La revolución ética

16/01/2017 | Documentos R+JPIC

La auténtica revolución es la del espíritu, nacida del convencimiento de que es necesario cambiar las actitudes mentales y los valores que dan forma al progreso de una nación.

¡Basta! La indignación ciudadana está tocando fondo. El alud de casos de corrupción, de malversación de fondos públicos, de opacidad, de tráfico de personas y de influencias, de espionaje, de estafas, satura al ciudadano. Se ha instalado un clima de desconfianza.

También los medios de comunicación obedecen a sus intereses empresariales e ideológicos. La solución no radica solo en el derecho y la ley, aunque sean necesarias. La sociedad exige ética y exige prácticas responsables. Este clamor en favor de la justicia y de la equidad contiene una dosis de esperanza. Sola la ética nos puede salvar, y devolver la confianza social.

De la indignación que es justa, hay que pasar al compromiso y a la prevención. Es necesario reflexionar sobre lo que es prioritario y esencial. La transición hacia un nuevo modelo social, económico y político exigen tres elementos: liderazgo responsable, agenda acordada y diálogo en todo el proceso.

La destrucción de la equidad y la dignidad de las personas, está causada particularmente por la avaricia de acaparar poder y recursos, la envidia por el bien de los demás y la arrogancia de vivir por encima de las posibilidades. Ahí está la causa fundamental de la crisis actual, en el olvido de los valores o básicos de la ética.

El progreso solo pude ser integral si desarrolla a toda la persona. No deberíamos olvidar la sabiduría de nuestros mayores. Necesitamos ciertas instituciones para regenerar el mundo, pero instituciones con valores.

Max Weber distinguía entre ética de responsabilidad y ética de convicción. Muchos agentes sociales deben actuar primero según la ética de responsabilidad, aun silenciando sus propias convicciones. Pero el debate actual es entre la ética por convicción y la ética por necesidad. Lo que está en crisis es el sentido ético. Cuando todo vale, nada vale. El nuevo paradigma social coloca a la ética en el centro. La exigencia de ética es en la actualidad, trasversal, pues afecta a todo.

La ética es el discurso de la bondad. Es sabido que el mal tiene más audiencia que el bien. El morbo de los medios resulta escandaloso y abusivo. El mal seduce, mientras que el bien aburre. La bondad atrae cuando está teñida de épica, cuando un ciudadano se ha jugado la vida por otro, pero la bondad discreta de cada día es invisible mediáticamente y sin embargo es la que mantiene viva a la sociedad.

La inteligencia debe estar al servicio de la bondad, para fomentar el compartir de lo que es bueno. Se necesita una inteligencia abierta al bien, al altruismo, a la solidaridad. La bondad está bajo sospecha porque muchos referentes han caído del pedestal. La bondad pura no existe, pero si hay personas que actúan con bondad.
Lo que pasa es que la bondad no es noticia. La bondad significa cuidarse de los demás gratuitamente, benevolencia, acogida y reconciliación.

La red es la gran oportunidad para propiciar el cambio de paradigma que necesita nuestro mundo. La red, como la tecnología, abre perspectivas increíbles para promover el bien, aunque algunos las usen para sembrar el mal. Hoy no habrá cambio significativo al margen de la red. La red es na oportunidad única para dar a conocer al mundo causas nobles por las que luchar. La red, como todo fenómeno humano, es ambivalente.

El pensador Jeremy Rifkin, autor de “La civilización empática” sostiene que el ser humano es fundamentalmente empático. ¿Seremos capaces de lograr la empatía global a tiempo para salvar la Tierra y evitar el derrumbe de la civilización? Lo que importa es mirar y analizar bien todos los datos, debido al aluvión de informaciones e imágenes.

Mirar bien, escuchar con empatía. Necesitamos urgentemente un nuevo humanismo y una civilización empática. Además de la globalización económica, existe también la tecnológica, y la de la comunicación, pero sin una ética universal, seguirán esclavizando al ser humano. El peor enemigo del cambio es la dispersión, la disgregación. La unión hace la fuerza. Por tanto, necesitamos la globalización de la solidaridad.

La radical desigualdad entre el Norte y el Sur clama al cielo. La ética es lucidez, examen y valoración. La conciencia es fuente innovadora y la fuerza motriz de la justicia. Existen formas de necesidad y de pobreza que no se pueden expresar en términos de ingreso mínimo per cápita. El afecto y la estima, imperativos de la ética, no se pueden organizar ni regular estatalmente. Emanan del corazón y solo pueden ser inspirados.

La revolución ética empieza, como todas las revoluciones, con un acto de conciencia. La conciencia es lucidez y nos lleva a la acción transformadora. La revolución ética se dirige a un mundo que sufre una profunda angustia.

Existe una crisis de credibilidad, pero con solo la critica a los políticos, no superamos las injusticias y la iniquidad. La democracia exige participación libre y activa. Ha sonado la hora de los movimientos sociales, que no quieren ser partidos políticos, sino agentes de cambio por un mucho más humano y justo. El buen gobernante de la ciudad se rige por las virtudes de la justicia, de la fortaleza, de la templanza y de la prudencia, decía Aristóteles. El gobernante maquiavélico se deja llevar por la ambición, la corrupción y la mentira.

Un líder es un personaje observado por su imagen, examinado y fiscalizado hasta la medula. La imagen pesa más que el discurso. Además, debe obediencia al partido, y dependen del electoralismo. Necesitamos una democracia deliberativa, capaz de diálogo y que busque el bien supremo para el máximo número de ciudadanos.

Hay cuatro valores que deberían vertebrar la vida política: la honestidad, la justicia, servicio al bien común y la responsabilidad. En 2011, un grupo de profesores de ética y sociología elaboramos el primer Código ético par políticos en nuestro país, pero no ha sido adoptado.

La revolución ética exige pequeños cambios en el día a día: consumo, producción, trabajo y reflexión sobre cada acto. Debemos ser libres y elegir lo que compramos, los programas que vemos en la TV, los libros que leemos, los discursos que escuchamos. Saludar y despedir a la gente son gestos pequeños pero muy válidos.

¿Cómo gastamos el dinero?. ¿Qué organizaciones frecuentamos? Fumar, hablar alto, dejar el asiento a mayores, y tantos gestos pequeños marcan tendencias.
El consumo responsable es hoy un valor emergente, gracias en parte a la necesidad de ahorrar. El poder de consumir es el más valioso que tiene el ciudadano. El consumir mas no nos hace más felices. Casi todos los rituales y regalos están mediatizados por el consumo y por ser reconocido.

Estamos ante una revolución del corazón: un nuevo modelo de producción, de consumo, de organización social, de desarrollo sostenible, de relaciones humanas. Hay que tomar conciencia del nuevo paradigma para que logremos una transformación de modelo y sistemas.

La verdadera revolución no ha de ser ruidosa ni pude ser violenta, sino invisible y profunda, que transformé las raíces del mal. La revolución ética es necesariamente comunitaria y respetuosa con la dignidad y derechos de las personas. Gandhi, Martin L. King, Nelson Mandela y otros líderes son ejemplos de revolución ética.
La revolución ética es una revolución de la sensibilidad humana, exige otra manera de percibir al otro, y de relacionarse con los demás. Pero, la insensibilidad está a la orden del día y es a veces un mecanismo de defensa, un escudo o indumentaria de autoprotección. Por falta de sensibilidad responsable se explota a los jóvenes, se arrincona a los abuelos, se abusa a las mujeres.

El grito a favor de la empatía, de la misericordia y de la solidaridad, no está ahogado hoy en día, todo lo contrario, se ha hecho más intenso, más clamoso, más potente. Solo hay futuro para la humanidad si hay empatía responsable, misericordia y solidaridad. Estos son valores humanos universales, fundamento de la fe y del amor.

Signos de compasión y respeto aparecen desde la aurora de la humanidad, por ejemplo, en los enteramientos humanos. Según Unamuno, la compasión es la esencia del amor espiritual humano. También existe el egoísmo humano, pero la regla de oro universal es: “amarás a tu prójimo como a ti mismo”. La paradoja del amor radica en que es una unidad que incluye alteridad, fraternidad y hasta perdón al que nos ofende.

El deber de pacificar el mundo exige respeto a la dignidad de la persona y a la justicia para hacerse realidad. Sin justicia no puede haber paz en el mundo. La paz está en peligro cuando la convivencia no se orienta al bien común. Además de la justicia individual es necesaria una justica de los pueblos. Además de justicia, la paz exige compasión y armonía.

La paz global es el objetivo final de una ética global. Pero la búsqueda de la paz topa con múltiples intereses y negocios. La paz exige justicia social y reconciliación a nivel personal y social. Es necesario superar la globalización de la indiferencia. La paz exige integración de las diferencias.

Esta crisis de valores emergentes es una oportunidad, pues nos indigna, despierta y mueve al compromiso. Es imperativo regenerar la confianza en la sociedad. Lo que nos define no son las crisis que sufrimos, sino el modo en que las afrontamos y superamos. No sirve culpar a otros solamente. Hay que afrontar toda crisis con confianza, solidaridad intrafamiliar, emprendimiento y en forma cooperativa.

La solidaridad intrafamiliar es un valor fundamental, aunque no excluyente. Los abuelos en particular están siendo pilares de muchas familias extensas.
El emprendimiento, por convicción o por necesidad implica riesgo, visión, colaboración y determinación. Ser iniciador o innovador es una capacidad para emprender proyectos beneficiosos para los demás. A veces el emprendimiento de un proyecto nace de una necesidad comunitaria y muchas veces nace de una visión para el bien común.

Así fue mi experiencia misionera en Uganda y en Polonia, donde siempre fui emprendedor de nuevos proyectos: formación de catequistas en Hoima, iniciador del primer ciclo de formación en Lublin, liderazgo de PPBB en Uganda, iniciador de centro de formación continua en Namugongo y de la primera comisión de JPIC en Uganda, y finalmente iniciador del Instituto inter-congregacional de educación en JPIC del JPIIJPC.

La crisis nos empuja a pasar de un ciudadano pasivo a un ciudadano activo, con creatividad y visión. Cuando el proyecto prospera, el emprendedor experimenta una plenitud, una confianza en sí mismo que lo llena verdaderamente. También se expone a la crítica y rechazo. La revolución ética exige personas con capacidad para emprender, para iniciar nuevos proyectos.

La sobriedad se impone por convicción o por necesidad. La sobriedad es un valor en todas las religiones del mundo. El derroche y despilfarro nos ha llevado al sobreendeudamiento, personal, nacional y al deterioro medioambiental.

La Tierra es un patrimonio común que nos pertenece a todos. Todo el Planeta es un don y debemos reconocerlo, sin comercializar todo y cuidando a los demás. En la compasión se da el encuentro de todas las religiones, de todas las éticas, de todas las culturas. Trata al otro como quieres que te traten a ti.

Una Ética global debe incluir todas las sabidurías, sin olvidar la de los antepasados de cada cultura, sobre todo de su interacción entre la sociedad y la naturaleza, la reconciliación, el cuidado de los demás… Pero también debemos aprender de la cultura occidental. Se puede respetar la individualidad para llegar a la ética universal.

El orden económico, político y jurídico actual es el más injusto y violento del mundo. Es necesario superar la injusticia estructural, que causa tanta violencia. La violencia de género, la trata de personas, la violencia medioambiental, son consecuencias de injusticias estructurales.

La ética debe estar en el centro de la vida. Necesitamos una economía ecológica y política al servicio de la persona. Cuando se produce el divorcio entre ética y economía, hay crisis. Ver la Declaración de una ética mundial del Parlamento de las Religiones del mundo. Chicago 1993. y La Declaración de los derechos humanos, de 1948.

Se resalta la responsabilidad de todos los seres humanos con el Planeta. Enriquecerse no es incompatible con la ética. La relación entre ética y economía es pues profunda y necesaria. La extrema injusticia en la distribución de los bienes del mundo conduce a una enorme presión migratoria y desigualdad. La transición de una economía de mercado de lucro a una economía participativa nos causa espanto. Pero la idea de la economía social de mercado o economía colaborativa está dando buenos resultados.

Necesitamos organizaciones fiables y profesionales, competentes, pero con las virtudes de prudencia, tolerancia, fortaleza, y humildad. Siempre habrá gente capaz de reconocer la prudencia, la justicia, la fortaleza o la templanza. También, necesitamos la sabiduría del Evangelio, resumida por San Benito: ORA ET LABORA.

¿Porque ser ético? ¿Porque no pasar de largo? ¿Porque ser buen samaritano? La bondad es gratuita o no es bondad. Ser ético nace del corazón humano. Lo que nos une es más profundo que lo que nos separa, si hay una mirada apreciativa.

Resumen editado del libro “Revolución Ética” de Francesc Torralba.

Por Lázaro Bustince Sola.

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