Una vez pasada la emoción del drama se habla ya muy poco de los sobrevivientes de los naufragios en el Mediterráneo.
Los naufragios que a menudo suceden de barcos de emigrantes a lo largo del Mediterráneo se quedan a menudo sin ningún comentario. Los últimos que han sucedido en Malta y cerca de la isla de Lampedusa hace unas semanas no han cesado de suscitar cólera e indignación y aun se sigue llorando a los 500 muertos de los dos naufragios.
Una vez que se han contado los muertos nadie más se acuerda de la suerte de los otros, los sobrevivientes. ¿Qué ha pasado con ellos? ¿Cómo van a reconstruir sus vidas? ¿Cómo pueden asimilar el recuerdo atroz de esta travesía horrorosa hacia Europa?
Tristeza y Coraje
Johnson Takyi es uno de ellos. Es ganeano y se ha instalado en una tienda que el mismo se ha hecho en una plaza de Berlín. Recuerda como había desaconsejado a su hermano de intentar la aventura hacia Europa.
“Yo le había dicho que no viniera. Le decía que no había trabajo para nosotros en Europa y que nos encontramos en la calle para dormir”.
Pero su hermano nueve años más joven que él ha querido de todas maneras intentarlo. “Ha muerto ahogado, estaba en una de esas embarcaciones que ha naufragado a primeros de octubre cerca de Lampedusa y ha causado 300 muertos.”
Con la mirada llena de tristeza el recuerda su llegada a esta pequeña isla italiana desde Libia en una embarcación que el mismo conducía.
“Trabajaba desde hacía seis años en Libia pero después de la caída del régimen de Gadafi nos han acusado a los emigrantes de África de estar del lado del dictador.”
Después de haber sido hospitalizado en Libia por una herida en una pierna se embarcó a la fuerza en plena noche en un barco con otros cien africanos que estaban en la misma situación. Llego a Lampedusa y paso doce días en un campo “cerrado” antes de ser enviado por las autoridades italianas a otra región.
“En Libia era carpintero y ganaba lo suficiente para enviar a mi familia. No quería venir a Europa “, continua contando sentado sobre unas mantas que le hacen de cama en un lugar húmedo de dos a tres metros cuadrados que no tiene agua corriente.
Víctima de los sobresaltos de la revolución de Libia él cuenta poco a poco su odisea atravesando Europa hasta su llegada a Berlín a donde ha llegado hace seis meses sin un céntimo y sin un techo.
Johnson obtuvo un permiso de estancia por un año y ocho meses en Italia, que le autorizaba a circular en los países europeos del espacio Schengen. Como no tenía trabajo decidió intentarlo en Alemania y los italianos le dieron 500 euros para que se marchara.
En Berlín deambulo por las calles antes de encontrar a alguien que lo condujo aquí. Este es “un campo de refugiados” instalado con tiendas expuestas al frio y que se llenan de agua cuando llueve en una plaza de un barrio turco alternativo de Kreuzberg.
Desde hace un año, un grupo de refugiados, la mayoría originarios de África negra y que han pasado por Lampedusa se encuentran aquí. Piden obtener el asilo político y el alcalde de Berlín les ha prometido encontrarles un techo seguro para el invierno.
Un pequeño grupo ha comenzado una huelga de hambre en la Puerta de Brandeburgo para apoyar sus reivindicaciones
“No tenemos duchas y los servicios (WC) móviles no están en buen estado”. Al principio los habitantes los toleraban pero ahora denuncian los malos olores y los inconvenientes durante la noche alrededor del “campo”.
Johnson Takyi sobrevive gracias a las asociaciones caritativas que le ofrecen vestido y comida.
¿Y el futuro? Johnson no desea regresar a Ghana.
“Puedo trabajar y ganar algo de dinero para enviar a mi familia “.
Slate Afrique
Traducido y editado para la Fundación Sur.