Mi amiga intima Mercy, cuando se enteró de mi novela, me felicitó: había descubierto «lo que los blancos querían leer y se lo había dado.»
Mercy tenía razón. La idea para mi libro podía haber sido inspirada de forma independiente, pero la aprobación de los «blancos» era crucial. El éxito de un escritor africano sigue dependiendo de Occidente.
En la última década, todo tipo de cosas maravillosas han sucedido a la literatura africana. Escritores africanos han ganado o han sido preseleccionados para algunos de los premios literarios más prestigiosos y han obtenido los mejores puestos en los escaparates de las librerías más importantes. Voces africanas contemporáneas están, finalmente, contando historias africanas.
Pero estamos contando sólo las historias que los extranjeros nos permiten contar. Los editores en Nueva York y Londres deciden a quiénes de nosotros van a ofrecer contratos y qué tipo de historias van a publicar. Jueces estadounidenses y británicos deciden quién de nosotros es galardonado y asegurado de fama y de ventas. Aparte de Sudáfrica, donde algunas de las cinco grandes editoriales tienen sucursales locales, los pocos editores tradicionales en África prefieren comprar los derechos de libros que ya se venden en Occidente en lugar de arriesgar sus limitados fondos en talentos locales desconocidos.
Como resultado, en Nigeria, la mayoría de los escritores publican por su cuenta. La responsabilidad de la impresión, marketing y publicidad de sus libros depende únicamente de sus bolsillos. Existen docenas de imprentas para atender las necesidades de estos autores. Muchas de ellas aceptan manuscritos de cualquiera que pueda pagar. Pero sin una infraestructura sólida para la comercialización y distribución, y sin poder participar en la mayoría de los premios internacionales que sólo aceptan libros ya publicados según normas establecidas , el éxito de las obras de estos autores depende a menudo de la cantidad de amigos, familiares y socios políticos que pueden asistir a la presentación de sus libros y pagar precios exorbitantes por cada copia o de si tienen una conexión en el gobierno que pueda incluir su libro como texto recomendado para las escuelas.
Las audiencias literarias en muchos países africanos prefieren esperar a que los críticos occidentales coronen un nuevo escritor, y luego lo reconocen y aplauden. Después de todo, son esos mismos críticos y conocedores occidentales quienes nos dierón a conocer y venerar a los famosos Chinua Achebe, Wole Soyinka y Ngugi wa Thiong’o. Los escritores locales sin algún aval de aprobación occidental son siempre vistos como inferiores. En las conversaciones internacionales sobre la literatura africana, sus libros no son mencionados.
Yo tuve suerte. Después de que terminé de escribir mi novela en 2007, pedí a amigos que viven en Gran Bretaña que enviaran el manuscrito a agentes británicos. Como no tenía tantos amigos en los Estados Unidos, envié mi libro en forma electrónica a los cuatro agentes estadounidenses cuyos sitios web aceptan los artículos por correo electrónico. También lo envié a un editor de Nigeria, pero para cuando me llamaron para decirme que estaban interesados, yo ya tenía un contrato con un agente en Nueva York y tuvieron que ponerse de acuerdo con él.
Incluso cuando un escritor africano encuentra aprobación en el Oeste y ve su libro reimportado a su país natal, la posibilidad de tener lectores locales puede ser muy limitada. Cualquier nigeriano en Anchorage o en Newcastle-upon-Tyne que lo desee puede adquirir mi novela. Pero aquí, en mi país, donde las compras en internet siguen siendo una aventura esotérica (y donde muchos sitios web rechazan las tarjetas de pago vinculadas a direcciones de Nigeria), mi libro está solamente disponible en unas pocas librerías en zonas elegantes de unas cinco ciudades. No está disponible por ejemplo en Umuahia, la capital del estado de Abia, en el sureste de Nigeria, donde yo crecí, donde viven mis padres, y donde mi novela está ambientada. La industria editorial local con pocos recursos no puede ofrecer libros a precios asequibles
Con los años, ingeniosos interesados anónimos han intervenido para solucionar este problema, vendiendo copias pirateadas de libros de autores africanos en puestos ambulantes y sucias mesas en los mercados. Pasaron varios meses después de que se generalizaran estas prácticas en Nigeria antes de que encontrara una copia del último libro de Chinua Achebe: » There Was a Country“ que no estuviera descolorida y pobremente impresa.
Todo esto combinado puede hacer que los lectores africanos consideren que la literatura africana no existe para ellos, sino para los occidentales. ¿Por qué , si no, la brutalidad y la depravación habrían sido el núcleo de muchas historias africanas célebres? Parece que los editores han asignado a África la suerte de suministrar a Occidente un entretenimiento salvaje: historias sobre la limpieza étnica, los niños soldados, el tráfico de personas, las dictaduras, los abusos de derechos y así sucesivamente. Los mismos estereotipos que los africanos, a menudo, afirman aborrecer, forman el contenido de nuestros éxitos literarios.
Además hay también un límite a la capacidad de un editor en Nueva York, por más responsable que quiera ser, para supervisar una historia africana, y asegurarse de su autenticidad. Una historia sobre una mujer africana en la década de 1980, por ejemplo, no debe presentarla satisfecha con tener un solo hijo. Un personaje de habla inglésa en un suburbio de África probablemente no conoce todos los detalles de algunas expresiones. Pero un editor en Nueva York no tiene forma de saber esto.
Incluso un africano que ha vivido la mayor parte de su vida en el extranjero puede no recordar. Y en la actualidad, una gran mayoría de los escritores africanos de renombre internacional residen en el Oeste. Cuando hablo de los acontecimientos en Nigeria, aunque haya mencionado varias veces que resido en Abuja, me suelen preguntan, «¿cuánto tiempo lleva usted en Nigeria?»
Nada de esto va a cambiar hasta que los escritores africanos puedan comenzar sus carreras publicando en sus países de origen. Algunos de los más grandes escritores africanos de mi generación, quizás no sean nunca conocidos, ya sea porque no cruzarán el Océano Atlántico para atraer la atención de un agente o editor, o bien porque todavía no han dominado el arte de descifrar los gustos occidentales.
Adaobi Tricia Nwaubani
* Adaobi Tricia Obinne Nwaubani, nacida en 1976, es una novelista nigeriana, humorista, ensayista y periodista. Su primera novela «Yo no vengo a usted por casualidad” ganó el Premio de la Commonwealth 2010 de Escritores por el Mejor Primer Libro (África), un premio Betty Trask primer libro y fue nombrado por el Washington Post como uno de los mejores libros de 2009. Nwaubani es el primer escritor africano contemporáneo en el escenario mundial que ha conseguido un acuerdo internacional sobre un libro cuando aún vivía en su país natal. (Fuente: Wikipedia)