Para Goma, la capital de Kivu del Norte, una región socavada por años de conflictos, se abren nuevas esperanzas y la actividad económica se reanuda. Las obras de modernización del aeropuerto y la rehabilitación de la pista ya están en marcha y pronto los grandes aviones podrán aterrizar en Goma y sacar la región del aislamiento.
Para los residentes de Goma, capital de Kivu del Norte, al este del país, que viven al pie del volcán Nyiragongo, uno de los volcanes más activos de África, es una realidad que hay que tomarse filosóficamente. «No somos gran cosa frente a la naturaleza. Del polvo venimos y al polvo volveremos un, cuenta Louise Bahati, mejor conocida con el sobrenombre de Mama Tcheka, que trabaja tallando piedras en las inmediaciones del aeropuerto de Goma cuya pista fue sepultada por la lava durante la última erupción del volcán el 17 de enero de 2002.
Conectar a Goma con el mundo puede consolidar la paz, mediante la reactivación del comercio, e impulsar el desarrollo del sector privado»
Este fatídico día, Louise no lo podrá olvidar. «En 2002, di a luz a Amina, mi hija menor. El año de su nacimiento, el volcán entró en erupción y tuve que huir con la niña a la espalda», nos cuenta. «La erupción volcánica arrasó con todo a su paso. De camino a casa, no había nada».
Lugar de décadas de conflictos entre varios grupos rebeldes del ejército congoleño, Goma, una ciudad comercial enclavada en la frontera con Ruanda y con un millón de habitantes, trata de levantarse sobre sus cenizas desde la firma de un acuerdo de paz en diciembre de 2013. La tarea no es fácil. La paz sigue siendo frágil como lo demuestra la presencia de los camiones de la MONUSCO, la Misión de la ONU para la estabilización de la República Democrática del Congo. Es necesario reconstruir las infraestructuras que estás en un estado lamentable; y para los habitantes, la reinvención de una profesión.
Tras las huellas de la corriente de lava que dejó el volcán en 2002 en el centro de la ciudad, los edificios empiezan a recolonizar el espacio urbano. A lo largo de la carretera que bordea el aeropuerto, hombres y mujeres con picos y sus propias manos trabajan la roca volcánica para hacer grava o bloques de piedra.
«Nos hemos organizamos entre las mujeres para recoger arena, guijarros y cantos rodados para luego venderlos», nos dice Louise Bahati, ahora jefa de una asociación que cuenta con cuarenta mujeres. «La grava y la arena que recogemos ayuda a construir casas y a reparar los caminos» Aunque precaria y difícil, esta actividad permite a Louise alimentar a su familia y participar en la reconstrucción. «También es una manera de volver a aprovechar lo que la naturaleza nos ha dado».
Para los habitantes de Goma, la rehabilitación del aeropuerto, financiado con una donación del Banco Mundial, es un signo de esperanza. Sólo un aeropuerto funcional permitirá volver a conectar la región. Hasta ahora sólo eran posibles unos cuantos vuelos para unir Goma con la capital, Kinshasa. La erupción del volcán en 2002 dañó seriamente la única pista. Con la rehabilitación parcial de la pista de aterrizaje en el aeropuerto de Goma, financiado por la cooperación alemana, los vuelos internacionales se reanudaron en el verano de 2015. El proyecto apoyado por el Banco Mundial complementará estos logros de manera sostenible.
«Este trabajo tiene dos objetivos: mejorar las medidas de seguridad y protección para ajustarse a las normas internacionales y rehabilitar la infraestructura», explicó Mohammed Dalil Essakali, líder del proyecto del Banco Mundial.
El proyecto también incluirá acciones destinadas a reducir los riesgos asociados a la actividad volcánica y un componente social, con el objetivo de asegurar que las comunidades que viven alrededor del aeropuerto también se beneficien de la recuperación económica.
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