En este número, “ Africana ” aborda el tema del cine africano, un arte poco conocido en nuestros lares, que ha elaborado con mucha solvencia nuestro compañero Padre Blanco, Juan José Osés.
La primera constatación es que el cine africano, supeditado hasta hace pocos años a los cánones de belleza occidentales, experimenta en la actualidad un cambio notable, que podríamos considerar como una fase tardía de la independencia colonial. Ésta se manifiesta tanto en su temática, crítica con la realidad social, como también en su estética, cercana al estilo pícaro, a veces fantástico, que rodea a la narrativa tradicional africana. Se trata de una evolución propiciada por la excelencia de una serie de directores de relieve y cuyas producciones, de gran valor, despiertan el interés en las cadenas de distribución occidentales, sin menoscabo de los gustos de las mayorías locales.
Es importante señalar que estos cambios se han producido al amparo de las nuevas tecnologías, que han reducido los costes hasta ahora solamente asumibles por las grandes productoras occidentales. La reducción de los costes de producción y su difusión permiten a la industria cinematográfica africana participar en la lucha por ocupar un lugar en el mercado mundial. Valga como ejemplo lo que nos dice el informe de este número de “Africana”: “la industria cinematográfica de Nigeria, a la que se ha dado el apodo de Nollywood, produce unas 2.500 películas al año”; lo que permite decir que “ha nacido una industria local de producción y distribución de películas con un modelo económico propio”. Aunque esto es verdad hasta cierto punto, ya que, en la casi totalidad del continente la carencia de locales para proyectar las películas limita mucho el desarrollo de una industria cinematográfica y audiovisual suficientemente fuerte y competitiva. Según la Federación Panafricana de Cineastas (FEPACI), este sector “genera 5.000 millones de dólares de ingresos al año, dentro de un volumen potencial de negocio de unos 20.000 millones”.
A guisa de crítica, me permito decir que el cine africano necesitaría para su desarrollo integral una mayor libertad de expresión. Según un estudio de la UNESCO, “un 87 % de los cineastas africanos señala la existencia de coerciones explícitas o de autocensura en lo que respecta a las imágenes que se pueden mostrar en la pantalla”. Por ello, como simples observadores de la realidad, deseamos a la cinematografía africana su mejor aportación al arte en bien de una mejor convivencia.
.
.
.
.
0 comentarios