El Tribunal Penal Internacional para Ruanda, ICCR, necesita un país para albergar a los 20 condenados por su papel en el genocidio de 1994, según ha declarado el encargado de la custodia del tribunal con sede en Arusha, Tanzania, Seydou Guindo, en un taller de trabajo, organizado por el Instituto Panos en el marco de su programa de “Medios de los Grandes Lagos” sobre el tema “Justicia Internacional”, al que acudieron reporteros desde Ruanda, Burundi y la República Democrática del Congo. Mali, Italia, Suecia, Benín y Suazilandia son países a donde los condenados por el ICCR podrían ser reconducidos, a pesar de que Kigali, la capital de Ruanda, desea ser la única con un centro de detención para estos convictos.
En Ruanda se oyen voces de protesta sobre las condiciones de detención de los criminales en Arusha, que aseguran que es más que una prisión, un “hotel de lujo”, aunque el encargado de la prisión asegura que las condiciones en las que están los prisioneros están en conformidad con los estándares de cualquier detenido y ha añadido que las demás prisiones de África deberían adaptarse a los estándares internacionales, que cumplan con los derechos humanos, en lugar de pedir al centro de detención del ICCR de Arusha que se adapte a las condiciones de los que violan los derechos humanos de los presos. “Al menos en Arusha los presos tienen derecho a vivir como seres humanos”, ha dejado caer Guindo.
En la cárcel de Arusha los detenidos tienen derecho a una celda individual, equipada con una cama, colchón y una mesa. Comen de una manera equilibrada, en conformidad a su dieta, edad y cultura, además tienen un cuidado médico adecuado y tienen la posibilidad de ser transferidos al extranjero. Los servicios mínimos son ejercicio físico, libertad de religión, el derecho a la información, que incluye acceso a la radio, televisión y periódicos, además de servicio de biblioteca. Los presos casados tienen derecho a visitas íntimas dos horas al día, y tienen prohibido el acceso a internet, a las comidas cocinadas fuera de la prisión, al dinero, alcohol y cigarrillos, además de la pérdida de sus derechos civiles.
A pesar de que para muchos ruandeses esta es una vida de lujo, el centro de reclusión ha registrado hasta el momento un intento de suicidio, y la fuga de uno de los testigos.
(African Press Agency, 07-07-08)