En el cajón de mis recuerdos, el de uno de mis profesores en Londres en 1963. Canadiense de nacimiento, misionero en Malaui, acérrimo promotor de la inculturación del cristianismo en África (aún conservaba en el armario algunas camisas “africanas”), había renunciado a su nacionalidad y adquirido la de Malaui. Sólo que un buen día las autoridades consideraron que ese “extranjero” intervenía demasiado en los asuntos políticos del país y lo expulsaron. Cuando lo conocí en Londres, era un “apátrida” intentando a toda costa recuperar su nacionalidad de origen. Años más tarde (¿hacia 1987?) asistí delante de la catedral de Bolgatanga (norte de Ghana), a la revista por el obispo local de los “Knights of St. John International & Ladies’ Auxiliary” (Caballeros y Damas de San Juan). Ellos y ellas bien trajeados a la europea, corbata o pajarita, y ritmo marcial. El compañero que me acompañaba, otro defensor de la inculturación, me comentó en voz baja: “Si esto es inculturación, ¡que venga Dios y los vea!”. Para entonces, yo ya había leído algo acerca de Jean Rouch y sus documentales sobre el impacto de la colonización en los formatos culturales en África Occidental (Rouch había sido director de investigación del CNRS y dirigiría la Cinemateca francesa entre 1987 y 1991). Así que tras la ceremonia pregunté a los caballeros sobre el origen y los servicios que su organización prestaba. Como era de prever, bajo formas aparentemente occidentales, los contenidos y actividades seguían siendo los de las asociaciones tradicionales: ceremonias de iniciación, obras de beneficencia y, sobre todo, ayuda mutua entre los caballeros y las damas, especialmente con ocasión de funerales y entierros.
Todo esto viene a cuento porque la semana pasada leí en una nota de Crux (Agencia de noticias católica estadounidense) que “El pueblo Nso advierte a un obispo de Camerún contra la adulteración de su cultura”. En una dura carta del pasado 4 de junio, dirigida a George Nkuo, obispo de Kumbo, en la región Noroeste de Camerún, Tadze Adamu Mbiydzela, presidente de Nso Cultural and Development Association (NSODA) había advertido a la Iglesia católica contra la adulteración de la cultura Nso bajo el disfraz de la inculturación. Con sus 240 tribus, Camerún es el país africano con mayor variedad étnica. Los Nso, uno de los pueblos bantúes del Camerún medio, emigraron, a partir de finales del siglo XIV, desde la región de Adamawa, más al Norte, hasta lo que es hoy la provincia Noroeste. Kumbo, también conocida como Banso (literalmente «gente de Nso»), es la segunda ciudad más grande de la región. Famosa por su rico patrimonio cultural, la tierra de los Nso es al mismo tiempo un bastión del cristianismo, con el catolicismo como principal religión. De etnia Nso fueron el primer cardenal camerunés, Christian Wiyghan Tume, y el arzobispo de Bamenda Paul Mbiybe Verdzekov. En la carta de NSODA, tras mencionar “los esfuerzos que la diócesis de Kumbo ha estado haciendo para el desarrollo del Reino Nso”, Mbiydzela expresa su enfado por las exhibiciones de las máscaras sagradas Nso en algunos eventos de la Iglesia. Ya en 2022 máscaras sagradas dieron la bienvenida a monseñor Nkuo en su visita a Nkambe (municipio del departamento de Donga-Mantung, en la región Noroeste), que Bum Tourism Cameroon publicó en un vídeo del 25 de abril de ese año. Y es evidente que lo que para el obispo había sido un acto de “inculturación”, aplaudido por algunos en las redes, la presencia de las máscaras fuera de su contexto religioso y cultural tradicional equivalía para NSODA a “una impactante profanación de nuestra cultura y tradición”.
Y como si lo de las máscaras fuera la gota que hace desbordar el vaso, la Cameroon News Agency (CNA) hablaba el pasado 5 de julio, de “tensión entre la Iglesia Católica y los jefes tradicionales de la región Noroeste de Camerún”, después de que el actual obispo de Bafoussam, Paul Lontsie Keune, los hubiera acusado de perseguir a la Iglesia en el distrito de Menoua. 15 jefes tradicionales calificaron esa acusación de “pirómana e irrespetuosa”, pidieron a los jefes tradicionales que no entraran en las iglesias y al obispo que se excusara. Solo tras una reunión entre el presidente de la Cámara de los Jefes, Awa Fonka Augustine, y el obispo de Bafoussam, Paul Lontsie Keune, volvieron las aguas a su cauce. Pero quedaron en el aire las preguntas que el cristianismo, los europeos interesados por África y los mismos africanos arrastran desde hace siglos: ¿Aculturación? ¿Inculturación? ¿Sincretismo? ¿Cómo inculturar sin ofender? ¿Cómo dejarse inspirar por las diversas tradiciones africanas sin convertirlas en “folklore” ni encerrarlas en museos?
Intentando contextualizar ese tipo de preguntas, el “Stellenbosch Theological Journal” publicó en 2016, Vol 2, No 2, 381–400, un importante artículo de Peter Syisi Nyuyki y Attie Van Niekerk, de la universidad sudafricana de Pretoria: “Syncretism and inculturation in the Nso’ context of Cameroon”. Los autores parten de la vivencia cristiana en los mundos judío y grecorromano, que hizo que, según el teólogo alemán Adolf von Harnack, el cristianismo apareciera al mismo tiempo como religión Oriental y Helénica, extranjera y nativa. Citan igualmente al jesuita Pedro Arrupe: “La inculturación ha sido definida como la «encarnación» de la vida cristiana y del mensaje cristiano en un contexto cultural particular, de modo que esta vivencia no sólo se expresa a través de elementos propios de la cultura en cuestión, sino que se convierte en un principio que anima, dirige y unifica la cultura, transformándola y rehaciéndola para dar lugar a una nueva creación”. Y refiriéndose más concretamente a la cultura Nso, Nyuyki y Van Niekerk sostienen que la inculturación no es un «todo vale«. Critican la inculturación que conduce al sincretismo y sugieren como solución una «traducibilidad» holística y una «contextualización crítica».
Son términos correctos, aunque un tanto grandilocuentes. Me gustan más “vivencia” y “vida cristiana” (holísticos por naturaleza), a sabiendas de que la inculturación es auténtica sólo cuando se parte de la vivencia de las bases, de abajo hacia arriba, aunque luego necesite que los especialistas y responsables la articulen y organicen. Siempre recordaré lo que hace muchos años me comentó un amigo, buen teólogo aunque desconfiaba un poco de la teología académica, a propósito de la “inculturación”: “Si quieres que funcione, da una buena formación bíblica a los cristianos de a pie. Acompáñalos en el camino de la oración y de la amistad con Jesús de Nazaret. Ayúdales a abrir los ojos a la compleja realidad del mundo que nos rodea. Déjales luego que hagan un coctel muy personal con todo eso. Lo que de ello salga será una auténtica inculturación”.
Ramón Echeverría
CIDAF-UCM