De Etiopía a Sudáfrica: el coste humano de una ruta migratoria hacia el sur desatendida

1/03/2024 | Crónicas y reportajes

 

Los migrantes en un campo de refugiados de Dzaleka, Malaui, como no habían pagado la cuota a los contrabandistas se quedaron atrás cuando el grupo principal viajó a Sudáfrica.

Aunque los flujos migratorios Sur-Sur son mayores que el número de personas que se dirigen del Sur al Norte –con todos los riesgos inherentes a los viajes indocumentados-, estos viajes transfronterizos e intrarregionales tienden a ser descuidados por los gobiernos y las agencias de ayuda.

En octubre del año pasado, un camión se detuvo en una carretera tranquila del bosque Mtangatanga, en el norte de Malaui, y descargó 29 cadáveres. Se asfixiaron en la parte trasera del vehículo y fueron enterrados apresuradamente en tumbas poco profundas. Los muertos eran hombres etíopes, de entre 25 y 40 años, víctimas de una lucrativa red de contrabando transnacional que canaliza a decenas de miles de personas hacia el sur de África cada año, sin tener en cuenta su seguridad. Los fallecidos, aún por identificar, habían confiado sus vidas a un abusivo sistema de transporte de personas. Su objetivo era simplemente llegar a Sudáfrica, encontrar trabajo y cambiar la suerte económica de sus familias.

La ruta del sur hacia Sudáfrica es uno de los tres principales corredores migratorios que transportan personas fuera del Cuerno de África. Pero a diferencia de las dos rutas más conocidas –la que va hacia el este, hacia los Estados del Golfo, o hacia el norte, hacia Europa–, está escasamente documentada y poco comprendida. Como resultado, los expertos en migración, las agencias de ayuda y las autoridades gubernamentales tienden a pasar por alto la dinámica y las víctimas de este negocio encubierto.

«Esto puede deberse al hecho de que los viajes a lo largo de la ruta su, abarcan los llamados movimientos ‘Sur-Sur’, que pueden ser menos prioritarios para los gobiernos donantes del ‘Norte Global«, dijo Ayla Bonfiglio, miembro del Centro de Migración Mixta.

Es difícil calcular cuántos utilizan la ruta para llegar a Sudáfrica, una de las economías más sofisticadas del continente. Se cree que el volumen de personas que viajan por él es mayor que el de los que toman la ruta del norte hacia Europa, pero mucho menor que el de los que se dirigen desde el Cuerno de África a los Estados del Golfo.

El contrabando implica transportar personas ilegalmente a través de una frontera internacional. Una vez que se llega al destino, normalmente se concluye el acuerdo comercial. Por otro lado, los traficantes pueden seguir explotando, mediante violencia, fraude o intimidación, aprovechándose de la vulnerabilidad de una persona.

Muchos, quizás la mayoría, de los etíopes y somalíes indocumentados que llegan a Sudáfrica solicitan asilo. En los primeros seis meses de este año, más de 23.000 etíopes y 2.600 somalíes buscaron asilo en Sudáfrica, según la agencia de la ONU para los refugiados, ACNUR. Esto sugiere que el número de personas que viajan anualmente por la ruta sur podría acercarse a 50.000.

Con el aumento de las amenazas yihadistas en el este y el sur de África, las fronteras se han vuelto más seguras y los documentos de viaje son más difíciles de obtener. Eso ha fomentado la migración clandestina y la expansión de la lucrativa economía del contrabando. Las muertes verificadas de inmigrantes en África se encuentran entre las más altas del mundo.

El viaje por carretera hacia el sur puede durar hasta seis meses y es caro. Cuesta un promedio de aproximadamente 4.800 dólares por persona, en comparación con los 700 dólares de Arabia Saudita y el Golfo, según la agencia de migración de la ONU.

Quienes realizan el viaje son en su mayoría hombres jóvenes del sur de Etiopía y de las zonas urbanas de Somalia que buscan escapar de la falta de oportunidades en casa. No sólo emplean a los recién llegados, sino que, después de unos años de trabajo, la comunidad suele ayudar a estos jóvenes a montar sus propios negocios.

Tanzania es la siguiente etapa del viaje, pero debido a la agresiva actuación policial, se ha convertido en una especie de cuello de botella. La entrada irregular se trata como un delito penal y, a pesar de las deportaciones masivas periódicas, alrededor de 3.000 inmigrantes etíopes se encuentran actualmente detenidos en cárceles y calabozos policiales en todo el país. Pero eso no ha detenido el viaje hacia el sur.

Habib, presidente de la comunidad empresarial etíope, dijo a “The New Humanitarian” que en los 18 años que ha vivido en Sudáfrica, nunca ha intentado traer a nadie de su región natal de Hosaina. Aunque simpatiza con los impulsores de la migración, “aquí no hay seguridad”, dijo, en referencia tanto a la inseguridad general como al creciente racismo de la sociedad.

Obi Anyadike (@Enugu62)

Fuente: New Humanitarian

[Traducción y Edición, Lázaro Bustince]

[CIDAF-UCM]

Autor

Más artículos de webmaster