Tan sólo una veintena de estudiantes se presentaron el pasado lunes 11 de enero para retomar las clases en la universidad de Garissa. En las instalaciones del centro había unos 800 estudiantes cuando tuvo lugar el ataque en abril de 2015 a manos de un comando del grupo islamista Al Shabab, que acabó con las vidas de 148 personas.
Casi todas las víctimas eran estudiantes que residían en el campus, y la mayoría de las 148 muertes fueron a sangre fría. El ataque de la universidad de Garissa, el 2 de abril al alba, ha sido el que más víctimas se ha cobrado en Kenia desde el atentado de 1998 contra la embajada estadounidense en Nairobi, que fue perpetrado por Al Qaeda y que culminó con la muerte de 213 personas.
Poca presencia estudiantil
La mayoría de los supervivientes del ataque han sido trasladados a otras instalaciones. A pesar de las medidas de seguridad, los que volvieron a las aulas el lunes son en su mayoría de la localidad de Garissa, a 365 km. de la capital, Nairobi, y a 150 km. de la frontera somalí.
La universidad de Garissa había reabierto oficialmente la semana anterior y la mayoría de los profesores se presentaron en sus puestos de trabajo, según el rector de la universidad, Ahmed Osman Warfa. Este último anunció que se han reforzado las medidas de seguridad con la instalación de un puesto policial en el interior del campus y con la futura construcción de una valla que lo rodee.
La matanza a juicio
Los cuatro miembros del comando de Al Shabab fueron abatidos por las fuerzas especiales keniatas cuando habían pasado 16 horas desde el asedio. Cinco hombres, sospechosos de estar relacionados con el ataque sin que se haya delimitado de momento su papel durante el mismo, están siendo juzgados en este momento en Nairobi.
Estos últimos días los supervivientes han declarado ante el tribunal como testigos de la matanza, lo que vivieron al despertarse al alba con explosiones y tiroteos, la separación de los asaltantes entre musulmanes y no musulmanes, agrupando a estos últimos para su alineación y fusilamiento, los mares de sangre en los que pasaron varias horas fingiendo estar muertos o los montones de cadáveres bajo los que algunos se escondieron. Han declarado también lo sádico de los verdugos, que disfrutaban humillando a las víctimas antes de ejecutarlas.
Jeune Afrique
(Fundación Sur)