El valor transformador de las culturas

29/04/2024 | Editorial, Opinión

 

Vivimos en un mundo culturalmente plural. Todas las culturas expresan la riqueza, variedad y valores de la vida e historia de todo un pueblo. Hoy estamos aprendiendo a conocer, valorar e integrar la riqueza y sabiduría de las culturas de los pueblos indígenas en nuestros sistemas educativos y en los procesos de transformación de conflictos.

La cultura y los valores humanos, como: la verdad, la bondad y la justicia, son radicalmente históricos y se viven de forma diferente en cada época. Entendemos aquí cultura como una experiencia humana que integra, no solamente el conocimiento racional de las diferentes ciencias, sino también la dimensión de todos los valores humanos universales, manifestados en la inmensa riqueza de las relaciones humanas. Consideramos pues las culturas de los pueblos de forma integral y holística, valorando todas las manifestaciones y dimensiones de la vivencia de las diferentes etnias. La cultura considera pues las dimensiones: históricas, lingüísticas, sociales, religiosas, económicas, políticas, artísticas, etc., de la experiencia de cada pueblo, tribu y nación.

No hay solo una Palabra, sino muchas palabras que han existido a lo largo de la historia y que nos revelan las maravillas de la Vida humana y de la Creación entre los diferentes pueblos. La belleza de cada pueblo y país se manifiesta de muchas maneras para los que saben descubrir la riqueza, la inmensidad y hasta el misterio de semejante Naturaleza que nos brinda lo que necesitamos los humanos para una vida digna. La Bondad, el Amor y la Felicidad auténticas se revelan y actúan en todas las criaturas y personas que saben amar y cuidar a los demás.

Como escribió Nelson Mandela: “Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, su procedencia o su religión. El odio se aprende, y si es posible aprender a odiar, es posible aprender a amar, ya que el amor surge con mayor naturalidad en el corazón humano que el odio. La bondad del ser humano es una llama que puede quedar oculta, pero que nunca se extingue”. (El largo camino hacia la Libertad. Pag.645)

Las culturas verdaderas dan vida, salvan a las sociedades y las humanizan. La cultura se convierte en una fuerza vital que puede cambiar vidas y contribuir a una sociedad más justa y libre. Pero en realidad, las culturas auténticas conviven con otras manifestaciones sociales que dificultan la convivencia, dividen y esclavizan la sociedad y la deshumanizan.

La cultura integral es capaz de cambiar la sociedad, transformando a las personas. La cultura es una realidad transversal que abarca todas las manifestaciones de la experiencia personal, social y global. Pero la cultura hay que cultivarla, hay que invertir esfuerzo y tiempo en ella para que libere todo su poder transformador, en los ámbitos de: la salud, la educación, la solidaridad y la generación de empleo, etc.

La cultura también desempeña un papel esencial a la hora de hacer de este planeta un lugar más justo, sostenible y equitativo, sobre todo para las personas que pertenecen a colectivos marginales, fomentando la integración y la inclusión social.

Nos necesitamos todos, absolutamente todos-as, para construir un país y una sociedad más acogedora, solidaria y humana, que sabe compartir los recursos disponibles de forma más equitativa, justa e imparcial, incluyendo y acogiendo también a los inmigrantes.

Estos grandes objetivos, como los Objetivos de Desarrollo Sostenible, solo los podemos alcanzar con el compromiso de todos, para garantizar una gobernanza más democrática, profesional y ética, así como consiguiendo una educación más integral de ciencias y de valores para promover siempre la dignidad humana y el bien común en todos los pueblos del Planeta.

CIDAF-UCM

Autor

  • Bustince Sola, Lázaro

    Nacido en Izco (Navarra), en 1942, estudió filosofía en Pamplona (1961-1964). Hizo el noviciado en Gap – Grenoble (1964-1965), con los Misioneros de África (Padres Blancos). Estudió Teología en el instituto M.I.L. de Londres, (1965-1969), siendo ordenado sacerdote en Logroño, en los Padres Blancos en 1969.

    Comenzó su actividad misionera en África en 1969, siendo enviado a la diócesis de Hoima en Uganda, donde estuvo trabajando en la educación, desarrollo y formación de líderes durante nueve años. Luego vivió un periodo de trece años en diversas ciudades europeas, trabajando en la educación y capacitación de los jóvenes (Barcelona 1979-1983)) , en Irlanda como responsable de la formación de los candidatos polacos (1983-1985), y en Polonia donde fue Rector del Primer Ciclo de Filosofía Polaco (1985-1991), y se doctoró en Teología espiritual en Lublin, donde fue nombrado profesor de la misma Universidad Católica de Lublin (KUL), de dicha ciudad, en 1991.

    Regresó a Uganda en 1992, y fue elegido Provincial de los padres Blancos de Uganda hasta 1999. Durante este periodo, fue también presidente de la Asociación de Religiosas-os en Uganda (ARU), y pionero en la construcción del Centro Nacional de Formación Continua (USFC). Además inició la Comisión de Justicia, Paz e Integridad de la Creación (JPIC) en 1994, trabajando en la formación de líderes en JPIC.

    En 2000 y 2004 cursó estudios sobre educación en Justicia, Paz, y Transformación de Conflictos, en Dublín. Desde su regreso a Uganda, fue pionero en la capacitación de agentes sociales en JPIC, y en el establecimiento del primer Consorcio de Educación Ética (JPIIJPC), lanzado por seis Congregaciones Misioneras, en 2006. Desde el inicio, y hasta junio 2011, ostentó el cargo de primer Director del Instituto. Al mismo tiempo fue profesor invitado de Ética en la Universidad de los Mártires de Uganda (UMU).

    En septiembre de 2011 fue nombrado director general de África Fundación Sur (AFS), organismo que dejó de existir en 2021. En la actualidad sigue trabajando por África al 100 % siendo, entre otras ocupaciones, editorialista en el CIDAF-UCM.

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