“Ya va siendo hora de comprender la homosexualidad”, por Ramón Echeverría

12/12/2023 | Bitácora africana, Crónicas y reportajes

 

“Africa, el continente homófobo”, titulaba François Soudan, director de la redacción de Jeune Afrique, un artículo del 22 de mayo de este año. “Iglesias, altos consejos islámicos, poderes en busca de legitimidad, nostálgicos del orden moral colonial, nuevos panafricanos… Ése es, en el continente, el heterogéneo grupo unido por un mismo rechazo a la homosexualidad”. ¿La ocasión del artículo? “En su gran bondad”, el parlamento ugandés había aprobado el 2 de mayo una “versión light” de la que sigue siendo una de las leyes más duras contra la homosexualidad. A diferencia del proyecto de ley original, ya no se castigará el hecho en sí de ser homosexual, pero sí los actos homosexuales. Y los ciudadanos ugandeses no estarán obligados a denunciar “todo comportamiento sexual anormal” en su vecindario o en su familia. Pero todavía los actos homosexuales podrán ser castigados con la prisión de por vida, y la “homosexualidad agravada”, en caso de violación por ejemplo, conllevará la pena de muerte (Uganda no ha llevado a cabo ninguna ejecución desde 2005, pero la pena capital no ha sido abolida).

Según un estudio del Instituto de Estudios de Seguridad (ISS o ISS África), una organización africana cuyo objetivo es mejorar la seguridad humana en el continente) publicado el pasado 27 de septiembre, en 33 de los 55 países africanos la homosexualidad es un delito castigado con penas de prisión. Este mismo año, seis estados (Kenia, Ghana, Namibia, Níger, Tanzania y Uganda) han decidido endurecer sus leyes contra la homosexualidad. Poco importa el que la Resolución 41/18 del Consejo de Derechos Humanos de la ONU condene la violencia y la discriminación por motivos de orientación sexual e identidad de género. También el artículo 2 de la Carta Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos, jurídicamente vinculante, establece el derecho a la igualdad para todos y protege contra la discriminación por motivos de sexo, entre otros. Pero tanto para la Comisión Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos como para varios estados miembros de la UA, ese artículo 2 no incluye a la comunidad LGBTQIA+.

Es cierto que abundan en África los sentimientos homófobos, atizados a veces por los dirigentes políticos. En Burundi, el presidente Évariste Ndayishimiye ha instado a los ciudadanos a “maldecir a quienes practican la homosexualidad”. Y aunque los relatos históricos indican comportamientos homosexuales en algunas culturas precoloniales, numerosos líderes africanos, políticos, religiosos y tradicionales, insisten en que la homosexualidad no es africana, y está siendo promocionada e impuesta en África por los países occidentales. Algunas reacciones occidentales parecerían darles la razón. En mayo, tras la aprobación de la nueva ley en Uganda, el gobierno estadounidense declaró que estaba considerando retirar a Uganda de AGOA (the African Growth and Opportunity Act), el tratado que favorece las exportaciones africanas (En 2022 Uganda exportó a US por valor de $174 millones). “Los homosexuales norteamericanos interfieren en nuestra exportación de textiles y han hecho que se cancelen varios pedidos”, declaró entonces al Daily Monitor de Kampala el presidente ugandés Museveni, que en agosto prohibió la importación de ropa de segunda mano, de la que Estados Unidos es uno de los mayores exportadores para África. Y ese mismo mes el Banco Mundial decidió congelar los préstamos a Uganda.

Pero al mismo tiempo, según indica el estudio de ISS, desde la década de 2000, algunas organizaciones evangélicas estadounidenses han estado atizando el fuego antihomosexual en toda África. Según openDemocracy (sitio web de debate sobre cultura y política global, con base en el Reino Unido), se han entregado casi $50 millones a gobiernos africanos para que pongan en marcha leyes y políticas contra los derechos sexuales y reproductivos. El gobierno ugandés habría recibido cerca de $20 millones en el período precedente a la promulgación de la Ley contra la Homosexualidad. También algunos obispos africanos han apoyado la legislación antihomosexual. “Los obispos respaldan los esfuerzos de Ghana para resistir la imposición occidental de la agenda de derechos sexuales”, titulaba el pasado 26 de agosto la revista inglesa The Catholic Herald. En una declaración conjunta del 24 de agosto, los miembros de los tres Consejos Ecuménicos Cristianos de Ghana, el Consejo Pentecostal y Carismático de Ghana (GPCC), el Consejo Cristiano de Ghana (CCG) y la Conferencia de Obispos Católicos de Ghana (GCBC), pedían a los países occidentales que “detengan los incesantes intentos de imponernos valores culturales extranjeros inaceptables”. La declaración se produjo después de que la embajadora de Estados Unidos en Ghana advirtiera contra la aprobación de lo que se considera un proyecto de ley draconiano anti-LGBTQ+, que, dijo, sería inconsistente con la “sociedad acogedora y tolerante” de Ghana. Y en ese contexto antihomosexual, “Un destacado sacerdote ghanés, el cardenal Peter Turkson, de la Iglesia Católica, se ha pronunciado en contra de la criminalización de la homosexualidad, desafiando el proyecto de ley propuesto en el parlamento de Ghana que propone sanciones severas para la comunidad LGBTQ+”, publicaba Africanews la tarde del 27 de noviembre. Esa misma mañana, en el programa “Hard Talk” de la BBC, Stephen Sackur había preguntado a Peter Turkson, entre otras cosas, acerca de las leyes que en Uganda, o en un futuro cercano en Ghana, criminalizaban la homosexualidad.

Cercano al papa Francisco, Turkson presidió desde 2009 el Consejo Pontificio Justicia y Paz, y desde 2017 el nuevo Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, en el que se habían fusionado Justicia y Paz y otros tres consejos pontificios. Siguiendo el protocolo, y tras cinco años de actividad “ad experimentum”, los responsables del nuevo Dicasterio pusieron sus mandatos en manos del Papa. El jesuita canadiense, Cardenal Michael Czerny, fue designado Prefecto del Dicasterio. Turkson, que cumplió en octubre 75 años, fue nombrado Canciller de la Academia Pontificia de Ciencias del Vaticano (fundada en 1603) y de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales (establecida por Juan Pablo II en 1994), consideradas ambas como importantes “Think Tanks” del Vaticano. “Ya va siendo hora de comprender la homosexualidad”, resumía positivamente la BBC la entrevista de Turkson en Hard Talk, admitiendo que la homosexualidad había sido y era también en África una realidad. Un apoyo implícito a países como Angola, Gabón, Sudáfrica o Mauricio que ya han descriminalizado la homosexualidad, y a esos ciudadanos y políticos que en Ghana se oponen al proyecto de la nueva ley. Pero el Cardenal se opuso igualmente a las presiones económicas de todo tipo que intentaban imponer a las sociedades africanas formas de pensar y actuar para las que aún no estaban del todo preparadas.

Ramón Echeverría

CIDAF-UCM

Autor

  • Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

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