En realidad, todas las dimensiones de un desarrollo humano sostenible e integral, como son: la dimensión cultural, sanitaria, económica, política, social, ecológica, religiosa, etc., caminan siempre juntas y son inseparables.
También somos inseparables, todos los pueblos del planeta, como lo hemos experimentado durante la pandemia COVID 19, o durante esta guerra en Ucrania.
A nivel existencial, sin embargo, entendemos que lo prioritario sea el cubrir las necesidades más básicas e inmediatas de la vida humana, como son: la alimentación, la salud, el techo y el trabajo. Si preguntamos a cualquier habitante de los suburbios de Kampala y de las grandes ciudades sobre lo que es prioritario en su vida, responderán que lo primero es poder alimentarse. Luego mencionarán: la educación, salud, trabajo, etc.
En 2020, el número de africanos que viven en la pobreza extrema y sin acceso a la electricidad y al agua potable aumentó por primera vez en un cuarto de siglo.
El continente africano se enfrenta, entre otros retos, a dos de las mayores amenazas de la humanidad. Una es la pobreza extrema, que afecta a casi 500 millones de africanos y se ve agravada por los patrones climáticos cambiantes y los desastres naturales. La otra es el cambio climático, que plantea riesgos sustanciales para la agricultura, la producción de alimentos, el suministro de agua, la destrucción de ecosistemas frágiles y la seguridad energética.
Hasta el año pasado, la pobreza extrema en África había disminuido constantemente durante casi 25 años. Tras desafíos como la COVID-19 y un aumento reciente de los conflictos violentos, esta tendencia se ha revertido. Para superar la pobreza extrema será fundamental una gobernanza responsable y la adopción de medidas para poner fin a la pobreza energética en el continente, que afecta a unos 600 millones de personas.
Esto requerirá hacer lo necesario para mejorar el acceso a la energía para todos. Esto significa adoptar un compromiso común para un desarrollo integral y ecológico. Los combustibles fósiles, incluido el petróleo y el gas, continuarán siendo necesarios por ahora, si queremos lograr el acceso universal a la energía para 2030. Pero la prioridad debe centrarse en desarrollar las fuentes de energía renovable, sobre todo: la hidráulica, eólica y solar. Esto es esencial para los países africanos que trabajan por el crecimiento económico sostenible, la creación de empleo y la asignación de ingresos para financiar nuevas infraestructuras.
El principal factor para acabar con la pobreza extrema y con la escasez energética en África, es la gestión y la inversión responsable de los abundantes recursos africanos, tanto por los gobiernos regionales y mundiales, como por las compañías energéticas.
El recurso energético más consumido en África no es un combustible fósil ni las energías renovables convencionales. Es la biomasa, incluida la madera, el carbón vegetal y el estiércol animal, la que se utiliza para cocinar. La biomasa no solo es una fuente pobre de energía, también es muy peligrosa, en particular para muchos hogares rurales, además de contribuir a la deforestación y la erosión del suelo.
La energía renovable seguirá desempeñando un papel cada vez más importante en la combinación energética de África a medida que el mundo se aleja de los hidrocarburos. Entre los recursos energéticos que obtienen mayor relevancia hoy en África y en el mundo destaca el hidrógeno, que puede jugar un papel decisivo en la transición energética del continente, así como la energía geotérmica en Kenia y otros países africanos.
Los recursos son abundantes en África y la población joven está cada día mejor educada. La sociedad entera debe comprometerse en promover un desarrollo sostenible y ecológico, y cooperar con los gobernantes para garantizar una gestión competente y responsable de los recursos en favor del bien común.