Racismo y reconciliación: lecciones de Cuba (2/3)

20/01/2017 | Crónicas y reportajes

En Cuba, la estrecha colaboración entre blancos y negros durante la Revolución redujo “muchos prejuicios profundamente arraigados” y “disminuyó los límites entre grupos raciales”.

Al traer la igualdad social mediante la prestación de servicios públicos –el acceso a la educación, la salud y la vivienda, e igualdad de oportunidades para los sectores más desfavorecidos, sin importar su color- se ayudó a luchar contra el racismo. El liderazgo cubano hizo de hablar de la raza en público un tema tabú.

Cuba nacionalizó todas las industrias privadas. La mayoría de los propietarios y gerentes de empresas privadas y estatales eran blancos. El Gobierno entonces nombró grupos para administrar estas instituciones. Los nombramientos para las empresas nacionalizadas aumentaron la movilidad social de los cubanos pobres.

31167395461_2be205f957_b-2.jpgEl liderazgo del Partido Comunista de Cuba era mayoritariamente blanco. Debido a que los cubanos negros tenían probablemente menos educación, muchos blancos fueron nombrados para altos cargos en las nuevas compañías nacionalizadas, aunque se hicieron esfuerzos para llevar negros a altos cargos públicos.

En 1961, Cuba prohibió las exclusiones racistas en clubes y asociaciones. Introdujo el control de alquileres en 1959 y, en 1960, en algunos casos, concedió la propiedad de las casas alquiladas a sus inquilinos. Se entregó la tierra a los campesinos –eran sobre todo negros y mestizos-. Antes de eso, los negros y mestizos, como descendientes de esclavos, no podían tener propiedades.

El Gobierno convirtió la educación y la sanidad en gratuitas. Se alentó a las escuelas a fomentar círculos de juego multirraciales. Con el tiempo se redujeron las desigualdades económicas basadas en la raza.

Sin embargo, Rodrigo Espina Prieto y Pablo Rodríguez Ruiz señalaron que “el racismo se volvió menos obvio”, retrocediendo al discurso de “yo no soy racista”. Los autores argumentaron que el racismo retrocedió a “las esferas más íntimas de la vida familiar y de las relaciones interpersonales”, donde “el prejuicio se reconocía con cierta culpabilidad, como una nota agria”. Asimismo, “persistió en bromas y frases usadas entre familiares y amigos íntimos, o camuflado en algunas formas de paternalismo”.

El Tercer Congreso del Partido Comunista de Cuba, celebrado en 1986, señaló que, desproporcionadamente, muy pocos negros (así como mujeres y jóvenes) ocupaban cargos profesionales, de liderazgo y de gestión. El Gobierno cubano lanzó entonces una iniciativa para ayudar a acelerar el avance en los sectores desaventajados.

Las investigaciones realizadas por el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente de Cuba concluyeron que, a pesar del progreso para revertir las desigualdades basadas en el color de piel, históricamente el legado racial continuó perpetuando parcialmente la desigualdad basada en la raza. Por ejemplo, los negros seguían viviendo en áreas históricamente pobres antes de la Revolución, y las zonas acomodadas antes de ésta seguían siendo ocupadas por blancos.

A pesar de los considerables avances realizados para aumentar el número de negros y mestizos en puestos de dirección, todavía constituían la inmensa mayoría de los trabajadores en los puestos de trabajo no cualificados. La policía seguía deteniendo a los negros más que a los blancos; seguían siendo los “principales sospechosos” si se cometía un crimen, además de ser “temidos” en espacios públicos por ser consideradas personas potencialmente violentas.

Las encuestas realizadas por Rodrigo Espina Prieto y Pablo Rodríguez Ruiz mostraron que las percepciones negativas sobre negros y mestizos persistieron en menor medida entre los blancos, así como entre los propios negros y mestizos. La persistencia de las percepciones negativas de los negros y mestizos sobre los blancos, y la propia percepción negativa de los negros y los mestizos, sirvieron de barrera a la movilidad social.

Alejandro de la Fuente, director del Instituto de Investigaciones Afro-Latinoamericanas de la Universidad de Harvard, ha concluido que “las percepciones de los afrodescendientes como racialmente diferenciados e inferiores continúan impregnando la sociedad y las instituciones cubanas”.

De la Fuente señaló la cuestión específica de “peligrosidad social”, que en el Código Penal cubano se describe como conducta “proclive” a violar la ley y está considerada como contraria a “las normas de la moralidad socialista”.

William Gumede (@william_gumede)

[Traducción, Gerardo Díez]

[Fundación Sur]

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Autores

  • William Gumede es el Presidente de la Fundación Democracy Works y Profesor Asociado en la Escuela de Gobernanza, de la Universidad del Witwatersrand, Johannesburgo. Autor de Restless Nation: Making Sense of Troubled Times (La nación inquieta: dando sentido a las épocas incomodadas).

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