasta ahora carecen de la capacidad institucional, técnica y relacionada con los servicios que necesitan para establecer e integrar los servicios climáticos en sus procedimientos y regulaciones de planificación.
El NBI también está trabajando en el monitoreo de las sequías con el Sistema de Pronóstico de Flujo del Río de la Cuenca del Nilo (NB-RFFS). El informe es generado automáticamente por el Portal de Datos de Inundaciones y Sequías, que contiene las últimas imágenes de satélite utilizadas para monitorear la precipitación, la humedad del suelo y la salud de la vegetación para respaldar el sistema de alerta temprana de sequías.
Fuente: The Niles
[CIDAF-UCM]
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