¿Y si los golpistas de Mali no lo hubieran contado todo?

23/03/2012 | Opinión

Sin duda, la inseguridad en el norte de Mali no es la única razón que ha llevado a la Junta de Bamako a derrocar al presidente ATT del poder.

Casi nadie vio venir el golpe de estado del 222 de marzo en Mali. A pesar de la amenaza de Al Qaeda del Magreb Islámico, AQMI y los sobresaltos provocados por la resurgencia de la rebelión tuareg en el norte, el país parecía haber terminado con los demonios del pasado. A pesar de la crisis humanitaria que golpea a su puerta, los malienses no parecían poner en duda los logros democráticos que enorgullecían a este país del África Occidental desde hace 20 años. A pesar de las sospechas y las acusaciones de corrupción y del nepotismo a cierto nivel del estado, todo el mundo en Bamako, creía que Mali era inmune a tal desestabilización. Aún cuando se empezó a escuchar el ruido de las botas el pasado 21 de marzo, en un cuartel próximo a la capital, pensamos todos que era un simple motín. Sin embargo.

La Junta militar que ha tomado el poder en Bamako, bajo el nombre de Comité Nacional para la Recuperación de la Democracia y la Restauración del Estado, CNRDR, ha expulsado a Amadou Toumani Touré, ATT, del palacio presidencial de Koulouba presentando una serie de quejas, entre las cuales está “la incapacidad notoria del régimen de resolver la crisis que se vive en el norte de Mali”, y la “inacción del gobierno para dotar de medios adecuados a las fuerzas armadas y de seguridad, para cumplir su misión (…)”. Si se cree al CNRDR, la razón de la expulsión de ATT sería por tanto la crisis que prevalece en la región septentrional de Mali.

Cuando el 12 de marzo, la ciudad de Tessalit, en el norte, cayó en manos de los rebeldes tuareg, el sentimiento de humillación de la población se unió a la cólera del ejército nacional. Un ejército que ya había sufrido varios reveses desde que comenzaron los combates, y perdido a 70 soldados. Para la gran masa silenciosa de malienses, sin duda esto fue la derrota que colmó el vaso. A partir de entonces, se empezó a criticar, de manera más enérgica, la “suavidad” del presidente Amadou Toumani Toure en la lucha contra la rebelión tuareg. Hasta que, en la noche del 21 al 22 de marzo, una reunión de oficiales con el ministro de Defensa, degeneró en disparos sobre la colina, cerca del palacio presidencial… después sabemos el resto.

El balance de medias tintas de ATT

Amadou Toumani Toure, conocido en toda África por el sobrenombre de ATT, sale del poder como llegó a él, por medio de un golpe. En 1991, cuando todavía era general del ejército, hizo derrocar el régimen del dictador Moussa Traoré. Puso en marcha una transición de un año que haría entrar a Mali en la era de la democracia, con las elecciones libres y transparentes. Este escrutinio ha seguido siendo un ejemplo y una excepción en la historia africana contemporánea. Elegido democráticamente en 2002, ATT fue reelegido en 2007. Desde entonces es el jefe de estado africano más querido y más respetado del continente.

Oficialmente, él se preparaba para salir del poder, a favor de las presidenciales previstas para el 29 de abril, la constitución, de hecho, le prohíbe presentarse. Pero, después de 10 años a la cabeza de Mali, su reconocimiento comenzaba a ser puesto en duda. A pesar de tener la tasa de crecimiento entre las mejores de la zona de la UEMOA, Unión Económica y Monetaria del África Occidental, la corrupción en el país parecía haber progresado mucho en estos últimos años. Ciertos observadores habían comenzado a sospechar que su mujer, Touré Lobbo Traoré, se apropiaba de comisiones en los contratos públicos, De ahí el nombre de “madame 53%”.

El golpe que sobra

Pero si el balance de ATT es puesto en duda y si hay unas elecciones previstas para dentro de poco más de un mes, ¿qué sentido tiene entonces organizar un golpe de estado? ¿Puesto que parece evidente que ATT no se presentaría, la constitución se lo impedía y él mismo había afirmado en muchas ocasiones, que era mejor esperar a las elecciones? Eso habría evitado a los malienses volver a sumergirse en la angustia de un futuro incierto, ya que deben hacer frente ya a la hambruna que amenaza el Sahel y a la rebelión de los tuareg. Otra cuestión: el golpe de estado del 22 de marzo ¿no va a acelerar el avance de los independentistas del norte? En resumen ¿por qué un golpe de estado a poco más de un mes de las elecciones?

Y es este, puede ser, el punto que la junta que está en el poder ahora no ha contado todavía. Las razones invocadas para destituir a ATT se pueden comprender. Pero ¿son suficientes? ¿Y si el capitán Amadou Sanogo, que dirige la junta en el poder de Bamako, dispusiera de otras informaciones? Él y sus hombres ¿habrían percibido que ATT podría haber puesto el pretexto del desorden en el norte de Mali para no llevar a cabo el escrutinio del 29 de abril, y por lo tanto, mantenerse en el poder? Esta cuestión se puede plantear.

En efecto, si el proceso electoral no estaba congelado, estaba amenazado considerablemente. ATT nunca había hablado de las elecciones. Pero uno se pregunta cómo podrían haber tenido lugar en el norte, donde reina una inseguridad sin nombre. La relación de fuerza entre el ejército maliense y los rebeldes del Movimiento Nacional para la Liberación de la Azawad, MNLA, está claramente a favor de estos últimos. A pesar de las promesas de los militares de restablecer el orden y no dejar que la situación se corrompa más, este golpe ha hundido más aún en la incertidumbre y la inseguridad al país de Mali y al continente, algo del todo innecesario.

Raoul Mbog con Nadéra Bouazza y Vincent Ollivier

(Slate Afrique, 22-03-12)

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