La dignidad humana y sus violaciones actuales más graves, por Lázaro Bustince

19/04/2024 | Bitácora africana, Crónicas y reportajes

La dignidad humana es el fundamento de todos los derechos y deberes de cada ser humano, y por tanto el objetivo principal de todas las políticas económicas, educativas, sanitarias y de desarrollo sostenible y ecológico.

Algunas de las violaciones actuales más graves de la dignidad humana, en todo el mundo, son: el empobrecimiento de media humanidad, la trata de personas, el tráfico de armas, la opresión militar, el saqueo de recursos, el maltrato de los migrantes, los abusos sexuales y la violencia de género, el descarte de personas con discapacidad, la tortura en todas sus formas, la opresión digital, etc.

Existen Documentos publicados recientemente sobre la dignidad humana. Algunos de los más significativos son:

  • Los Objetivos del Desarrollo Sostenible de la ONU en 2015, firmado por 193 países.
  • Las encíclicas del papa Francisco: “Todos Hermanos”, “Laudato Si” y “Laudate Deum” sobre la justicia ecológica.
  • Informes “Mo-Ibrahim”, sobre la pobre calidad de la Gobernanza en África y en el mundo,
  • Los Informes de “Caritas” sobre la cruda realidad en nuestra sociedad y los diferentes Informes sobre los abusos sexuales y económicos.

La dignidad humana se fundamenta en su propio ser y le corresponde a cada persona, más allá de toda circunstancia y en cualquier estado o situación en que se encuentre. Este principio, plenamente reconocible incluso por la sola razón, fundamenta la primacía de la persona humana y la protección de sus derechos, libertad y responsabilidad.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos del 10 de diciembre 1948 por la Asamblea General de las Naciones Unidas afirma que “todo ser humano debe ser reconocido y tratado con respeto y amor, precisamente por su dignidad inalienable”.

La dignidad humana incluye las dimensiones más relevantes de la vida humana, como son: la existencial, personal, ética y la social.

El ser humano no crea su propia naturaleza sino que la recibe, y puede desarrollar y enriquecer sus cualidades, puesto que es racional, capaz de amar y libre. Aquí radica su grandeza, pues siendo responsable puede madurar como ser humano inteligente y humanizar la sociedad.

Sin embargo, cuando el ser humano es irresponsable, puede comportarse como “lobo” más que como “cordero”. “Homo hominis lupus”, (el hombre es lobo para el hombre”) como lo dijo el filósofo inglés Thomas Hobbes en el siglo XVII, aunque en justicia hay que atribuírsela al comediógrafo latino Plauto, quien la introdujo por vez primera en su obra “Asinaria” allá por el siglo III, AC.

A lo largo de la historia, la humanidad ha gozado de relaciones humanas y humanizadoras, como también ha conocido relaciones de odio y violencia entre grupos familiares, tribales, radicales y violentos.

Normalmente la sociedad ha sabido proteger y defender la dignidad humana de los débiles, de los enfermos y marginados, aunque también ha conocido periodos (tráfico de esclavos, persecuciones, etc.) de opresión y de crueles abusos de esa dignidad humana.

La Declaración de las Naciones Unidas de 1948 habla de “la dignidad intrínseca, y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana. Todo ser humano es libre y responsable en sus relaciones sociales, porque es un ser relacional por naturaleza, y debe asumir sus responsabilidades hacia los otros miembros de la comunidad, en respeto y en solidaridad.

Aquí la educación integral que promueve el crecimiento de todas las facultades y capacidades humanas es fundamental para construir juntos una sociedad más humana y una convivencia más fraternal.

El papa Francisco lo resume: «todo ser humano tiene derecho a vivir con dignidad y a desarrollarse integralmente, y ese derecho básico no puede ser negado por ningún país. Lo tiene aunque sea poco eficiente, aunque haya nacido o crecido con limitaciones. Porque eso no menoscaba su inmensa dignidad como persona, que no se fundamenta en las circunstancias sino en el valor de su ser. Cuando este principio elemental no queda a salvo, no hay futuro ni para la fraternidad ni para la supervivencia de la humanidad». (187 F.Tutti)

Uno de los fenómenos que más contribuye a negar la dignidad de tantos seres humanos es la pobreza extrema, ligada a la desigual distribución de la riqueza. Como ya fue subrayado por san Juan Pablo II, «una de las mayores injusticias del mundo contemporáneo consiste precisamente en esto: en que son relativamente pocos los que poseen mucho, y muchos los que no poseen casi nada. Es la injusticia de la mala distribución de los bienes y servicios destinados originariamente a todos».

Por tanto, con el Papa Francisco hay que concluir que «aumentó la riqueza, pero con inequidad, y así lo que ocurre es que ‘nacen nuevas pobrezas’”. Entre estos «destructores efectos del Imperio del dinero», se debe reconocer que “no existe peor pobreza que aquella que priva del trabajo, techo y tierra, y de la dignidad del trabajo”. Todos somos responsables, aunque en diversos grados, de esta flagrante desigualdad.

Otra tragedia que niega la dignidad humana es la que provoca la guerra, hoy como en todos los tiempos: guerras, atentados, persecuciones por motivos raciales o religiosos, y tantas afrentas contra la dignidad humana. Todas las guerras, por el mero hecho de contradecir la dignidad humana, son «conflictos que no resolverán los problemas, sino que los aumentarán». Ante esta realidad, hoy es muy difícil sostener los criterios racionales madurados en otros siglos para hablar de una posible “guerra justa”. ¡Nunca más la guerra!

El trato denigrante que el norte global otorga a los inmigrantes supone una grave injusticia, pues niega su dignidad en sus países, y su misma vida es puesta en riesgo porque no tienen los medios para crear una familia, para trabajar o para alimentarse. Por tanto, es siempre urgente recordar que todo emigrante es una persona que, en cuanto tal, posee derechos fundamentales inalienables que han de ser respetados por todos y en cualquier situación. Su acogida es una forma importante y significativa de defender «la inalienable dignidad de cada persona humana más allá de su origen, color o religión».

La trata de personas también debe considerarse una grave violación de la dignidad humana.

La profunda dignidad inherente al ser humano en su totalidad de mente y cuerpo nos permite comprender también por qué todo abuso sexual deja profundas cicatrices en el corazón de quienes lo sufren: éstos están, de hecho, heridos en su dignidad humana.

En este horizonte de violencia contra las mujeres no se condenará nunca de forma suficiente el fenómeno del feminicidio. El cuidado ha de ser para nadie sea descartado, especialmente los más débiles, y en particular los ancianos y los enfermos.

Conviene reiterar que toda persona, independientemente de su tendencia sexual, ha de ser respetada en su dignidad y acogida con respeto, procurando evitar «todo signo de discriminación injusta», y particularmente cualquier forma de agresión y violencia. Por ello, hay que denunciar como contrario a la dignidad humana que en algunos lugares se encarcele, torture e incluso prive del bien de la vida, a no pocas personas, únicamente por su orientación sexual.

El avance de las tecnologías digitales, aunque ofrece muchas posibilidades para promover la dignidad humana, tiende cada vez más a crear un mundo en el que crecen la explotación, la exclusión y la violencia, que pueden llegar a atentar contra la dignidad de la persona humana. Desde esta perspectiva, si la tecnología ha de estar al servicio de la dignidad humana y no perjudicarla, y si ha de promover la paz en lugar de la violencia, la comunidad humana debe ser proactiva a la hora de abordar estas tendencias respetando la dignidad humana y promoviendo el bien común.

Lázaro Bustince

CIDAF-UCM

Autor

  • Bustince Sola, Lázaro

    Nacido en Izco (Navarra), en 1942, estudió filosofía en Pamplona (1961-1964). Hizo el noviciado en Gap – Grenoble (1964-1965), con los Misioneros de África (Padres Blancos). Estudió Teología en el instituto M.I.L. de Londres, (1965-1969), siendo ordenado sacerdote en Logroño, en los Padres Blancos en 1969.

    Comenzó su actividad misionera en África en 1969, siendo enviado a la diócesis de Hoima en Uganda, donde estuvo trabajando en la educación, desarrollo y formación de líderes durante nueve años. Luego vivió un periodo de trece años en diversas ciudades europeas, trabajando en la educación y capacitación de los jóvenes (Barcelona 1979-1983)) , en Irlanda como responsable de la formación de los candidatos polacos (1983-1985), y en Polonia donde fue Rector del Primer Ciclo de Filosofía Polaco (1985-1991), y se doctoró en Teología espiritual en Lublin, donde fue nombrado profesor de la misma Universidad Católica de Lublin (KUL), de dicha ciudad, en 1991.

    Regresó a Uganda en 1992, y fue elegido Provincial de los padres Blancos de Uganda hasta 1999. Durante este periodo, fue también presidente de la Asociación de Religiosas-os en Uganda (ARU), y pionero en la construcción del Centro Nacional de Formación Continua (USFC). Además inició la Comisión de Justicia, Paz e Integridad de la Creación (JPIC) en 1994, trabajando en la formación de líderes en JPIC.

    En 2000 y 2004 cursó estudios sobre educación en Justicia, Paz, y Transformación de Conflictos, en Dublín. Desde su regreso a Uganda, fue pionero en la capacitación de agentes sociales en JPIC, y en el establecimiento del primer Consorcio de Educación Ética (JPIIJPC), lanzado por seis Congregaciones Misioneras, en 2006. Desde el inicio, y hasta junio 2011, ostentó el cargo de primer Director del Instituto. Al mismo tiempo fue profesor invitado de Ética en la Universidad de los Mártires de Uganda (UMU).

    En septiembre de 2011 fue nombrado director general de África Fundación Sur (AFS), organismo que dejó de existir en 2021. En la actualidad sigue trabajando por África al 100 % siendo, entre otras ocupaciones, editorialista en el CIDAF-UCM.

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