El exmilitar Muhammadu Buhari asumirá la presidencia de Nigeria el 29 de mayo, tras ganar las elecciones del pasado marzo frente al actual mandatario, Goodluck Jonathan.
De esa manera se iniciará oficialmente el primer cambio pacífico de poder en un país reconocido internacionalmente como fuerte potencia económica africana.
El último viernes de mayo también marcará el día en que por vez primera en la historia nigeriana un candidato opositor ascenderá al poder tras ganar en las urnas a un gobernante electo.
Este suceso ocurrirá 30 años después de que Buhari fue expulsado de la silla presidencial por el llamado Consejo de Gobierno de las Fuerzas Armadas de Nigeria.
El exgeneral de División, representante del partido Congreso de Todos los Progresistas, (APC), vencedor del Partido Democrático Popular (PDP), tratará de concretar sus propósitos electorales, luego de recibir el apoyo de casi 16 millones de nigerianos que le confiaron su voto.
Este nativo de la etnia fulani, en Daura, estado de Katsina, llega a su asunción presidencial en uno de los períodos más turbulentos y convulsos de la historia de Nigeria desde 1999.
Destruir la secta radical islámica local Boko Haram es uno de los principales desafíos a vencer por Buhari en su período de gobierno.
Boko Haram mató en Nigeria desde 2009 a más de 15 mil personas, y provocó cerca de tres millones de desplazados, según la ONU.
También secuestró hace dos años a unas 300 alumnas de una escuela secundaria de Chibok, en el estado nororiental de Borno, y de ellas todavía 219 están en paradero desconocido, aunque algunas lograron escapar.
Alcanzar la seguridad en esa nación de África occidental depende de la derrota de esa facción islamista causante de los más despiadados y crueles hechos de sangre en el país desde el final la guerra civil ocurrida entre 1967 y 1970.
El nuevo mandatario asumirá su cargo rodeado de un halo de militar y político irreductible, paciente, obstinado, honesto, de líder carismático y fuerte.
En esta etapa previa a la asunción al cargo, muchos nigerianos no olvidan que Buhari fue en su momento el líder del ejército y consideran que necesitan un caudillo militar para hacer frente a los problemas fundamentales del país.
Otra clave del triunfo que permitirá la toma de posesión al nuevo mandatario es la determinación y capacidad del elegido, que le permitió aupar desde 2013 a toda la oposición política en el APC.
Con esa acción, el presidente entrante consiguió hacer realidad el difícil reto de la alternancia pacífica del poder en Nigeria.
El fuerte carácter, junto con el contundente y claro discurso de Buhari se ganó a la sociedad nigeriana que desbordada por la crisis social, económica y de seguridad, y la cual situó en segundo plano el pasado como gobernante militar.
Igualmente, el compromiso de enfrentar la corrupción, la violencia étnica y religiosa, los secuestros, el bandolerismo rural, posibilitan el cambio de poder en Nigeria.
Buhari prometió a los nigerianos mejorar la gobernanza, el acceso a la justicia y respeto a los derechos humanos, la seguridad nacional, la diversidad, salud y educación, entre otros cambios.
Sin embargo, el nuevo inquilino del Palacio Presidencial de Abuja deberá luchar contra los fantasmas de su gobierno de 40 meses, que culminó con el derrocamiento el 31 de diciembre de 1983.
Entre esas sombras está el envío de soldados a las calles con látigos para que hicieran valer las leyes de tránsito, y la firma de la orden para la expulsión del país de casi un millón de inmigrantes, ante el supuesto de que dejaban sin empleo a nacionales.
Otros lados oscuros del anterior gobierno de Buhari fueron que obligó a castigos con decenas de cuclillas consecutivas a empleados, oficiales, hombres o mujeres que llegaban tarde a sus puestos de trabajo.
Asimismo, la detención de periodistas y refrendar leyes que permitían mantener a personas presas sin juicios previos.
En esa etapa Buhari estableció, en los estados del norte de Nigeria, una forma moderada de la Sharía.
En este país existe el antecedente histórico de un gobernante militar convertido en presidente después de elecciones democráticas: el general Olusegun Obasanjo -que gobernó en la década de los años 70- y quien asumió la presidencia desde fines del pasado siglo hasta hace ocho años.
Precisamante, durante ese período Buhari fue ministro del Petróleo y primer director de la Cooperación Nacional del Petróleo de Nigeria y no fue señalado como un funcionario corrupto.
Pese a todo y en el actual complejo escenario político-social de Nigeria, el nuevo presidente recibió la bendición del Departamento de Estado en Washington que afirmó: «Buhari fue un contrincante pacífico en las elecciones presidenciales (…)».
También la reciente elección fue avalada por la ONU, la Unión Africana y la Unión Europea, entre otros componentes de las relaciones internacionales.
Por el momento, existe un palpable optimismo en el país, que incita a los nigerianos a confiar en este veterano político.
El tiempo que transcurra después del venidero 29 de mayo dirá si el perseverante Buhari encarna realmente el voto de confianza dado por la mayoría de los nigerianos.
Tales serán los desafíos para el futuro mandatario de lo que algunos estudiosos identifican como la primera potencia económica y demográfica de África, y cuya estabilidad es imprescindible para todo el continente.
Prensa Latina – (Fundación Sur)
