Tres musulmanas pioneras

26/06/2017 | Opinión

En la fiesta de “Id Al Fitr” con la que termina el mes de Ramadán, me ha parecido oportuno hablar de tres mujeres musulmanas contemporáneas y pioneras.

Una nueva mezquita, la “Ibn Rushd-Goethe”, fue inaugurada en Berlín el pasado viernes 16 de junio. Con ese nombre no puede ser una mezquita cualquiera. Ibn Rushd, nuestro Averroes en castellano, médico y filósofo cordobés, fue el último de los grandes racionalistas musulmanes antes de que en el siglo XIII se impusiera la visión legalista predominante hoy en el Islam. Por su parte, el “Diván de oriente y Occidente”, en la que Goethe se inspira en la poesía persa, fue la última de sus grandes antologías. Y en ella escribe: “Es estúpido que todo el mundo – esté alabando su opinión particular. – Si el Islam significa sumisión a Dios – todos vivimos y morimos como musulmanes”. Según Seyran Ates, fundadora de la nueva mezquita, ésta tiene como misión, entre otras, la de fomentar el diálogo cultural y religioso. Ubicada en un edificio de la iglesia evangélica Johanniskirche, sus puertas están abiertas a sunitas, chiitas, alauitas, ateos, y, eventualmente a musulmanes gay, lesbianas y transexuales. Seyran Ates quiere igualmente que las mujeres puedan dirigir la oración lo mismo que los hombres. “Es como si la misa la dijera una mujer”, explicaba un conocido mío tunecino a su amiga española.

A la inauguración de la mezquita Ibn Rushd-Goethe asistió Ani Zonneveld. Musulmana nacida en Kuala Lumpur, hija de un diplomático malasio y educada en Alemania, Egipto e India, vive ahora en Los Ángeles y es muy conocida como cantante y compositora de canciones, muchas con temas musulmanes: “Umma Wake-Up” [Comunidad Musulmana despiértate], “Song for Allah” [Cántico a Allah], “Islamic Hymns: Celebration of Life” (Himnos islámicos: Celebrando la Vida]. El reencuentro con su identidad musulmana tuvo lugar como consecuencia del cuestionamiento personal que para ella supuso el “11/9” de 2001. Crítica con el Islam tradicionalista creó en 2007 su propia comunidad, “Musulmanes con Valores Progresistas”, en la que actúa como Imam. Abierta, inclusiva y dialogante con otras religiones, la comunidad tiene ya adeptos en Canadá, Chile, Francia, Alemania, Austria y Malasia.

Wikipedia presenta a Seyran Ates como abogada alemana y “feminista musulmana” nacida en Estambul. También Ani Zonneveld sería “musulmana feminista” según YouTube. No estoy seguro de que el término “feminista” sea el adecuado para describir la causa que estas dos musulmanas, y otras muchas como ellas, defienden. Sin duda que al igual que las mujeres nacidas en las sociedades de cultura judeo-cristiana, también las musulmanas tienen que liberarse de la opresión machista del sistema patriarcal tradicional. Pero para hacerlo, las musulmanas, a diferencia de las judeo-cristianas, pueden apelar a los orígenes del Islam. La mujer no tenía personalidad jurídica en ninguna de las sociedades, –judías, cristianas o pre-musulmanas– de la Arabia del siglo séptimo. A contra corriente con su época, el primitivo Islam reconoció a la mujer como sujeto de derechos y obligaciones, y, un gran avance por aquel entonces, propuso que ante los jueces y en las cuestiones de herencia, ella valiera al menos la mitad que el varón. Desgraciadamente, el patriarcado tradicional terminó ganando la batalla. Como también la ganó en el Cristianismo, a pesar del lugar que ocupa la mujer en el evangelio de San Lucas, y de aquello de que, según San Pablo, en adelante no hay distinción entre hombre y mujer.

De lo que no hay duda es que con la oración y con la música Seyran Ates y Ani Zonneveld están fomentando un diálogo interreligioso “de vida”, mucho más importante a corto y medio plazo que el diálogo entre intelectuales y universitarios de escasa influencia entre los creyentes de a pie. Aquí viene a cuento la experiencia de otra musulmana, la sudanesa de origen y americana de segunda generación Hind Makki. Según cuenta ella misma, nació y creció en los suburbios de Chicago, en una comunidad musulmana, que hoy llaman “Pequeña Palestina”, bastante encerrada en sí misma y culturalmente autosuficiente. Todo cambió a raíz del “11/9”. Un grupo de unas doscientas personas vino a su barrio atacando todo lo que les parecía “árabe” o “musulmán”. El gobernador de Illinois tuvo que enviar a la policía estatal a defender la mezquita, y aconsejó a los musulmanes que durante unos días no salieran a la calle. Fue entonces cuando mujeres de la parroquia católica colindante vinieron a ayudarles, a hacer sus compras, a llevar a los niños a la escuela o a hacer deporte. Fue aquello lo que llevó a Makki a iniciar su movimiento de “relaciones interconfesionales”. No se trata según ella de sentarse a hablar de Nuestra Señora María o de Moisés, sino de descubrir esos valores comunes que se dan en toda comunidad por muy variopinta que sea, y de ponerlos juntos en práctica. Y si ese es el caso, todos tienen que hablar de todo. “No tiene sentido el que sólo los musulmanes hablen de islamofobia, sólo los emigrantes hablen de los problemas de la emigración y sólo los negros hablen de racismo. Cierto que hay que tener un pensamiento global, pero las relaciones auténticas sólo surgen a nivel local”. Leyendo su entrevista aparecida en “Global Voices” (7 de marzo 2016, muchos cristianos que han vivido en el Magreb, religiosos y religiosas y mujeres casadas con musulmanes, se sienten en terreno conocido. Allí lo llaman “Diálogo de vida”, mucho más real y eficaz que el diálogo oficial entre los responsables religiosos.

Como era de esperar, estas “relaciones interconfesionales” también le han llevado a Hind Makki a defender la democratización de la religión y el lugar de la mujer en la misma, que defienden Seyran Ates y Ani Zonneveld. “Encuentras en la comunidad musulmana mujeres con buena educación, bien integradas en su trabajo, y ganando tanto como los musulmanes varones. No tiene entonces sentido el que no se les integre a todos los niveles en la mezquita, no sólo como voluntarias, sino en puestos de dirección y decisión”.

Es más, Hind Makki está convencida de que esa apertura hacia la mujer, hacia otras confesiones y hacia el futuro, es absolutamente necesaria si queremos responder a las expectativas de tantos jóvenes que abandonan la religión institucional de sus padres, lo llaman “desmezquitarse” en el caso de los jóvenes musulmanes, en busca de algo nuevo. Para Seyran Ates, ese “algo nuevo” sería una nueva actitud hacia el Corán, interpretada con la ayuda de las ciencias históricas y críticas.

Ramón Echeverría

[Fundación Sur]


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Autor

  • Echeverría Mancho, José Ramón

    Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

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