La triple crisis del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación hace que sea cada vez más difícil satisfacer las necesidades humanas básicas de todos. Es como un juego de mesa complejo que necesita que reconsideremos nuestro enfoque para ganar.
Un tablero de juego común en la región costera de Kenia es Arabuko Sokoke. Su nombre deriva de unas palabras usadas por el pueblo Waata que vivía en el bosque: arbi (elefante), huk’o (delgado) y sokoke (árboles bajos), que significan el “bosque del elefante delgado”.
Arabuko Sokoke es lo que queda del mayor bosque seco indígena costero del continente, que en algún tiempo del pasado se extendió desde el sur de Somalia hasta el norte de Mozambique. El bosque, que cubre 420 kilómetros cuadrados, está cerca de Malindi, 110 kilómetros al norte de Mombasa. Hoy es hogar de muchas especies en peligro de extinción y se encuentra entre los 25 puntos críticos de biodiversidad del mundo.
Ya proclamado Crown Forest en 1932 y convertido en una estricta reserva natural a fines de la década de 1960, el bosque de Arabuko-Sokoke destaca cómo la previsión y la precaución pueden ayudar a evitar problemas inminentes, un enfoque que lamentablemente no hemos adoptado en lo que respecta al cambio climático.
Es 2022 y la era de negación climática ha terminado. “Finalmente”, pueden pensar Syukuro Manabe y Klaus Hasselman, pioneros modeladores climáticos, cuyo trabajo se remonta a la década de 1970 y que en 2021 compartieron el Premio Nobel de Física con Giorgio Parisi, físico teórico. El premio es un reconocimiento “por el modelamiento físico del clima de la Tierra, cuantificando la variabilidad y prediciendo de forma fiable el calentamiento global”.
Según el informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), publicado en agosto de 2021, el cambio climático es generalizado, rápido y se está intensificando.
El secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, declaró que el informe era nada menos que “un código rojo para la humanidad. Las campanas de alarma son ensordecedoras y la evidencia es irrefutable”.
Y, ciertamente, la situación es más que apremiante. Para muchos millones de personas en el continente africano, la crisis climática representa una grave amenaza existencial. La Organización Meteorológica Mundial (OMM), junto con la Unión Africana y otros socios, presentó un informe al respecto en Ginebra. Titulado “El estado del clima en África 2020”, muestra que el cambio climático está exacerbando la crisis del hambre en África con el aumento de temperaturas, clima más extremo y cambios en las precipitaciones, y está expulsando a la gente de sus hogares.
El calentamiento global y sus consecuencias se están sintiendo más agudamente en África que el promedio mundial, dice el informe. El continente se ve afectado de manera desproporcionada por inundaciones, sequías y deslizamientos de tierra. El año 2020, el enfoque del informe, estuvo entre los diez años más cálidos desde que comenzaron los registros.
La cuenca del Nilo es muy vulnerable al cambio climático. Las comunidades de la cuenca tienen limitadas posibilidades para hacer frente a la variabilidad climática que puede afectar las condiciones socioeconómicas, el medio ambiente y la apuesta por crear un mecanismo de mutuo acuerdo para gestionar los compartidos recursos hídricos del Nilo.
El mundo ha comprendido ahora que el cambio climático es real. Eso es buena noticia, pero hay muchos desafíos por delante, lo más importante es superar nuestras, a veces, limitadas opiniones sobre cómo abordar la crisis climática.
A nivel personal, ayudar al medio ambiente como individuos puede implicar comprar los productos adecuados o adherirse al mantra: “Reducir, Reutilizar, Reciclar”. A nivel social, la sostenibilidad, vista hasta ahora como un gesto altruista, debe ser declarada la manera predeterminada de operar.
Para llevar a cabo esta transformación debemos superar la resistencia de intereses creados. Las existentes regulaciones ambientales deben implementarse y hacerse cumplir mejor; las políticas dañinas deben ser reformadas; las culturas y estructuras enredadas en la historia colonial deben ser suprimidas y abolidos los modelos económicos que perpetúan la discriminación, la desigualdad y la destrucción ambiental.
Después de todo, las comunidades de bajos ingresos en todas partes son las que más sufren las consecuencias de las malas políticas y el cambio climático, aunque ellas han contribuido poco a la crisis. Por lo tanto, es fundamental dar más espacio a las voces marginadas, más allá de la sostenibilidad individual, porque las políticas resultantes afectan principalmente a los hogares de las personas que tienen menos voz en nuestra sociedad.
Seamos realistas, los humanos estamos masivamente interfiriendo con los ecosistemas de la tierra. La destrucción del medio ambiente ha desencadenado una crisis climática global ha provocado la extinción de especies a un ritmo sin precedentes. Pero no es demasiado tarde para salvar la diversidad ecológica de nuestro planeta, incluida nuestra propia especie.
La ciencia es clara sobre lo que debemos hacer: reducir a cero los gases de efecto invernadero y proteger los humedales, las tierras, los bosques, los ríos y los océanos que absorben nuestros impactos.
Volviendo a la analogía del juego de tablero, necesitamos comprender el objetivo general y utilizar todas las piezas para lograrlo. Esto significa probar múltiples estrategias y, sobre todo, comprender que el tablero es más grande de lo que pensamos.
Revertir el progresivo declive de la naturaleza mientras se combate la desigualdad social requiere un replanteamiento fundamental de las políticas que nos gobiernan y la forma en que invertimos, usamos recursos, vivimos y trabajamos, comemos, usamos la tierra y nos comunicamos.
Y no se puede dejar a nadie de lado. ¡Tenemos que jugar este juego en colaboración para ganar!
Media in Cooperation and Transition (MiCT) – The Niles
Fuente: The Niles
[CIDAF-UCM]
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