El líder palestino encarcelado desde hace 11 años en Israel acusado de terrorismo posee un recorrido asombrosamente parecido al de Madiba.
Entre las reacciones aparecidas con la muerte de Mandela una voz ha sido particularmente no escuchada. Desde la celda número 28 del Centro de detención de Hadarim al norte de Tel Aviv, Marwan Barghouti, prisionero palestino encarcelado desde hace once años ha rendido un vibrante homenaje al padre de la nación arco iris.
“Desde mi celda yo os digo que nuestra libertad es posible porque vosotros habéis obtenido la vuestra (…) El apartheid no ha predominado en Sudáfrica y no predominara en Palestina”. El autor de esta nota ha sido condenado a cinco penas de cadena perpetua por su implicación en las muertes que tenían como objetivos a civiles israelitas.
Pero lejos de ser un simple preso palestino de derecho común, Marwan Barghouti es en realidad la figura política más conocida en Palestina. De 54 años de edad se le denomina “el Mandela palestino” debido a la larga duración de su encarcelamiento y de su capacidad a liderar. “La comparación esta fuera de propósito porque Mandela no tenía sangre en sus manos”, subraya Yaron Gambourg portavoz de la embajada de Israel en Francia. Sin embargo las similitudes de sus carreras son asombrosas.
Marwan se unió al movimiento palestino Fatah a la edad de 15 años fundando la rama de los jóvenes, el Shabiba. Este es el primer punto común con Mandela que se unió a los jóvenes del partido ANC.
A la edad de 18 años fue arrestado por pertenencia “a una organización terrorista”, por lo que es en una prisión israelita donde el termina sus estudios y aprende hebreo que en la actualidad habla fluentemente. Este es el segundo punto común con Mandela que durante 26 años aprendió el afrikáans, la lengua del apartheid para poder comprender mejor a sus enemigos.
Como Mandela, Marwan Barghouti es principalmente un ardiente defensor de la resistencia pacífica. Cuando fue liberado fue escogido presidente del consejo de estudiantes de la Universidad de Birzeit. Muy apreciado por sus dotes de orador, jugo un papel de primer plano en el momento de estallar la primera Intifada en 1987, un movimiento de protesta popular mayoritariamente pacifico contra la ocupación israelita. Tsahal se dio cuenta de su importancia y lo arresto durante ese mismo año y lo expulso por la fuerza de las armas a Jordania. Solo pudo regresar al país en 1994 cuando se tomaron los acuerdos de Oslo.
Este exilio de siete años no le disuadió para nada de poder realizar un acuerdo de Paz duradera en Israel.
Por Armin Arefi
Traducido del francés Blog Accre