Huí de mi hogar en Tanzania para poder dedicarme al periodismo

28/03/2018 | Opinión

Cuando decidí estudiar periodismo, hace más de 20 años, nunca me imaginé los amigos que llegaría a hacer. Nunca me imaginé que después de dos décadas, confiaría mi destino a aliados de otros lugares que todavía no conocía.

Tampoco tuve en cuenta los enemigos que haría. Quién me iba a decir que los poderosos oponentes a la verdad periodística acabarían persiguiéndome en mi propia patria, Tanzania. Aun así, eso fue lo que me ocurrió tras haber escrito ciertos artículos que se atrevían a criticar al Presidente John Magufuli.

La primera vez que supe que estaba bajo el radar del presidente, a principios de 2016, fue cuando mandaron a un amigo mío para que me aconsejara que dejase de criticar al nuevo líder. En esa época, no me tomé muy en serio el mensaje. Durante más de diez años he estado recibiendo advertencias similares bajo el régimen de los predecesores de Magufuli, Benjamn Mkapa y Jakaya Kikwete.

Pero me di cuenta de que realmente estaba en peligro el 2 de octubre de 2017 cuando unos buenos samaritanos me previnieron de un complot para asesinarme. Tuve la suerte de que, en esa situación de miedo e incertidumbre, pude recurrir inmediatamente a la ayuda de unos amigos.

Ellos me transportaron rápido de Mwanza a Dar es Salaam, donde pedí ayuda a un grupo local de Derechos Humanos. Dado que los perseguidores estaban siguiendo mi rastro, esta organización me reubicaba cada cierto tiempo, así en esas dos semanas estuve en cuatro hoteles distintos.

Pero no fue suficiente para alejarme del peligro. En el cuarto hotel, el recepcionista me dijo una noche que “alguien del gobierno” le había estado preguntando por mi. Me advirtió de que dos de ellos, que decían ser oficiales de policía, tenían habitaciones reservadas.

Aterrado y con la muerte a mis espaldas, huí de ahí en ese preciso momento. Llamé a un amigo que llegó en 15 minutos. Me subí a su coche y aceleramos sin ningún destino en mente. Mientras íbamos en el coche, llamé a otro contacto, miembro de un partido de la oposición, que afortunadamente me encontró una residencia secreta donde podría refugiarme. Allí parecía estar a salvo, y fue ahí donde dos semanas más tarde una organización periodística internacional vino a ayudarme a abandonar el país.

Ello significó que cuando secuestraron en extrañas circunstancias a Azory Gwanda, un reportero para el periódico de Mwananchi, el 21 de noviembre, yo ya estaba reubicado y seguro en Nairobi. A Gwanda, quién también publicó informes críticos con el gobierno, probablemente lo habían capturado los mismos individuos que fueron a por mi. Su paradero aun se desconoce y el gobierno permanece en silencio.

Pensar en el destino de Gwanda aun me hace estar más agradecido con mis amigos de Tanzania y de Kenia, Finlandia, Dinamarca, Suecia y los Estados Unidos, que me han salvado la vida.

Magufuli aprieta la soga

Desde entonces, he huido incluso más lejos, mientras la situación en Tanzania no ha dejado de empeorar.

El presidente Magufuli, quien llegó al poder en 2015, gobierna por decreto y solo recurre a la Constitución cuando le conviene. Los logros de la democracia tanzana de 25 años de pluripartidismo están disminuyendo a un ritmo acelerado.

ansbert_ngurumo2.jpgEn los últimos meses, se han asesinado a dos líderes de la oposición mientras que a otros dos se les han sentenciado con cárcel por “insultar” al presidente. Otros críticos han sido intimidados o atacados, y la policía disparó accidentalmente a un estudiante universitario cuando abrieron fuego en una manifestación de la oposición.

En un breve espacio de tiempo, Magufuli se las ha arreglado para apretar la soga al cuello de la sociedad civil, la oposición, los artistas y los medios de comunicación. Se ha servido de legislación represiva como el “Cybercrime Act” (‘Ley sobre la Ciberdelincuencia’), Ley de Estadística, Ley sobre Servicios de Telecomunicaciones, entre otras, para oprimir el derecho a la libertad de expresión y silenciar a la disidencia.

Su gobierno ha cerrado al menos cinco periódicos críticos desde que llegó al poder. Mientras tanto, a los periodistas se les acusa de cargos cuestionables, se les intimida o, en el caso de Gwanda y casi en mi propio caso, se les ha expuesto a situaciones mucho peores.

Incluso publicar críticas en los medios sociales se ha convertido en una hazaña arriesgada. Varios ciudadanos tanzanos han sido acusados de ciberdelincuentes por criticar a Magufuli en la red, y al menos dos de ellos han sido condenados. Bob Wangwe, un defensor de los derechos humanos, fue sentenciado a 18 meses de prisión o a pagar una multa de siete millones de chelines (3.000 dólares).

Hoy en Tanzania, el periodismo independiente está desapareciendo rápidamente, mientras que se silencian abiertamente las opiniones disidentes y se las castiga sin piedad.

Tanzania responde

Por suerte existen grupos valientes en Tanzania que responden ante estas tendencias preocupantes.

El Centro Legal y de Derechos Humanos (LHRC) y el Consejo de Medios de Comunicación de Tanzania (MCT), por ejemplo, pretenden recurrir una interpretación de la corte sobre el concepto de “sedición” como parte de un desafío al asalto del derecho de libertad de expresión. Asimismo, otro grupo de activistas pide una indemnización legal contra lo que ellos entienden como la prohibición inconstitucional de las reuniones políticas.

Además, en un extraño espectáculo de pánico colectivo el mes pasado, un sinfín de grupos religiosos, de estudiantes y de la sociedad civil se pronunciaron al respecto. En esta declaración categórica, expresaron su preocupación sobre la creciente oleada de violencia política y llamaron al gobierno para que la evite.

En muchos de estos esfuerzos, grupos nacionales han encontrado el apoyo de socios internacionales. También estos son cada vez más inestables. Según fuentes de la Unión Europea, la reputación favorable de Tanzania cambió drásticamente en septiembre de 2017 cuando un importante legislador de la oposición, Tundu Lissu, apenas sobrevive a un osado intento de asesinato. En febrero, la UE emitió una declaración concerniente a las recientes amenazas “a los valores democráticos y los derechos de los tanzanos”.

Los socios nacionales e internacionales ahora deben unir las manos. Juntos, el pueblo de Tanzania y sus aliados deben dejar claro que no están dispuestos a abandonar sus libertades. Deben presionar al gobierno para cambiar las leyes represoras reflejadas en la Constitución.

En estos tiempos turbulentos para la que ahora es mi lejana Tanzania, la ayuda conjunta es el único camino para frenar que más periodistas corran mi suerte o, mucho peor, la de Azory Gwanda.

Ansbert Ngurumo

Fuente: African Arguments

[Fundación Sur]


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Autores

  • Ansbert Ngurumo

    Periodista, filósofo, y antiguo editor del Tanzania Daima y MwanaHALISI. La última estuvo prohibida durante dos años después de la columna de Ansbert donde criticaba al presidente.

    @ngurumo

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