Un día, por la mañana temprano, la hiena decidió ir a pescar.

En el camino se encontró con el chivo.

-¿Quién eres? -le preguntó.

-A mí -respondió el chivo-, me llaman «jefe de balsa»

-Buenos días,»jefe de la balsa». Yo voy a pescar. Perdona, pero tengo mucha prisa.

Decidido a divertirse a costa de la hiena, el chivo tomó otro camino, se adelantó a la hiena y llegó a la balsa antes que ella. Se embadurdó todo el cuerpo con barro muy espeso, dejando sólo descubiertos sus ojos. Maquillado de esta manera parecía un verdadero monstruo. Salió al encuentro de la hiena y le preguntó:

-¡Eh tú! ¿Quién eres y a dónde vas con tanta prisa?

Temblando de miedo la hiena respondió:

-Yo…yo…soy la corza Walga y voy a pastar la hierba de estos contornos.

-Bien, puedes pasar. La persona que yo busco no eres tú. Es la hiena, esa idiota que parece que se propone pescar en mi balsa.

Mira, hazme un favor: si por casualidad la encuentras, no dejes de decirle que la estoy buscando y que si doy con ella, hoy será el último día de su vida.

-Honorable amigo, déjame, entonces, pasar. Por lo que dices el asunto sólo es cosa entre tú y a la hiena. Yo soy únicamente una pacífica comedora de hierba, no tengo ni idea de las diferencias que puede haber entre la hiena y tú; por lo tanto no puedo servir de árbitro entre vosotros.

Ya que tenía permiso para pasar, la hiena continuó su camino. Detras de ella quedaba el chivo, retorciéndose de risa, feliz de haberse divertido tanto a costa de la mentirosa y cobarde hiena.

También la hiena iba riéndose para sus adentros. ¿Quién había embromado a quién?

Traducción del francés: María Puncel