Onojo nació un día de mercado.
Había llovido tanto durante dos días que no había ninguna manera de conseguir transporte alguno para ir al centro de maternidad en la cuidad. El vecino de Noka, Alime, no tuvo ninguna elección y la llevó a la asistente de maternidad tradicional que vivía a cinco minutos de su calle.
Mientras que masticaba hojas verdes, la primera cosa que la asistenta dijo al tocar la barriga de Noka fue: ´Este bebé va a ser especial´.
– «Tu bebé no nacerá ahora, vendrá cuando esté preparada».
Y fue verdad, ya que los dolores de Noka pararon y volvió a casa.
Esa noche le contó la historia a su marido, un granjero que plantaba batatas y yucas en la tierra de la familia, a unos 20km de su casa. Era un hombre trabajador y su cosecha duraría más de medio año sino fuera porque tenían 8 hijos a los que alimentar.
– «¿Especial?» escupió mientras su gigante nariz se expandía como un neumático siendo bombeado, «Lo único especial que tienen estos niños es la cantidad de comida que son capaces de ingerir. No me puedo creer que ya no tengamos omu abacha» Claramente desinteresado en lo que su mujer le estaba diciendo, soltó un bostezo mientras que se rascaba su muslo ruidosamente. «Tráeme mi cena, kocho». Noka le puso delante su cena de ñame tostado y pimienta con aceite; no volvió a hablar del tema.
Los dolores de parto volvieron a comenzar al día siguiente. Ujah, el marido de Noka, que prefería marcharse hacía la plantación al amanecer para evitar el fuerte sol, había salido ya de casa.
Los dolores no duraron mucho tiempo y en cuanto llegó a la casa de la asistente de maternidad tradicional le informó de que estaba segura que ya había llegado la hora de dar a luz.
La asistente comenzó a susurrar encantamientos mientras aplicaba una mezcla en la barriga de Noka; todavía estaba aplicando la mezcla cuando el bebe de Noka salió hacia la bolsa de hierbas.
Onojo no lloró al principio.
La asistente golpeó al bebe tan fuertemente en las nalgas, que se podían ver las marcas de sus dedos en la piel del pequeño. Pero Onojo seguía sin llorar.
La asistente hizo sonar la alarma y su jefa entró corriendo y roció el aire con polvo que picaron a las fosas nasales como pimiento amarillo; y Onojo estornudó inmediatamente y comenzó a llorar.
Era de verdad tan pequeño que parecía una de las bolsas que Igbo Paul vendía en su tienda en frente de la casa de Noka. Noka supo entonces que su tamaño fue la razón por la cual las enfermeras del hospital no le creyeron cuando las dijo que estaba de más de 9 meses.
«Este no es ni el primero, ni el segundo, ni el tercero, ni el cuarto, ni el quinto embarazo» le dijo Noka a la enfermera mientras contaba con sus dedos.
Otra cosa que Noka notó mientras su bebe crecía era que las manos y los pies de Onojo se inflamaban de vez en cuando. A ninguno de sus otros hijos le pasaba algo que fuera similar.
Un día, cuando la inflamación estaba fatal, Noka llevó a Onojo a la farmacia. Pero lo único que le dijo el farmacéutico fue que se dejara de preocupar y le diese bien de comer a su hija y todo se arreglaría.
Pero una mañana que la inflamación había triplicado el tamaño habitual, Noka llevó a su bebe al Profeta del pueblo, que era conocido por sus poderes sobrenaturales. Podía ver el futuro y también el pasado. Se decía que era capaz de curar cualquier enfermedad. Noka estaba convencida que podía ayudar a Onojo.
Inmediatamente después de entrar por la puerta, el profeta acudió a Noka y le dijo que la había estado esperando. Sin ningún tipo de preámbulo, el profeta comandó a Noka que se pusiera de rodillas y comenzó una serie de rezos en una lengua desconocida. Sin poder aguantar más el dolor, Noka se puso en pie.
– «¿Por qué te pones en pie?» Preguntó el hombre como si acabase de ver la resrección de un hombre muerto.
Noka no respondió.
– «¿Sabías que estaba en medio de una conversación sobre tu hijo con los espíritus? ¿Sabes lo que planean hacer?»
– «Por favor, perdóneme» suplicó Noka «Mi cuello me dolía y mis rodillas también».
– «¿Qué tipo de escusa es esa?» preguntó después de haberse recuperado del shock que su respuesta le había producido. «¿Eres tan vaga que no puedes aguantar un pequeño rezo? Este niño es del mar. Va a haceros la vida imposible porque está enfermo y luego se marchará». Después de mirar su brillante reloj, el profeta le dijo que se fuera y que volviese en dos semanas.
– «Pon tu ofrenda en la cesta y vete». Noka puso 20 Naira y se dio la vuelta, pero el profeta le dijo que pusiese más.
Este hombre tiene que ser un verdadero hijo de Dios. Ha conseguido que Onojo deje de llorar y se había quedado dormido durante los rezos. Esto era una clara confirmación de los poderes del profeta.
Después de contarle a su marido la visita al profeta, este le contestó desinteresadamente que porque estaba obsesionada con las manos de la niña.
– «Olvídate de esto Noka, porque sé que me acabarás pidiendo dinero y yo no tengo dinero para darte».
Después de dos semanas, Noka volvió a ver al profeta, que le dijo que la familia del agua de Onojo le quería de vuelta y que podía negociar con ellos si Noka le pagaba 20,000 Naira.
– «Eleeee» gritó Noka llevándose las manos al pecho como si le acabase de dar un infarto.
– «¿De dónde voy a sacar 20,000 Naira? ¿Por favor no se ofenda pero le puedo traer ñames y judías?»
– «Mira señora, soy un hombre muy ocupado, no tengo tiempo para esto» contestó el profeta. «¿Qué te crees que van a hacer los espíritus con judías y ñames, cocinar la cena? ¿De dónde eres, de Júpiter? No te queda mucho tiempo señora. La estación de lluvia está acercándose y como su hija es una niña del agua los espíritus se la querrán llevar».
En cuanto empezaron las lluvias, la niña se puso mala otra vez, y fue hospitalizada durante cuatro días.
– «Por favor Ujah, el profeta tenía razón, tenemos que darle los 20,000 Naira. Mira esta enfermedad».
– «La veo Noka», respondió Ujah agitadamente. «Pero no puedo sacar 20,000 Naira aunque me cojas de las orejas y me pongas boca abajo».
Al día siguiente Noka se dirigió hacía el profeta y le dijo que si le podía dar 5000 Naira porque no tenía más. El profeta le dijo que claramente no se estaba tomando la enfermedad de su hija seriamente.
Noka se dirigió hacía el hospital, donde había por lo menos 50 personas esperando para ver al doctor. Cuando finalmente le tocó, este le comunicó que su hija padecía una neumonía severa.
– «¿Nemo? ¿No es ese el pez que la señora de la ONG le dio a mis hijos en navidad? ¿Qué tiene que ver mi hijo con un pez?» preguntó Noka.
– «Señora, la neumonía no es un pez», respondió el doctor. «Significa que su hija tiene una infección en los pulmones».
– «¿Una infección? ¿Eso qué es?»
– «Una infección es un germen que se encuentra en el pecho de su bebe y el fluido ha…»
– » ¿Agua?» Interrumpió Noka. «¿Hay agua en sus pulmones?»
A partir de esa pregunta Noka dejó de escuchar al doctor y se convenció que el profeta tenía razón, ya que había dicho que Onojo era un niño del mar. Incluso este doctor que no era un profeta había confirmado lo que le había dicho.
Lo único que ahora preocupaba a Noka era intentar escaparse con su hija del hospital para poder llevarla con el profeta, ya que sabía mucho más que este doctor que no tenía ni idea y solo utilizaba palabras formales.
Las palabras formales no curaban, pero los poderes sobrenaturales sí.
Autora: Ayibu Makolo
Fuente: Brittle Paper.
Para ver artículo completo en inglés visitar http://brittlepaper.com/2015/01/point-view-ayibu-makolo-african-story/#sthash.5lX8wyCa.dpuf
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