Asusta la amplitud creciente de la violencia islamista en África. Contrasta con lo que, a lo largo de décadas, pudimos comprobar los que, en un tiempo no demasiado lejano, trabajamos por el desarrollo del continente. El mundo africano que conocimos sufría graves carencias de desarrollo tecnológico y económico, pero atesoraba una riqueza humana, cultural y espiritual, digna de los mejores elogios. Su tolerancia hacia las diferentes religiones era proverbial. África se ha convertido, desde hace dos décadas, en un lugar de violencia máxima que tiene su origen en grupos sectarios islámicos que han convertido África en un lugar de guerra, división, odio, pobreza y muerte.
Pero, no hablamos de islam. Hablamos de yihadismo, una ideología fruto de una interpretación fundamentalista del islam, que trata de imponer, por la fuerza de las armas y la coacción personal, los modos de vida promovidos por el Corán y la tradición musulmana… El yihadismo, además de ser un atentado contra los derechos humanos y la libertad religiosa, es, al mismo tiempo, un crimen cultural insoportable en África, conocido lugar de tolerancia hacia todas las religiones. Nos atenemos a los hechos. El informe central de esta publicación trata de mostrar la amplitud del fenómeno islamista en el continente africano, de norte a sur y de este a oeste de su geografía.
El yihadismo es una realidad dolorosa, pero, me atrevo a decirlo, no creo que tenga futuro en África. Las experiencias pasadas, habidas en diferentes países, como Egipto, Argelia, Malí, Sudán, Irak, terminaron por ser aborrecidas por sus propios correligionarios. Es un hecho: las ideologías conducen a la dictadura y al abuso de poder. Así lo ha entendido la Asociación de imanes de Burkina Faso, víctima ella misma de la violencia yihadista: “Para dar a la nación una oportunidad de sobrevir es necesario aceptar la realidad de la situación del país, que vive las horas más sombrías de su historia, puesta a prueba por comportamientos intolerantes y mensajes que incitan a la violencia por motivos religiosos y étnicos, así como al odio partisano que cierra los corazones al sentido del perdón y de la reconciliación”.
A la hora de buscar soluciones y paliar el dolor originado por una falsa concepción de la religión, es bueno recordar que las páginas más bellas de la historia han sido escritas por personas y grupos que han sabido empatizar con el dolor de los humanos.
Agustín Arteche Gorostegui
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