Dos policías murieron esta mañana a manos de un grupo armado en el noreste de Kenya, cerca de la frontera somalí. El ataque se produjo en la ciudad de Garissa, que ya en meses anteriores fue escenario de actos de violencia imputados en su mayoría a integrantes o simpatizantes de la insurrección somalí de los Al Shabaab.
La noticia tuvo amplio eco en la prensa nacional, y la opinión pública aún está conmocionada pocos días después de la emboscada en la zona de Samburu en la que murieron 42 agentes de policía. Según las autoridades policiales, los agentes que habían sido enviados a calmar un conflicto entre las comunidades Samburu y Turkana en torno a un robo de ganado, fueron tomados de sorpresa por un grupo de “bandidos”.
En la zona ha sido desplegado el ejército, pero “la vida ya no es la misma”, escribe a la MISNA el padre Roberto Sibilia, misionero de la Consolata en Barangoi, epicentro de la violencia. El misionero agregó que “por temor a represalias de los militares, mucha gente se ha ido hacia Maralal, abandonando sus viviendas y sus pocos bienes”.
Según las fuentes misioneras, todo habría comenzado cuando en torno al 25 de octubre en los alrededores de Baragoi “se comenzó a notar un gran número de guerreros Samburu, venidos desde diferentes lugares para recuperar el ganado sustraído por cuatreros Turkana. En honor a la verdad, los ancianos Samburu trataron por todos los medios de convencer a los guerreros de desistir de sus intenciones, pero inútilmente”.
El ataque habría concluido con la derrota de los Samburu, muchos de los cuales habrían sido heridos o muertos. La comunidad no se rindió y “pretendió la intervención de la policía para recuperar el ganado robado”, dice el religioso, según quien “se enviaron nuevos reclutas, apenas salidos de la pasantía, a manejar la situación”, y no queda claro cómo se dejaron envolver en un conflicto que se reveló mortal.
“¿De quién es la culpa de lo que estamos viviendo?” pregunta el religioso. Según él, desde hace tres días “el campo de juego de la escuela primaria de Baragoi se ha convertido en base de helicópteros y camiones”, para la recuperación de heridos y de cadáveres. “Lo que es seguro –observa– es que en los últimos 10 años el número de armas en manos de los ciudadanos aumentó y ya nada está bajo control”.
(MISNA, 16-11-12)