Carta de una egipcia a los salafistas

19/01/2012 | AfroIslam

¿Porqué no enterrais vivas a las mujeres y así tener paz? Carta a los salafistas egipcios.

14/12/2011 por Fatma Naut

En Egipto, la avalancha electoral islamista ha vuelto a poner en el centro del debate político la cuestión del estatuto de la mujer y de sus libertades. Reproducimos largos extractos de un artículo del diario egipcio El Masri El Youm (12 de diciembre 2011) en el que la escritora Fatma Naut se hiergue contra la “obsesión del cuerpo femenino” entre los salafistas. “En el cerebro de un salafista, ¿hay otra cosa que las mujeres?”, se pregunta.

“Si las mujeres cesaran de existir, los salafistas, igualmente, cesarían de existir”, exclamó un día un médico egipcio (…). Normalmente la gente está a gusto por participar en una discusión con otras personas. No es el caso de las mujeres con los salafistas: están cansadas de ser el monotema de sus tesis, su obsesiva preocupación. Todas las fetwas salafistas proponen una idea y solo una: que las mujeres son solamente un cuerpo, una envoltura carnal no dotada de razón, un instrumento de placer, un foco de tentación ambulante (…).

Encended la televisión, seleccionad cualquier cadena, a cualquier hora del día y veréis un salafista que epiloga sobre los bikinis, los pantalones cortos, los cabellos, y promete enseñar a las turistas extranjeras las buenas maneras, las virtudes del porte del velo sobre esta tierra virtuosa, nuestra tierra. La verdad es que una turista en pantalón corto está lejos de pensar a lo que piensan los hombres tocados del síndrome de la “conciencia hiperatrofiada del cuerpo (femenino)”. (…) Lo único que desea es comunicar con la naturaleza, que su piel absorba los rayos del sol, fuente de vida.

Vemos en esto, sencillamente, una filosofía de una vuelta a la naturaleza, semejante a la nutrición dietética a base de verduras y de frutas frescas y no de conservas, frituras y otros alimentos cancerígenos, que ocupan un lugar preeminente en las mesas árabes. (…) Lo que pasa por la cabeza de los hombres cuando ven una turista en pantalón corto es que están enfermas de una enfermedad que ni siquiera sospechan su existencia, y sobre la que no tienen ninguna responsabilidad.

Un coche nos sirve de medio de locomoción pero también puede atropellar niños en las carreteras. Sin embargo no se puede prohibir los coches bajo pretexto que atropellan jóvenes seres. Se puede, sin embargo, aprender a conducir mejor. Es por lo que el islam nos enseña el pudor, y no de enterrar vivas a las mujeres.

¿Existe una sola virtud sin una lucha contra sí-mismo, contra la tentación del pecado? Curad vuestras enfermedades, la concupiscencia de vuestros hombres, en vez de enseñar a los otros a odiar la naturaleza como nosotros la hemos odiado (…)

Es realmente triste que ver los cabellos a la vista de una mujer atormente tanto a los salafistas cuanto la vista de un niño que anda hurgando, los pies descalzos, los basureros, junto con los perros y los gatos, en busca de un mendrugo de pan. No les hemos oído pronunciar fetwas a favor de los niños vagabundos que llenan las calles de Egipto, predestinados a la mendicidad y la delincuencia.

Al contrario, nos rompen los oídos, día y noche, con sus vociferaciones a propósito de los cabellos de las mujeres, de la prohibición para ellas de llevar talones altos, de la impudicia de sus voces (menos cuando dan el voto al Hizb En Nur – Partido de la luz!), de su incompetencia, de la necesidad de castigarles pegándoles, y de chillarles para que estén en el camino recto. Más están obsesionados por una cosa, más se prohíbe, enseñaba el filósofo francés Michel Foucault.

¿Estarían los salafistas tan obsesionados por las mujeres que sus fatwas no tienen otro objeto más que ellas? ¿No hay nada más en la cabeza de un salafista sino las mujeres? Señores salafistas, saben ustedes cuántas mujeres, en Egipto, alimentan a sus hijos, esposos y parientes? ¿Porqué os emperrais en desfigurar el islam (…), hasta dar una imagen tan reductora, como si su mensaje no contuviera más que las mujeres, los cabellos y su cuerpo?

Callaros por lo tanto un poco, vuestras mismas palabras os condenan y ofenden a la vida. Y si no, enterrad vivas a las mujeres para que el mundo os pertenezca solo a vosotros. Así, encontraríais la paz, por fin, y nosotras también.

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