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Inicio > REVISTA > Crónicas y reportajes > ![]() ![]() Fortune Moyo Reportera del Global Press Journal con sede en Bulawayo, Zimbabue. Está especializada en historias sobre el impacto de la frágil economía de Zimbabue en la educación. De subsistencia a pequeños negocios: hortelanos de parcelas en la ciudad consiguen mejores jornales
11/11/2021 - Edith Hove no estaba segura de cómo iba a pagar sus facturas. Era marzo de 2020 y Zimbabue acababa de entrar en su primer bloqueo por la pandemia. Hove, de 65 años, es la principal cuidadora de sus tres nietos y la venta de ropa de segunda mano en el mercado de la que dependía su subsistencia fue prohibida. Seis años antes, sin embargo, funcionarios de Bulawayo le habían otorgado 5 parcelas de vegetales en el huerto comunitario cerca de su casa en el suburbio de Emakhandeni. Allí, unas 60 familias cuidan sus parcelas con agua de un pozo, con sombreros de ala ancha que las protegen del implacable sol. En sus parcelas de 5 por 1 metro, Hove cosecho canastas de choumoellier, un tipo de col rizada, y otras verduras de hojas verdes. La cosecha, principalmente, alimentaba a su familia, aunque por lo general vendía verduras por valor de al menos 85 dólares zimbabuenses (1 dólar) al día. Pero durante el bloqueo, como a los zimbabuenses se les prohibió viajar más de 5 km para comprar ciertos productos, mucha gente ya no podía ir a los mercados de verduras en el centro de la ciudad. De repente la parcela de Hove se convirtió en lugar de venta. “Debido a que se prohibió a la gente viajar al centro de la ciudad los huertos comunitarios se convirtieron en sus tiendas de verduras”, dice. Hove comenzó a vender verduras por valor de hasta 5.950 dólares zimbabuenses (70 dólares) al día, más de lo que había ganado vendiendo ropa. Como la pandemia se alargaba, Zimbabue levantó las restricciones por coronavirus y luego las volvió a imponer. Las ganancias de Hove disminuyeron pero no mucho. Si bien los funcionarios de Bulawayo no gravan ni controlan las ventas en los huertos comunitarios, dicen anecdóticamente, que camas (traducción literal de BEDS de semillas) en toda la ciudad se han convertido en fuentes de ingresos.
En Bulawayo, la segunda ciudad más grande de Zimbabue, funcionarios lanzaron huertos comunitarios para brindar a personas económicamente vulnerables acceso a tomates frescos, cebollas, nueces, batatas y choumoellier. Más de 800 residentes cultivan tierra en ocho campos administrados por la ciudad, dice la portavoz del ayuntamiento de la ciudad, Nesisa Mpofu. Muchos más huertos, administrados por iglesias y organizaciones no gubernamentales, reverdecen el paisaje. No es fácil cuidar cultivos urbanos. Los hortelanos no pueden acceder fácilmente a fertilizantes naturales, como el estiércol de vaca, y los artificiales suelen ser costosos. En Bulawayo, dice Mpofu, donantes suelen colaborar para comprar suministros que los agricultores no pueden pagar. Ladrones y vándalos también arruinan las cosechas; choumoellier es una de las verduras más populares, en parte, porque vuelve a crecer rápidamente. Para combatir robos en el huerto de Emakhandeni, un comité lo patrulla por la noche, dice Edmore Majama que supervisa las parcelas. Antes de la pandemia, los hortelanos comunitarios abastecían principalmente sus propias despensas. Según una encuesta reciente del Comité de Evaluación de Vulnerabilidad de Zimbabue, el 19% de los zimbabuenses urbanos cultivaban sus propios cultivos, pero solo el 1% dijo que la venta de verduras era su principal fuente de ingresos. “Inicialmente, los huertos comunitarios estaban destinados a sostener familias a nivel del hogar dice Pilate Moyo, un concejal de Bulawayo. “La pandemia nos ha demostrado sorprendentemente que los huertos tienen también la capacidad de contribuir al alivio de pobreza en la comunidad”. Familias locales necesitaban la ayuda. Según la Red de Sistemas de Alerta Temprana de Hambrunas, una iniciativa del gobierno de EE.UU. para rastrear la inseguridad alimentaria, en 2019, cerca del 40 % de los cabeza de familia en Bulawayo estaba desempleado. Una cuarta parte de los jefes de hogar trabajaban en el sector informal como vendedores, por ejemplo. La pandemia golpeo fuerte a estos residentes; pocos tenían dinero ahorrado y se enfrentaron a precios más altos para el agua, la electricidad, el maíz y las verduras, según el informe de la red de alerta de hambruna. La gente hacía largas colas para coger agua. Avivaban el fuego para mantenerse calientes. Se saltaron comidas. Pero muchos hortelanos se salvaron de la miseria total. Una hortelana de Emakhandeni, Duduzile Mpofu, trabajó duro durante mucho tiempo para pagar las cuotas escolares de sus hijos de 6 y 12 años. El bloqueo debido a la pandemia echó por tierra su negocio de venta de plátanos y naranjas, pero su huerto comunitario la mantuvo a flote; algunos días ganaba tres veces más que antes del bloqueo vendiendo espinacas y tomates. "He conseguido pagar la matrícula escolar de mis hijos durante dos períodos", dice la mujer de 38 años. Debido a que los huertos facilitan la compra a compradores suburbanos, los funcionarios locales esperan que sigan siendo negocios viables cuando el riesgo de contagios disminuya, dice Mpofu, portavoz del consejo. “La gente ha comenzado a apreciar los huertos comunitarios y el hecho de que no tienen que viajar al centro de la ciudad para conseguir verduras frescas". El éxito llevó a Hove a diversificar su cosecha con tomates y cebollas. También compró seis cabras con sus ganancias, un rebaño que desde entonces se ha multiplicado a 15. Una vez que termine la pandemia, Hove planea vender ropa nuevamente, pero espera que la mayor parte de su dinero provenga de los cultivos. Fortune Moyo * Esta historia fue publicada originalmente por Global Press Journal. Global Press es una publicación de noticias, con galardón internacional, con más de 40 oficinas independientes de noticias en África, Asia y América Latina. Fuente: African Arguments [Traducción, Jesús Esteibarlanda][CIDAF-UCM]
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