La brutalidad del Estado es parte integral del ciclo electoral en la Uganda de Yoweri Museveni. Hay palizas en la campaña, palizas en las urnas y palizas después de las elecciones. Cuando finaliza el ciclo electoral, el país vuelve a las palizas ordinarias.
En el curso de la violencia electoral en Uganda, edición de elecciones parciales de 2018, dos miembros del parlamento (MP) opuestos al gobernante Movimiento de Resistencia Nacional (MRN) fueron hospitalizados, uno no puede caminar sin ayuda y el otro se recupera de un coma. Ellos y otros tres legisladores enfrentan cargos de traición cuya pena es la muerte. Treinta víctimas más de la arremetida militar en el Hotel Pacific, Arua Northern Uganda en la noche del 13 de agosto de 2018 compartieron el asalto, algunas con muletas, una con el brazo en cabestrillo y otra con sangrado uterino. Dos colapsaron y se las llevaron.
El presidente Museveni se ha destacado en aterrorizar a la oposición
La última avalancha comenzó con las atrocidades de Arua en las que el candidato de NRM fue derrotado por un independiente, Kassiano Wadri, apoyado por cuatro parlamentarios independientes y opositores: Paul Mwiru (Jinja East), A. Basalirwa (Bugiri), F. Zaake (Mityana). Municipio de Mityana), E. Karuhanga (Municipio de Ntungamo)
Las protestas fueron más extendidas que en la violencia postelectoral de 2016. Más de diez jóvenes murieron en la inevitable represión, principalmente en Kampala, pero también en los distritos electorales de Kyagulanyi y Zaake. Continúan las detenciones, incluso de los asociados de Kyagulanyi.
El papel principal desempeñado por el Comando de Fuerzas Especiales (SFC), una unidad de élite dentro del ejército regular, ha sido resaltado por Elly Karuhanga ahora en libertad bajo fianza. Dijo que la noche en que fueron arrestados en Arua, el SFC intentó en múltiples ocasiones sacar a los parlamentarios de la custodia policial.
El siguiente ensayo fue escrito después de las elecciones generales de 2016.
La brutalidad del Estado es parte integral del ciclo electoral en la Uganda de Yoweri Museveni. Hay palizas en la campaña, palizas en las urnas y palizas después de las elecciones. Ugandeses esta semana presenciaron palizas antes de jurar. Pueden esperar palizas antes, en, y después del juramento. Después, terminado el ciclo electoral, el país volverá a las palizas ordinarias.
Es temporada de gas lacrimógeno nuevamente, en Uganda. A pesar del apagón informativo, algunos videos están en circulación. Uno muestra una galería comercial en el centro de Kampala siendo evacuada principalmente por jóvenes con sus brazos levantados en señal de rendición. Son golpeados en la salida con bastones por hombres con uniforme militar.
Trae a la memoria una conversación que tuvo lugar entre dos exactivistas estudiantes, aún activos en la década de 2000. Se lamentaban de la apatía política de la juventud de hoy. El mayor, un veterano de la política ugandesa de los 70, concluyó que los jóvenes eran indiferentes porque «aún no han corrido». Creía que los jóvenes del nuevo milenio no conocían las señales que conducen al tipo de brutalidad estatal que en los años setenta dio origen a la frase Duka duka («¡Corre, corre!» en Luganda). «Pero correrán». Concluyó cínicamente: «correrán».
El activista más joven que había llegado a la madurez en la década de 1980 siempre había argumentado que la «paz introducida», constantemente citada por los apologistas por los excesos corruptos, era una ilusión. «El régimen del NRM es el robo a mano armada más largo de la historia», insistió.
A principios de la década de 1990, la presión ejercida sobre el MRN por sus donantes para realizar elecciones había alcanzado una masa crítica y en 1996 el país celebró las primeras elecciones presidenciales desde 1980. El presidente Museveni ha seguido ganando elecciones desde entonces.
Esto se ha logrado, ahora está claro, modificando el ciclo electoral para incluir la intimidación política. Hay palizas en campaña, palizas en las urnas y palizas después de las elecciones. Ahora estamos presenciando (algunos experimentando) palizas antes, durante y después del juramento. Después, terminado el ciclo electoral, volveremos a las palizas ordinarias, normales. Mientras tanto, Uganda mantiene un alto pésimo rango en el índice de Transparencia internacional sobre percepción de corrupción.
La brutalidad estatal ordinaria alcanzó su punto máximo en septiembre de 2009 cuando durante cuatro días el mundo recibió imágenes de Cable News Network, Al Jazeera y la British Broadcasting Corporation de ugandeses, principalmente jóvenes, perseguidos por la ciudad de Kampala y suburbios, con gases lacrimógenos, tirados contra el suelo y golpeados sin piedad con porras. Algunos fueron fusilados directamente. Cientos fueron amontonados en camiones y conducidos a destinos desconocidos. Esto fue como resultado de las manifestaciones contra el gobierno que restringía los movimientos del Katikkiro (primer ministro) del Reino de Buganda.
Mi hermano fue arrestado fuera del Wavah Broadcasting Service después de las 23 h. del 11 de septiembre de 2009, después de comentar en vivo sobre los disturbios en la televisión. La parte más surrealista de la experiencia fue que el personal de la policía regular de la Estación de Policía Central (CPS) estaba ansioso por comunicarnos que no tenían nada que ver con el arresto y que, de hecho, no estaba de acuerdo con lo ocurrido. Fueron necesarios dos días y la intervención de un embajador extranjero para obtener una tregua y, mientras duró, todos las mesas de la Estación Central de Policía estaban ocupadas por gente regordeta y elegantemente vestida, vestida de civil, claramente reclutada para la operación. Los ocupantes habituales, oficiales delgados uniformados, daban vueltas alrededor apoyandose contra las paredes. Cada vez que surgió la oportunidad, alegaban inocencia: «Por nuestra parte nosotros no estamos de acuerdo con esto».
Estaban dispuestos a ayudarnos rápidamente de la manera más pequeña posible y cuando a uno se le ordenó arrestarme por protestar por descalzar a mi hermano (procedimiento estándar de arresto en el África colonial), tomó mi muñeca y me llevó fuera de la vista a un lado de la multitud antes de liberarme, todo el tiempo usando una mueca de frustración en beneficio de sus superiores.
Mary Serumaga
Fuente: Pambazuka News
[Fundación Sur]
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