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Inicio > REVISTA > Opinión > ![]() África: carta abierta de 100 intelectuales africanos a los gobernantes
25/10/2021 -
Los riesgos que se ciernen sobre el continente africano relacionados con la propagación de la covid-19 nos desafían individual y colectivamente. La situación es grave. No consiste en frenar una nueva crisis humanitaria “africana”, sino en contener los efectos de un virus que está sacudiendo el orden del mundo y cuestionando los cimientos de nuestra convivencia. La pandemia de coronavirus deja al descubierto lo que las clases medias y ricas que viven en las principales megalópolis del continente han fingido no ver. Durante casi diez años, de hecho, ciertos medios de comunicación, intelectuales, políticos e instituciones financieras internacionales se han aferrado a la imagen de un África en movimiento, de un África como la nueva frontera de la expansión capitalista. Es fundamental no olvidar que el continente cuenta con suficientes recursos materiales y humanos para construir una prosperidad compartida en pie de igualdad y respetuosa de la dignidad de cada individuo. La ausencia de voluntad política y las acciones del exterior ya no pueden constituir excusas para nuestras desgracias. Un África en el camino del surgimiento económico; un África cuyas tasas de crecimiento positivas harían envidiar a más de un país del Norte. Una representación tal que acabamos creyendo real a fuerza de soñar ahora se desgarra ante una crisis polifacética que aún no ha revelado todos sus secretos. Al mismo tiempo, el orden global multilateral que creíamos enmarcado por un mínimo de tratados se desmorona ante nuestros ojos, dando paso a una feroz lucha geopolítica. Este nuevo contexto de guerra de influencia económica “de todos contra todos” deja en la sombra a los países del Sur, recordándoles, si es necesario, el papel que les corresponde: el de espectadores dóciles de un orden del mundo que es. construido por ellos. La pandemia de la covid-19 podría socavar los cimientos de los Estados y administraciones africanas cuyos profundos fallos han sido ignorados durante demasiado tiempo por la mayoría de los líderes del continente y quienes los rodean. Es imposible mencionarlos todos, ya que son numerosos: subinversión en los sectores de salud pública e investigación básica, inseguridad alimentaria, despilfarro de las finanzas públicas, priorización de la infraestructura vial, energética y aeroportuaria a expensas del bien del ser humano, etc. Tantos temas que, sin embargo, son objeto de una literatura especializada, ahora abundante, pero que parece haber penetrado poco en los círculos de poder de los distintos Estados del continente. La prueba más evidente de esta brecha la proporciona la gestión actual de la crisis. De la necesidad de gobernar con compasión Tomando sin ninguna preocupación contextual el modelo de “contención” y regímenes excepcionales adoptados por los países del Norte, muchos líderes africanos imponen un encierro brutal a sus poblaciones a menudo acompañado, cuando no se respeta, de violencia. Si tales medidas satisfacen a las clases acomodadas, protegidas del hacinamiento y con la posibilidad de trabajar desde casa, siguen siendo punitivas para quienes, para usar una formulación común en Kinshasa, deben recurrir al “artículo 15”, es decir al ingenio y las actividades llamadas informales. Seamos claros. No se trata de oponer seguridad económica y seguridad sanitaria, sino de insistir en la necesidad de que los gobiernos africanos tengan en cuenta las condiciones de precariedad crónica que vive la mayoría de sus poblaciones. Esto, especialmente porque el continente africano está un paso por delante del Norte en términos de manejo de crisis de salud a gran escala, dada la cantidad de pandemias que lo han golpeado en los últimos años. Dado que la naturaleza aborrece el vacío, gradualmente se están poniendo en marcha varias iniciativas frágiles de la “sociedad civil”. En cualquier caso, sin embargo, el dinamismo de las personas o de los actores privados no puede compensar la desorganización y la falta crónica de preparación que solo los Estados podrían detener en todo el continente. Más que sufrir y volver a tender la mano esperando una mejor fortuna, ya sería deseable repensar nuestra convivencia, partiendo de nuestros contextos específicos y los diversos recursos de los que disponemos. Nuestra convicción es que la urgencia no puede ni debe constituir un modo de gobernanza. Se trata de aprovechar este momento de gran crisis como una oportunidad para revisar las políticas públicas, en particular para asegurar que funcionen a favor de las poblaciones africanas y de acuerdo con las prioridades africanas. En definitiva, se trata de resaltar el valor de cada ser humano, sea quien sea y cualquiera que sea su afiliación, más allá de la lógica del lucro, la dominación y la monopolización del poder. Más allá de la emergencia Los líderes africanos deben y pueden proponer a su pueblo una nueva idea política de África. Es una cuestión de supervivencia y no de sutilezas intelectuales, como solemos creer con demasiada frecuencia. Se necesitan reflexiones profundas sobre la gestión y funcionamiento de las administraciones nacionales, la función del Estado y el lugar de las normas jurídicas en el reparto y equilibrio de poderes a la luz de sistemas de pensamiento adaptados a las realidades del continente. En efecto, la segunda etapa de nuestra independencia política sólo se logrará en los campos de la inventiva política y social, de hacernos cargo por nosotros mismos de nuestro destino común. Ya existen iniciativas en esta dirección. Simplemente merecen ser escuchados, discutidos y alentados. El panafricanismo también necesita una nueva vida. Debe encontrar su inspiración original después de décadas de vagar. Si los avances en la integración del continente han sido débiles hasta ahora, la razón es que se concibió únicamente sobre la base de la única "doxa" del liberalismo económico. Sin embargo, la pandemia de coronavirus muestra tristemente la insuficiencia de la respuesta colectiva del continente tanto en el lado de la salud como en otros lugares. Más que nunca, nos enfrentamos a la necesidad de una gestión concertada e integrada de las áreas relacionadas con la salud pública, la investigación básica en todas las disciplinas científicas y las políticas sociales. Desde esta perspectiva, es importante repensar la salud como un bien público esencial, mejorar el estado del personal de salud, elevar las plataformas técnicas de los hospitales a un nivel que permita a todos, incluidos los propios gobernadores, buscar tratamiento en África. Esta carta es un recordatorio, un recordatorio de lo obvio: el continente africano debe recuperar su destino. Sin embargo, es en tiempos difíciles cuando deben decidirse nuevas direcciones y deben establecerse soluciones duraderas. Esta carta está dirigida a los líderes africanos de todo tipo, pueblos africanos y aquellos que están tratando de pensar en el continente. Los invitamos a aprovechar la oportunidad de esta crisis para aunar esfuerzos para repensar la idea de un Estado al servicio del bienestar de los pueblos, para romper con el modelo de desarrollo basado en el círculo vicioso del endeudamiento, para salir de la visión ortodoxa de crecimiento por crecimiento y beneficio por lucro. África debe recuperar la libertad intelectual y la capacidad de crear sin las cuales no es posible la soberanía. Romper con la subcontratación de nuestras prerrogativas soberanas, reconectarnos con las configuraciones locales, salir de la imitación estéril, adaptar los programas de ciencia, tecnología e investigación a nuestros contextos históricos y sociales, pensar nuestras instituciones según nuestras singularidades comunes y lo que tenemos que pensar en la gobernanza inclusiva, el desarrollo endógeno, para crear valor en África con el fin de reducir nuestra dependencia sistémica. Sobre todo, es fundamental no olvidar que el continente cuenta con suficientes recursos materiales y humanos para construir una prosperidad compartida en pie de igualdad y respetuosa de la dignidad de cada individuo. La ausencia de voluntad política y las acciones del exterior ya no pueden constituir excusas para nuestras desgracias. No tenemos elección: debemos cambiar de rumbo.
Fuente: Esta carta abierta ha sido publicada, entre otros medios, por New African. [CIDAF-UCM]
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