Los organizadores de una velada en Bangui, en la República Centroafricana (RCA), creyeron que hacían un buen negocio comprando los pollos baratos, pero a las pocas horas de comerlos los 65 invitados se retorcían de dolor: los pollos traídos por carretera, a través de Camerún, estaban malos ya que se habían descongelado durante el trayecto.
«Mi marido era uno de los invitados. Todos tenían dolores abdominales muy fuertes, que duraron 3 días, y diarrea», cuenta Béatrice Toté.
La carga del camión estaba destinada a su destrucción ya que se había estropeado durante su traslado pero fue robada y posteriormente puesta a la venta en el mercado.
Este incidente ilustra la precariedad y la inseguridad alimentaria que afecta a 4,5 millones de centroafricanos, inmersos en un conflicto interminable que ha destruido la producción agrícola y los ha hecho completamente dependientes de las importaciones desde el puerto camerunés de Douala, en una larga y peligrosa ruta, continuamente castigada por los ataques de grupos armados.
«Hay hombres armados incontrolados por todas partes, caen sobre ti y te lo quitan todo”. Se lamenta Carlos Mandjao, un comerciante que trae sus mercancías desde Camerún.
«Se nos pide que viajemos en convoy. Pero a veces transportamos productos perecederos y no podemos aguantar la espera hasta que haya suficientes camiones para formar el convoy”, comentaba Ahmed Haroun, camionero del “pasillo” Douala-Bangui.
«Inseguridad alimentaria»
La República Centroafricana, añade a su ya caótica historia marcada por motines, rebeliones y golpes de Estado durante 30 años, el conflicto que se inició en marzo de 2013, con la caída del presidente François Bozizé, que ha llevado al país a ocupar la última fila en la clasificación del Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas.
Según el Programa Mundial de Alimentos (PMA), «incluso antes de la crisis, el 30% de los ciudadanos de la RCA fueron víctimas de la inseguridad alimentaria, lo que significa que no tienen acceso a los alimentos en cantidad y calidad suficientes.»
Pero desde el comienzo del conflicto, con incesantes ataques contra los civiles, la situación ha empeorado dramáticamente.
«La producción agrícola ha caído en picado y los precios de los productos básicos han aumentado y multiplicado los casos de desnutrición», comentó el PMA.
En los mercados, ningún producto es inmune a la inflación: carne, yuca, hortalizas e incluso los productos que se consideran de primera necesidad como el aceite, la leche y la harina de trigo.
«En la actualidad se necesita mucho más dinero para una correcta alimentación de una gran familia», se lamenta Milène Yakéka, madre de familia.
«Incluso la cebolla dobló su precio en un día cuenta Elisabeth Moina que añade: a veces por la noche simplemente unas gachas hervidas junto con un buñuelo y a dormir».
En el hospital de Bangui, los pacientes se quejan de la irregularidad de las comidas. «Un día te dan de comer, otro no”. Necesitas la ayuda de tu familia explicaba un paciente.
«Estudiar con el estómago vacío»
Los niños son especialmente vulnerables. En el centro Pediátrico de Bangui, el número de casos de desnutrición aguda severa se ha triplicado, según el PMA.
El PMA ha puesto en marcha un programa de alimentación escolar desde junio y alimenta a 50.000 estudiantes en 44 escuelas en Bangui.
«No se puede estudiar cuando se tiene hambre, muchos niños llegan al colegio sin haber comido. Así que esta ayuda no es sólo para aumentar la asistencia a la escuela, sino también para llegar a niños que necesitan ser alimentados adecuadamente», explica Donaig Du, encargado de comunicación de la PMA en Bangui.
Esta ayuda ha provocado el regreso masivo de los niños a la escuela, comentó Joseph Regapa, el director: «Los niños que se encuentran en campamentos de desplazados han regresado, así como los niños que viven en zonas de alto riesgo.»
En las provincias, el principal obstáculo para ayudar es el acceso a la población, en primer lugar debido a la inseguridad, y en segundo el estado de las carreteras, especialmente durante la temporada de lluvias.
Para preparar el futuro, las agencias de la ONU están distribuyendo herramientas y semillas para la temporada actual de siembra. Indicando claramente a los hambrientos campesinos que estas semillas son para ser plantadas y no comidas.
[Fuente: AEM-AFP-Fundación Sur]