Las contradicciones de clase del activismo académico

23/11/2021 | Cultura

La nueva novela de Leo Zeilig, The World Turned Upside Down explora las políticas radicales de las clases medias profesionales, con demasiada frecuencia llenas de retórica, pero cortas en acción.

En la última propuesta del escritor y activista Leo Zeilig, The World Turned Upside Down, el uno por ciento más rico está causando estragos tanto en las personas como en el planeta. Mientras tanto, un movimiento social está preparado para detenerlos, un oscuro asesinato a la vez. A medida que el movimiento crece, envuelve, eventualmente, la vida de la protagonista Bianca Ndour, una profesora senegalesa lesbiana criada en Nigeria y trabajando en Londres. Bianca, una pensadora totalmente irreprimible, incontenible y radical, utiliza su plataforma pública para hablar en contra de las injusticias infligidas a una mayoría por unos pocos poderosos.

El resultado es un provocativo y palpitante llamamiento a las armas contra los grotescos excesos y desigualdades del capitalismo, centrado en un revolucionario y violento movimiento: the One Percent Murders.

world_turned_leo_zeilig_cubierta.jpg¿Quién está detrás de los asesinatos? ¿Pueden ser detenidos? ¿Deberían ser detenidos? Bianca cree que no, y en su negativa a condenar a the One Percent Murders y a su descarado y polémico estilo, su personaje rezuma el espíritu del político radical de Frantz Fanon. Preguntada durante una entrevista televisiva en vivo si aprobaba los asesinatos, responde: “¿Qué si apruebo la violencia? ¿Qué violencia? ¿de quién? La violencia la realizáis vosotros, los dos, pasasteis celebrando años de abundancia, escribiendo nauseabundos libros salivando sobre la imperial tiranía y la orgía de asesinatos sin fin de los ricos… en sus guerras. ¿Cuántos murieron en Irak y Afganistán?»

Como escribió Fanon en su más célebre obra, Los miserables de la Tierra, “La descolonización apesta a balas de cañón al rojo vivo y cuchillos ensangrentados. Porque el último puede ser el primero solo después de un asesino y decisivo enfrentamiento entre los dos protagonistas”. También Bianca aspira el potencial revolucionario detrás de la desencadenante violencia. “Rara vez en la historia se puede decir esto”, dice a una pequeña multitud, “pero estamos viviendo un momento de extraordinario ajuste de cuentas. Las ratas, obligadas a salir de su guarida, están entrando en pánico- mirad por dónde corren, prepararos para lo que descargan sobre nosotros«.

Como Fanon, Bianca rebosa de energía, ideología e ira. “Siempre he creído en la ira”, nos dice en una ocasión. “¿No es este el momento para la ira? Era lo opuesto a la inercia, al pontificado académico- la ira generaba acción, y solo a través de ira y acción podrá llegar la justicia”. El énfasis en la centralidad de acción para el cambio revolucionario y revuelta es el principal motivo del trabajo de Zeilig. Su primera novela se centró en dos generaciones de activistas y el movimiento contra la guerra en el Reino Unido. Su última novela, sin embargo, tomó el título- An Once of Practise– de una cita de Freidrich Engels que dice que «una onza de práctica vale una tonelada de teoría«.

Sin embargo, hay una intrigante sensación de que, a pesar de todos sus políticos sermones alimentados por la ira, Bianca no logra entrar ella misma en la decisiva arena de la acción.

Hay un indicio de activismo en su juventud cuando nos dicen que asistió a una manifestación contra el apartheid sudafricano cuando era una adolescente que acababa de llegar a Londres procedente de Zimbabue. Su vida como profesora universitaria, sin embargo, es en muchos sentidos muy aislada, absorbida por relaciones personales, ejercicio y las exigencias de su trabajo. Mientras viaja entre vuelos internacionales y campus universitarios hay pocos indicios de que sus acciones se extiendan más allá de predicar en su púlpito y promover sus libros en eventos. La única acción directa en la que la vemos participar a lo largo de toda la novela es una huelga de limpiadores en su campus de Londres. Incluso aquí, se topa con la huelga por casualidad y da un improvisado discurso pidiendo «la total expropiación de la clase capitalista«, totalmente al margen de las especificas demandas y actuales situaciones de lucha de los limpiadores.

Hay una sensación en todo esto de que Bianca nunca logra escapar de su educación: se crió en una adinerada familia de clase media en un complejo de Shell Oil en Nigeria. Su padre estaba lleno de retórica radical, pero vivía cómodamente, protegiéndose a sí mismo y a su familia de las más duras realidades de la vida nigeriana que se extendían más allá de los muros del complejo. Si bien Bianca encontró un escape temporal de esos muros durante la infancia, dejándolos atrás completamente en la edad adulta, la sofocante burocracia y las demandas de una carrera profesional en la universidad moderna parecen haberla separado, una vez más, de la sociedad, esta vez en un complejo de su propia fabricación.

Aquí, Zeilig parece estar cuestionando las contradicciones de clase del activismo académico y, más ampliamente, la hipocresía de las clases medias profesionales. Incluso los más ideológicamente comprometidos entre ellos, como Bianca, se encuentran con demasiada frecuencia llenos de retórica, pero cortos de acción.

Es probable que Zeilig al pasar este comentario se base, al menos en parte, en sus propias experiencias, habiendo vivido en Senegal y Sudáfrica, participado activamente en una serie de movimientos sociales y escrito extensamente sobre la lucha de la clase trabajadora, el desarrollo de movimientos revolucionarios, y de algunos de los pensadores y políticos activistas más importantes de África, incluidos Thomas Sankara, Patrice Lumumba y Frantz Fanon.

Y nuevamente, hay ecos de Fanon aquí, en su argumento de que muchos de los primeros líderes postcoloniales intelectuales de África traicionaron las aspiraciones de las clases trabajadoras y las masas populares cuyos intereses decían representar y sobre cuyas espaldas se habían apoyado en su ascenso al poder.

En un pasaje, vemos a Bianca correr al trabajo, ducharse en la oficina y contemplar la ciudad de Londres, en perfecta imitación del ritual diario de un rico banquero de la ciudad cruelmente asesinado en las primeras páginas de la novela a manos de un desconocido agresor. Al trazar este paralelo, Zeilig nos empuja a preguntarnos si, a través de su aparente inacción, Bianca —y la clase que representa— es de hecho cómplice del sistema contra el que cree que está luchando, no mejor que el rico uno por ciento al que tanto desprecia.

Y, sin embargo, puede que no todo sea como parece. Quienes la rodean, incluidos sus estudiantes, la defienden ferozmente cuando es necesario, y dondequiera que Bianca viaje, nunca está lejos otro asesinato. Es una señal de la profundidad y complejidad de The World Turned Upside Down, que no hay respuestas claras o fáciles, solo inquietantes preguntas combinadas con una implacable exposición de los males e injusticias del capitalismo. Todas estas preguntas están diseñadas para sacarnos de la complacencia y comodidad y llevarnos al único estado que todos debemos ocupar si un mundo mejor, más allá del capitalismo, tiene que ser conquistado: la acción.

Cuando, en el mundo real, incluso una figura del establishment como el principal asesor científico del actual gobierno del Reino Unido proclama públicamente que «nada menor que una transformación de la sociedad evitará una catástrofe«, mejor que hagamos caso.

Ben Radley @RadleyBen

Fuente: Africa is a Country

[Traducción, Jesús Esteibarlanda]

[CIDAF-UCM]


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