Visita de la Gobernadora general de Canadá a Ruanda: ¿Qué es lo que está en juego?

22/04/2010 | Opinión

La Gobernadora general de Canadá, Michaëlle Jean, efectúa una gira de diez días en África, gira que la llevará a Ruanda el 21 y 22 de abril. Esta visita que se desarrolla mientras los ruandeses conmemoran el 16º aniversario del drama ruandés –el atentado el 6 de abril contra el avión del antiguo Jefe de Estado Juvénal Habyarimana y el genocidio que le siguió– debería ser la ocasión para la señora Jean de expresar su solidaridad con este pueblo dolorido. Más allá de los intereses que Canadá legítimamente desea salvaguardar al enviar a la Gobernadora a la región, están en juego otras cuestiones que deberían retener la atención de la Sra. Jean en su periplo en suelo ruandés.

Para ilustrar mi planteamiento, voy a retener tres:

La primera cuestión concierne la democracia. La guerra “de liberación” desencadenada por el FPR el 1 de octubre de 1990, y que condujo al genocidio de 1994, tenía como objetivo, según sus iniciadores, “instaurar la democracia en Ruanda”. Dieciséis años después, la situación es calamitosa: el espacio político está cerrado a cal y canto por medio de diferentes disposiciones “legales” como la que obliga a toda formación política a formar parte del “foro de partidos” dominado por el FPR en el poder; el país vive el totalitarismo y las angustias de un Partido-Estado; los derechos humanos son constantemente pisoteados; la instrumentalización del genocidio ruandés, que ha conducido a procesos sumarios, veja los derechos y libertades elementales de los ciudadanos; la fosa entre una minoría opulenta y una masa popular desprovista de todo se ahonda constantemente; una política deliberada de abandonar al hambre a las poblaciones rurales donde los campesinos son forzados a cultivar productos destinados a la exportación (como las flores) mientras mueren de hambre por falta de productos que comer; en fin, los acontecimientos recientes (explosión de granadas en la capital ruandesa), muestran que el poder de Paul Kagame no ha perdido para nada sus reflejos prestos a manejar tan bien la violencia como las condiciones para justificarla.

Así pues, los ruandeses asisten impotentes a un multipartidismo de fachada, del que habrían prescindido perfectamente a la vista de la gravedad de los problemas de gobierno a los que diariamente son confrontados. Próximamente acudirán a las urnas para las elecciones presidenciales de 2010 previstas el mes de agosto. Pero el estrechamiento del espacio político en Ruanda les privará sin duda alguna de expresarse libremente.

Mientras varios partidos artificiales se han inscrito sin dificultad, las FDU de la Sra. Victoire Ingabire, el mascarón de proa de la oposición ruandesa, ni siquiera han sido autorizadas a celebrar su congreso constituyente. Regresada del exilio en enero pasado para inscribir su partido, la Sra. Ingabire es objeto de hostigamiento y de enredos administrativos y policiales incesantes. Por medio de cierta retórica confusa, las autoridades ruandesas acusan hot a la Sra. Ingabire de “divisionismo”, de “negacionismo” y de vehicular la “ideología genocida”. Estas acusaciones constituyen un arma regularmente blandida por el FPR contra los competidores políticos con el objetivo de descalificarlos cara a la próxima elección presidencial, madre de todas las elecciones en el sistema ruandés.

El segundo capítulo de lo que está en juego se refiere a la libertad de expresión. Únicamente los medios de comunicación “que comen en la mano del poder” tienen voz para alabar los méritos del régimen. El Presidente Kagame acaba de prohibir dos periódicos locales, “Umuseso” y “Umuvugizi”. Estos semanarios que se publican en kinyarwanda eran muy apreciados por los ruandeses que, en su mayoría, no hablan inglés y que han visto cómo, sin que les consulten, esta lengua se ha convertido en la segunda oficial en detrimento del francés, hasta entonces utilizado en la administración y en la enseñanza en todos los niveles. Estos dos periódicos, puede adivinarse, eran los únicos que podían denunciar los extravíos del poder encarnado por Paul Kagame.

¿Será capaz la Gobernadora general de Canadá de evocar estas cuestiones espinosas con las autoridades ruandesas? –muy poco habituadas a dudar– que dan la impresión de que gobernar Ruanda le corresponde por derecho divino? ¿Será capaz de tener algún encuentro con la oposición ruandesa?

La tercera piedra de toque de una democracia digna de ese nombre concierne a la justicia. Los tribunales populares “gacaca” habían sido creados como un complemento pragmático del sistema judicial clásico. El balance de estos tribunales es también muy mitigado. Después de casi diez años de existencia, estos tribunales han merecido se calificados con toda razón como “justicia de los vencedores” y en numerosos casos se han convertido en vehículo de corrupción, de expolio de los bienes ajenos y, por fin, en instrumento de represión continua.

Aunque las autoridades ruandesas no se atrevan a admitirlo, si estos tribunales hubieran sido creados bajo las premisas de una visión política de verdadera reconciliación, habrían podido operar en un contexto susceptible de garantizarle más éxito. El déficit de credibilidad que sufre el sistema judicial ruandés es un veneno lento pero temible que amenaza Ruanda. ¿La Sra. Jean podrá abordar con la franqueza con que se la reconoce con sus interlocutores, el fracaso de estos tribunales en el ejercicio de reconciliación entre ruandeses?

La comunidad ruandesa de Canadá no podría erigirse contra las virtudes de la visita de la Sra. Jean a Ruanda. Ni contra el legítimo deber de Canadá de defender sus intereses en la región de los Grandes Lagos africanos. Pero tiene derecho a pedir al gobierno canadiense, por medio de la gobernadora general, que evite constituirse en un aval moral de una dictadura que no dice su nombre. La Sra. Jean debería ser una voz poderosa de todos los “sin voz” en Ruanda, reclamando la apertura del espacio político en eses país. Su visita contribuiría entonces a salvar Ruanda de los fantasmas de su pasado, -siempre emboscados-, que podrían hundir de nuevo el país en otra catástrofe.

Dr. Augustin Baziramwabo

Presidente de la Comunidad de inmigrantes ruandeses de la región Ottawa-Gatineau (CIRO).

(Libre antenne 20/04/2010)

Traducción: Ramón Arozarena.

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