Después de meses de retraso logístico, han llegado los primeros lotes de vacunas de la viruela del mono a la República Democrática del Congo (RDC), donados por países occidentales. La nación centroafricana es el epicentro de un nuevo brote de viruela del mono, el cual ha llevado a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a emitir el nivel de alerta más alto el mes pasado. En 2024, se han reportado más de 20.000 casos de viruela del mono y más de 500 personas han muerto. El virus está presente en 13 países africanos, así como en algunas naciones europeas y asiáticas. Este dilema de las vacunas al que se enfrenta la RDC actualmente refleja la situación en la que se encontraron la mayoría de países africanos durante la pandemia generada por el COVID-19.
Ninguna nación africana produce las vacunas que podrían frenar la propagación de la viruela del mono y eventualmente ayudar a que se extinga, lo que ha llevado a que los países más afectados por la crisis sanitaria hayan tenido que depender de las donaciones de vacunas del extranjero. Japón y Dinamarca son los únicos países fabricantes de vacunas viruela del mono. Mientras que las donaciones prometidas por Japón a la RDC no se materializaron debido a retrasos administrativos, el jueves 5 de septiembre la Unión Europea donó alrededor de 99.000 dosis a la RDC. Poco después, el martes 10 de septiembre, Estados Unidos, a través de USAID, entregó 50.000 dosis, las vacunas procedían de la farmacéutica danesa Bavarian Nordic. La RDC, con una población de alrededor de 100 millones de habitantes, pretende distribuir las dosis en las regiones más afectadas de Kivu Sur y Equateur.
Actualmente, menos del 2 % de las vacunas que se utilizan en los países africanos se producen en el continente, según la OMS. En 2021, había menos de 10 fabricantes de vacunas en África, repartidos entre: Senegal, Egipto, Marruecos, Sudáfrica y Túnez. Estos fabricantes tienen una capacidad modesta, produciendo menos de 100 millones de dosis, explicó William Ampofo, virólogo del Instituto Nacional de Vacunas de Ghana y director ejecutivo de la Iniciativa Africana de Fabricación de Vacunas. Los analistas sostienen que las capacidades de producción de vacunas se ven obstaculizadas, principalmente por desafíos financieros y técnicos.
Si se buscara generar un cambio en esta deficiencia de producción farmacéutica, los países africanos deben movilizar fondos y asegurar a los inversores un compromiso inquebrantable, de acuerdo a las palabras del responsable de políticas de la organización People’s Medicine Alliance (PMA), Mogha Kamal-Yanni. Por otro lado, la empresa sudafricana AspenPharma, que se encuentra en conversaciones para desarrollar vacunas viruela del mono, ha expresado su preocupación por la preparación del mercado. Adicionalmente, los países africanos que producen vacunas se han centrado en sus mercados internos y no en las exportaciones a sus vecinos, lo que agrava el problema. Existen cuestiones técnicas, como la adquisición de equipos, la construcción de instalaciones capaces de hacer frente a la producción de millones de dosis y la contratación de personal especializado. Los fabricantes también se verían obligados a cumplir con estándares de calidad rígidos. Hasta el momento, muy pocos países africanos tienen procesos regulatorios y de garantía de calidad que cumplan con los estándares globales, según la agencia de desarrollo alemana GIZ. Por otro lado, no existe un proceso regulatorio a nivel continental que asegure a los fabricantes el acceso a todo el mercado africano. Además, las leyes de patentes, que exigen permiso explícito para reproducir las vacunas, obstaculizan la producción de los fabricantes africanos en tiempos de emergencia, llevando a una dependencia de estos países de las organizaciones internacionales.
Tanto activistas como expertos llevan tiempo denunciando las desigualdades del mercado mundial de vacunas, el cual a menudo deja a los países africanos y a otros países en desarrollo en desventaja. Las desigualdades latentes se han visto agravadas por la pandemia. Los efectos de esta disparidad podrían ser nefastos para todos los países, advirtió Didier Mukeba Tshilala, de la ONG médica Médicos Sin Fronteras (MSF). El Dr. Tshilala, que gestiona las operaciones de MSF en África oriental y occidental, ha estado en primera línea de la lucha contra el viruela del mono en la RDC, siendo testigo de primera mano de los efectos que puede tener la dependencia exterior, particularmente por el retraso en la vacunación durante tiempo de crisis. Como afirma el Dr. Tshilala, la ausencia de vacunas provoca que los virus se propaguen exponencialmente y aquellos que son particularmente potentes, podrían mutar, volviéndose potencialmente más letales.
La Unión Africana (UA) ha establecido objetivos para que el continente produzca el 60 % de sus vacunas para 2040, sin embargo, debido a las capacidades limitadas, no está claro si es un objetivo realizable. Los países que están tratando de iniciar la producción, como Kenia, se enfrentan a importantes desafíos. Después de firmar un acuerdo de asociación con Moderna en el 2021, con la intención de desarrollar una planta de vacunas de ARNm en Kenia, en marzo de 2024, la empresa anunció que el proyecto se encuentra en pausa, citando la causa de esta como la disminución de la demanda de vacunas COVID-19 a nivel mundial. A corto plazo, se espera que los fabricantes africanos se centren en la parte final de la producción de vacunas, perfeccionando su capacidad de «llenado/acabado», y lentamente, y gracias a la colaboración con productores establecidos, aumentar la capacidad de producción. En la actualidad hay unas 80 empresas africanas que se dedican a esta labor.
Autor: Shola Lawal
Fuentes: Al Jazeera – Imagen: MasterTux disponible en Pixabay
[Traducción y edición: Micaela Llona Bavestrello]
[CIDAF-UCM]