«Lo que hacen dos hombres»

28/01/2022 | Opinión

El l8 de febrero de 2021, a las 20:00 horas y tras una llamada anónima, la policía de Douala, Camerún, arrestó a dos mujeres transgénero: Loic Jeuken, conocida como “Shakiro”, y Roland Mouth, conocida como “Patricia”. El arresto se realizó en un restaurante en Bonapriso, un elegante barrio residencial de Douala.

A falta de cualquier identificación, las dos mujeres fueron llevadas a la comisaría y detenidas durante 24 horas, donde fueron torturadas y privadas de visitas de familiares o abogados. Después de revisar el contenido de sus teléfonos, los guardias encontraron mensajes y fotos con contenido sexual. Posteriormente, las mujeres fueron llevadas, sin la presencia de abogados, al Juzgado de Primera Instancia de Bonanjo (un tribunal de primera instancia para casos civiles) donde fueron obligadas a firmar una confesión. Después fueron condenadas a dos años de prisión por “intento de homosexualidad” y “falta de identificación”. Además, se ordenó su reclusión en la sección de hombres de la prisión central de New-Bell en Douala. Finalmente Shakiro y Patricia fueron condenadas cada una a cinco años más 472.000 francos CFA (unos 800 dólares estadounidenses) de multa.

Según activistas de derechos humanos y miembros de la ONG Working for our Wellbeing Cameroon @for_wfw, que representaban a Shakiro y Patricia, esta situación es muy común para minorías sexuales y de género en todo el país. Muchos cameruneses soportan chantajes, sospechas de homosexualidad, agresiones físicas y verbales por parte de sus parejas, seres queridos y familiares, así como humillaciones por parte de médicos, letrados y expertos en educación.

Históricamente, el lugar de minorías sexuales y de género en el Camerún precolonial fue codificado y relegado a definidos roles sociales, culturales y religiosos. No fue hasta la década de 1990 que se dieron a conocer casos gay, principalmente de hombres educados de clase media y alta en las dos ciudades principales, Yaundé y Douala. Muchos se identificaron como Nkoandengué (“lo que hacen dos hombres” en el idioma ewondo) en lugar de “gay” o “queer”. Durante mucho tiempo, proviniendo de entornos relativamente privilegiados, Nkoandengué logró esquivar las políticas homofóbicas que suelen tener como objetivo a grupos desfavorecidos.

Sin embargo, a principios de 2000, la relativa seguridad de la que disfrutaba Nkoandengué comenzó a desaparecer tras las denuncias públicas. Entre los casos más infames estaba el “Top 50”. El 11 de enero de 2006, el diario La Météo publicó un artículo titulado: “La homosexualidad en los círculos de poder” con una lista de once nombres. El 24 de enero del mismo año, L’Anecdote encabezó con un artículo de primera plana, «una lista de cincuenta homosexuales de alto rango«, incluidas varias bien conocidas figuras públicas. Entre ellos se encontraba un ex primer ministro, parlamentarios, periodistas de renombre y celebridades que presentaron denuncias por difamación.

Los individuos en las listas eran en su mayoría hombres. Estas denuncias públicas fueron después recogidas por otros periódicos y revistas y desde 2006 varios medios de comunicación han hecho de la “lista de homosexuales” una parte recurrente de la cultura periodística en Camerún. Más de una década después, las “acusaciones de homosexualidad” siguen siendo también parte de debates políticos y sociales.

lgtbi_bandera_2_cc0-2.jpgEl uso de etiquetas, como lesbiana, gay, bisexual, trans, queer, intersexual y asexual, en el vocabulario de minorías sexuales y de género en Camerún, parece ser tanto una herramienta de afirmación o señal (real o supuesta) de pertenencia a una clase social, como también de proveniente de un ambiente académico. Estas nuevas etiquetas, que surgieron en la década de 2000, marcan un deseo más amplio de emanciparse de la homofobia imperante y de reproducir más ampliamente un estilo de vida de clases sociales adineradas y queers de los países del Norte, donde supuestamente hay más respeto por los derechos individuales y libertades.

La homofobia contemporánea está tan arraigada que goza de un amplio consenso en la sociedad camerunesa. En la industria del entretenimiento, por ejemplo, la imagen del homosexual —un hombre afeminado— es constantemente objeto de burla, particularmente en canciones y videoclips, como Petit-pays en “Les pédés” o, más recientemente, “Tchapeu Tchapeu” de Happy. Una normalizada homofobia se ha establecido firmemente en la cultura pop camerunesa. Más allá de la industria del entretenimiento, la homofobia adquiere un carácter político perpetuado por los líderes y la retórica política, especialmente durante los períodos electorales; es el signo de un acto militante, de un rechazo al imperialismo y a la colonización cultural de Occidente. Asimismo, adquiere un carácter religioso cuando es exacerbado por la retórica de las dos religiones abrahámicas. En este contexto, es un acto de religiosidad y de rechazo de un “pecado”– causa de las desgracias del pueblo, de crisis económicas, de mala gobernabilidad, etc.

De hecho, aunque prohibidos durante la época colonial, los primeros textos relativos a la represión de minorías sexuales y de género en el Camerún (independiente y luego unificado) fueron, unilateralmente, introducidos en el primer código penal de Camerún como delito, por el presidente Ahmadou Ahidjo en su segundo mandato. El artículo 347-1, introducido en la década de 2000, establece que “toda persona que tenga relaciones sexuales con una persona de su sexo será castigada con prisión de seis meses a cinco años y multa de veinte mil a doscientos mil francos”. Sin el apoyo de ONGs como Working for Our Wellbeing Cameroon, muchas personas queer y pobres terminan en prisión– un ambiente particularmente hostil.

En 2010 se implementó la ley sobre ciberseguridad y ciberdelincuencia bajo el pretexto de combatir el terrorismo, particularmente de Boko Haram en el norte del Sahel. Además de criminalizar a los terroristas, apunta a las minorías sexuales y de género en el ámbito digital. El artículo 83-1 estipula:


Las proposiciones sexuales hechas a una persona del mismo sexo son castigadas con prisión de uno a dos años y multa de 500.000 a 1.000.000 francos CFA o con una de estas dos penas solamente a quien por comunicaciones electrónicas hace propuestas sexuales a una persona de su mismo sexo. [Las penas] se duplican cuando las proposiciones van seguidas de relaciones sexuales.

Es sobre la base de esta legislación que Roger Mbédé fue encarcelado en 2011 después de escribir «Estoy muy enamorado de ti» a un hombre.

El “intento de homosexualidad” queda fuera del marco legal previsto inicialmente por la primera ordenanza del código penal de 1972. De hecho, para los patrocinadores de esta ley, nadie podría, en práctica, ser condenado por homosexualidad. En efecto, la prueba del “en el acto” es difícil de obtener, porque requiere la vulneración del derecho a la intimidad y a la protección del domicilio. Así, para sortear esta dificultad, jueces y policías han introducido rápidamente la sospecha como evidencia de “intento de homosexualidad”, posibilitando incluso denuncias anónimas por parte de terceros.

Aunque el artículo 347-1 del código penal no menciona la identidad trans, la vigilancia y control de cuerpos y expresiones “disidentes” introdujeron en la interpretación de la ley una equivalencia entre homosexualidad e identidad trans, que no era la voluntad de los legisladores, ni en el texto ni en la práctica. Esta pseudoequivalencia ha llevado más ampliamente a una confusión de identidades de género y orientación sexual en el sistema legal. El artículo 83-1 de la ley de ciberseguridad y ciberdelincuencia de 2010 sigue siendo central hoy en día en la condena de las personas queer, quienes, como el 90 % de la población del país, utilizan los teléfonos como herramienta de comunicación y socialización.

En vista de las cifras publicadas por Unity Platform, una organización paraguas que incluye a 32 grupos y defensores de los derechos humanos en Camerún, es obvio que la homosexualidad masculina y la identidad trans femenina son objeto de especial atención por parte de la sociedad civil, un público abiertamente homofóbico, y de los medios de comunicación. Por lo tanto, no sorprende que jueces y agencias que deben hacer respetar la ley asuman explícitamente el rol de monitorear y controlar “masculinidades y cuerpos disidentes” percibidos como burladores del orden establecido. En los casos denunciados por ONGs locales a Human Rights Watch, incluidos en los informes de 2013 y 2021 de este año, unos hombres fueron condenados en algunos casos porque el juez consideró que estaban bebiendo cervezas de mujeres, es decir, cervezas con bajos niveles de alcohol. En otros casos se han producido condenas por posesión de preservativos y lubricantes o por llevar determinada ropa.

En cierta medida, el monitoreo y control de “masculinidades y cuerpos disidentes” sigue sujeto a la clase social. Para aquellos que tienen capital social y económico significativo es más fácil librarse de la sospecha y condena a través de prácticas bastante comunes: sobornos, conexiones personales dentro de la administración o desplazamiento a un país del Norte Global.

La cobertura mediática en la prensa nacional del arresto de Shakiro y Patricia, así como los giros y vueltas del juicio hasta la condena, es en el mejor de los casos superflua. El relativo silencio se explica por el contexto actual en el que la libertad de prensa camerunesa decae año tras año. Además, apoyar abiertamente a las minorías sexuales y de género no deja de tener consecuencias para los periodistas y activistas que pueden ser amenazados e incluso asesinados, como fue el caso de Eric Lembembe el 15 de julio de 2016.

El juicio que inicialmente estaba previsto para el 10 de marzo, fue aplazado para el 5 de abril porque el juez no tenía a su disposición las pruebas de cargo. Al mismo tiempo rechazó el pedido de la defensa de que se concediera la libertad bajo fianza a las dos “acusadas”. El 5 de abril, se reanudó el juicio, pero se pospuso nuevamente después de que los abogados de Shakiro y Patricia objetaron la evidencia ante el tribunal como inadmisible, y plantearon también las denuncias de tortura y coacción a las que fueron sometidas las acusadas para obtener sus confesiones. El juez anunció una deliberación para el 26 de abril, que fue a su vez pospuesta para el 11 de mayo.

Para comprender la importancia de este juicio, uno debe comprender los continuados conflictos en Camerún. El país se enfrenta actualmente a una segunda ola mortal de la covid-19. En el norte hay desafíos de Boko Haram y, más recientemente, inestabilidad y actividades de juntas militares en el vecino Chad. En el Occidente anglófono se está desarrollando una guerra civil que está dando lugar a numerosos desplazados internos. Hay también múltiples incursiones de milicias armadas de la República Centroafricana en la región oriental. Es en este complejo contexto en el que se sitúa la detención de Shakiro y Patricia, que plantea la cuestión de los derechos de las minorías sexuales y de género en el país, con especial atención a la transidentidad y la transfobia.

Dentro de la sociedad civil camerunesa existen divergentes puntos de vista. Para la mayoría conservadora, Shakiro violó la ley y por eso debería estar en prisión. Entre las comunidades queer en Camerún, que tienden a ser silenciosas y discretas, muchos piensan que Shakiro debería haber sido más responsable, haber mantenido un perfil bajo y mantenerse alejada de exposición de los medios, lo que serviría mejor a la lucha por la despenalización de la homosexualidad, como fue el caso en Gabón y Angola. Para muchos, debería haber aplicado el dicho “Para vivir feliz, vive escondido”, tal como lo hacen algunas figuras públicas queer.

Shakiro, a través de su exuberancia y celebridad, no hace ningún servicio a la causa de las minorías sexuales en el país. Muy por el contrario, como mujer transgénero y simplemente por ser ella misma, está cuestionando las normas de esta sociedad conservadora poscolonial que se aferra fuertemente a cimientos patriarcales y de género. Declaraciones como “soy una mujer transgénero” es una demostración de su disposición a aceptar su identidad sin concesiones incluso en medio de un entorno hostil y transfóbico. Se trata de autoafirmación, una actitud arriesgada en nombre de la libertad individual supuestamente garantizada por la constitución. Shakiro está también demostrando audacia y resiliencia frente a la injusticia.

Shakiro es una activista que inspira de muchas maneras a las mujeres transgénero y a las personas queer de las clases bajas. Al igual que ella, no tienen el lujo de poder salir de Camerún para encontrar un mejor futuro en otro lugar, o quedarse y vivir en segura clandestinidad, como lo hacen los homosexuales de élite que tienen beneficios económicos, sociales, culturales y simbólicos.

Una cosa es cierta, después de décadas de demandas militantes reprimidas e ignoradas la cuestión de la despenalización de la homosexualidad y la protección de las minorías sexuales y de género está emergiendo gradualmente en el ámbito público y mediático. Y en el mismo momento en que el país se encuentra sumido en numerosas crisis endémicas, la inclusión abierta de todas sus minorías en la vida social, política y económica del país es uno de los requisitos previos para la resolución de sus conflictos y la construcción de una sociedad inclusiva y justa.

Sin embargo, el camino hacia este ideal parece estar obstruido, como lo demuestra la sentencia del 11 de mayo de Shakiro y Patricia a prisión y multas. Para los miembros de Working for Our Wellbeing Cameroon, el ideal de una nación inclusiva y justa es un trabajo en progreso.

Liko Imalet

Fuente: Africa is a Country

[Traducción, Jesús Esteibarlanda]

[CIDAF-UCM]


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