- Las consecuencias del cambio climático, el hambre y la violencia son emergencias silenciadas ante las que Manos Unidas no puede permanecer indiferente.
- «Si no se producen las lluvias en las próximas semanas, habrá un mayor riesgo de pérdida de vidas humanas y un incremento de personas afectadas por el hambre severa», alerta Muluneh Tesfay desde Soddo, en Etiopía.
- «Esto no es comparable ni con Ucrania, porque esto es endémico. Aquí la gente muere por causas evitables y prevenibles, si no hubiera tanta desigualdad…», lamenta la hermana María Gómez-Lechón, desde Mozambique.
- «Agradecemos a APS (socio local de Manos Unidas en Burkina Faso) y a Manos Unidas porque, con las donaciones recibidas, ya podemos responder a las necesidades de los desplazados internos de nuestra comunidad», prefecto del Departamento de Rouko, en Burkina Faso.
El año 2022 está siendo especialmente complicado para el continente africano. A la grave emergencia alimentaria, que ha puesto en riesgo la vida de millones de personas –fundamentalmente en el Cuerno de África–, se suman las inundaciones causadas por los ciclones y las tormentas tropicales en Madagascar o Mozambique y la importante crisis humanitaria en los países afectados por la violencia y los conflictos, como los de la zona del Sahel.
«Estos problemas pasan desapercibidos para el resto del mundo, al no encontrar prácticamente eco en los medios de comunicación», lamenta Mabel Ibáñez, coordinadora de proyectos en África de Manos Unidas. «La situación en África nos ha llevado a destinar, en lo que llevamos de 2022, cerca de 500.000 euros a 11 proyectos de emergencia para hacer frente a las necesidades de las poblaciones afectadas. Etiopía (Tigray), Somalia, Kenia, Mozambique, Malaui, Madagascar y Burkina Faso han sido los países destinatarios de estas iniciativas», informa Ibáñez.
Los graves efectos del cambio climático entre las poblaciones más vulnerables son motivo de preocupación para la ONG de la Iglesia católica. «Hemos tenido que aprobar diversas iniciativas de emergencia tendentes a paliar los daños de las lluvias erráticas o de los ciclones en las comunidades en la que trabajamos», informa Ibáñez. «El maltrato al planeta tiene consecuencias en la agricultura, la pesca y la ganadería, que son los medios de vida de las comunidades más vulnerable, y afectan, además, a la salud o a la educación. Al igual que las sequías prolongadas, que llevan al hambre a poblaciones enteras».
Ya en febrero el Programa Mundial de Alimentos lanzó las primeras alarmas: el hambre severa afectaba ya a 13 millones de personas en Etiopía, Kenia y Somalia. Desde entonces, la peor sequía de los últimos años amenaza a millones de personas en el Cuerno de África. Una cifra que, según Ibáñez, «no ha hecho más que aumentar, impulsada por conflictos como el del Tigray etíope y, últimamente, por la guerra en Ucrania».
La angustia de los agricultores en Etiopía
Mabel Ibáñez explica que, en Manos Unidas, se están recibiendo testimonios angustiados de agricultores que ven cómo, tras tres temporadas de lluvias fallidas, se malogran las cosechas «y, lo que es peor, cómo muere el ganado, su mayor fuente de ingresos, por la falta de pastos y de alimento para subsistir».
En el distrito de Dassanech, en la región etíope de Naciones, Nacionalidades y Pueblos del Sur la mitad de la población padece hambre severa como resultado de la «peor sequía de la historia», de las inundaciones y del conflicto que se vive en el país. «Si no se producen las lluvias en las próximas semanas, habrá un mayor riesgo de pérdida de vidas humanas y un incremento de personas afectadas por el hambre severa», alerta Muluneh Tesfay, director de la oficina de desarrollo del vicariato de Soddo, socio local de Manos Unidas en Etiopía. «Millones de campesinos se plantean cada día cómo dar de comer a sus familias», asegura Tesfay.
También desde Etiopía el padre Solomon Kebede, director de programas de la oficina de desarrollo del vicariato de Meki, explica que la escasez de alimentos ha derivado en un drástico incremento de los precios que ha dejado sin acceso al mercado a las personas más pobres de las zonas rurales y semiurbanas. Esto está llevando a que aumenten las migraciones del campo a las ciudades lo que también está afectando a la economía urbana. «Para hacer frente a esta escasez de alimentos muchas personas han vendido sus bienes y su ganado y ahora ya no tienen más remedio que pedir ayuda al gobierno y a las organizaciones humanitarias. Y, como siempre, las mujeres y los niños son los más afectados por la carencia de alimentos», explica Kebede.
En su reciente visita a Manos Unidas, el padre Teshome Fikre, secretario de la Conferencia Episcopal Etíope, se refirió a la guerra del Tigray como uno de los detonantes del incremento del hambre en el país. «El conflicto está causando el desplazamiento de cientos de miles de personas, destruyendo propiedades y, más importante aún, vidas humanas». Además, advirtió que, con los granjeros en el frente o sin posibilidad de cultivar, la población depende totalmente de los «servicios de emergencia», lo que está provocando «una escasez de comida, que puede originar problemas de hambruna».
Así lo refrendaba el Programa Mundial de Alimentos que situaba en 9,4 millones el número de personas que precisaban ayuda alimentaria en Etiopía.
Kenia, el lamento del hambre
En Kenia, según el gobierno, más de 3,1 millones de personas corren grave riesgo de hambruna. La hermana Lourdes do Patrocinio, misionera de Jesús Crucificado, que convive estrechamente con los pastores nómadas de la aldea de Kataboi, asegura que el clamor del hambre se ha abierto paso en la localidad. «Cuando caminas por la aldea el lamento que más se oye es “Akoro”, que significa “tengo hambre”. Y suelen ser las mujeres ancianas las que lo pronuncian mientras permanecen solas en sus cabañas a la espera de que alguien las atienda». Aunque la escasez y la desnutrición afectan también a los niños que no van a la escuela. «No hay agua para las familias ni para los animales. Los pastos son cada vez más escasos, lo que impide el pastoreo. Y la sequía se alarga. El agua aquí continúa siendo un grito por la vida», asegura la hermana Lourdes.
Vidas arrasadas por los ciclones y la violencia
En lo que va de año Mozambique y otros países de África Septentrional, como Madagascar o Malaui, han sufrido la llegada de ciclones y tormentas de gran intensidad, que han causado graves daños entre las poblaciones más vulnerables.
Desde Nacala Porto, ciudad costera al norte de Mozambique, la hermana María Gómez-Lechón explica cómo estos fenómenos, cada vez más frecuentes, ponen en jaque a una población «demasiado acostumbrada a sufrir»: pérdida de cosechas, pueblos aislados, escuelas muy dañadas y muchas viviendas -de adobe- desmoronadas por causa de la lluvia constante durante tanto tiempo. «Esto no es comparable ni con Ucrania, porque esto es endémico. Aquí la gente muere por causas evitables y prevenibles. Si no hubiera tanta desigualdad…», lamenta la religiosa.
Las guerras como la de Etiopía o Sudán del Sur y la violencia provocada por los conflictos tribales o la presencia del yihadismo están acrecentado los desplazamientos y migraciones de una población que huye de la violencia para poner a salvo su vida. Según Mabel Ibáñez, «muchas de estas personas se asientan en otros lugares de sus propios países o encuentran refugio en naciones vecinas, y las menos emprenden un duro viaje hacia al sueño de Occidente para darse de bruces con nuestras férreas políticas migratorias».
Tras el golpe de Estado que derribó al presidente Blaise Compaoré en 2015, Burkina Faso no conoce la paz. La violencia de grupos islamistas, muchos de ellos infiltrados desde Malí y Níger, el deterioro generalizado de los niveles de seguridad en el territorio nacional y los problemas derivados por la falta de agua, han sumido al país en una gravísima crisis socioeconómica salpicada de importantes conflictos intercomunitarios que, en los últimos meses, han provocado el desplazamiento de más de 1,3 millones de personas en busca de seguridad.
El prefecto del departamento de Rouko explica en qué situación viven estas personas desplazadas, que «desde finales de 2021 y hasta la llegada de la ayuda de Manos Unidas, no habían recibido donaciones de alimentos». «La situación de la seguridad en nuestro país, que ha obligado a muchos hombres y mujeres a abandonar sus tierras de cultivo y sus posesiones para salvar sus vidas, y el déficit en el balance de cereales de la campaña agrícola de 2021 han agravado estas dificultades», declara. Esto lleva a que, muy a menudo, se hayan visto obligados a devolver a los desplazados internos que llegaban al departamento «porque no teníamos comida para darles». «Agradecemos a APS (socio local de Manos Unidas en Burkina Faso) y a Manos Unidas porque, con las donaciones recibidas, ya podemos responder a las necesidades de los desplazados internos de nuestra comunidad».
Manos Unidas no puede permanecer indiferente ante tanto sufrimiento producido, en gran medida, por las enormes desigualdades que generan hambre y pobreza. «Con nuestros proyectos de desarrollo intentamos prevenir estas situaciones, pero, en muchas ocasiones, la emergencia es inevitable y tenemos que hacerle frente con la ayuda humanitaria específica», explica Mabel Ibáñez.
Manos Unidas – @ManosUnidasONGD
[CIDAF-UCM]
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