Primavera árabe : cuentos y realidades

2/10/2011 | AfroIslam

Le Point 15/09/2011

Muchas tonterías han sido escritas y dichas en torno a las revoluciones en Túnez, Egipto y Libia. Se trata de tres escenarios distintos. Inventario.

Todas las revoluciones acarrean su cohorte de símbolos, historias edificantes, de héroes reales o fabricados. Esta fantasmagoría participa también en la edificación de la historia, a la creación de mitos fundadores.

La primavera árabe no escapa a esta regla. De no navegar contra el viento y sin querer quitarle valor a este movimiento formidable de emancipación, vamos a intentar hacer un breve inventario de esta imaginería y de estas contra-verdades.

Primera contra-verdad: el pueblo entero estaba en la calle.

Evidentemente es falso. “El día de la caída de Ben Ali, no había mucho más de 10 000 manifestantes en las calles de Túnez”, dice un observador particularmente bien informado. En Egipto, el número de la gente que protestaba en el centro del Cairo nunca pasó de 150 000. Esto no quita nada a la importancia del acontecimiento, pero le relativiza en un país de más de 80 millones de habitantes.

Segunda contra-verdad: El Internet ha sido determinante.

Por supuesto que los nuevos media han jugado un papel determinante para informar el mundo exterior. Pero han tenido una función relativamente menor en la movilización interna. En Egipto, alrededor de 2 millones de personas (de 83 millones) están conectadas a Internet.

Tercera contra-verdad: el pueblo ha tomado el poder en los tres países.

En Túnez, son los caciques que aseguran la transición complicada hacia las elecciones democráticas. En Egipto, es el ejército el que manda. Las manifestaciones de hecho han desembocado a un golpe de estado. Para el gran alivio de muchos, que ven en el ejército la garantía de una estabilidad. Si los generales no van a intervenir casi seguro en el proceso de las legislativas, sin embargo va a ser necesario que el próximo presidente sea “un militar-compatible”, según las palabras de un especialista. En Libia, sin la intervención de la Otan y la determinación de Sarkozy, Gadafi reinaría todavía en Trípoli a pesar de la exasperación de una parte de la población.

Cuarta contra-verdad: existe un peligro islamista.

Ni en Egipto ni en Túnez, ni en Libia, los salafistas no pueden imponer su ley. Por el contrario, los islamistas más o menos próximos a los Hermanos musulmanes participarán en los gobiernos. La mayoría de ellos ojean más bien el modelo turco que a los talibanes afganos o el wahabismo saudita. El hecho de escribir en el preámbulo de una constitución “la chariaa es una fuente de derecho” no implica que van a cortar la mano de los ladrones o que pongan el velo a las mujeres. Sobre todo cuando el texto reafirma un compromiso democrático, la igualdad de la mujer, la libertad de credos y de opinión.

En resumen: es indispensable delimitar, más allá de los mitos, la realidad de estas revoluciones árabes para que no nos cojan desprevenidos las evoluciones futuras.

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