Mientras la influencia de las antiguas potencias europeas disminuye considerablemente, las fuerzas antiimperialistas están teniendo sorprendentes victorias en todo el mundo, al mismo tiempo que ha surgido un nuevo actor que amenaza con destruir la independencia de los pueblos de Asia y África. Es el imperialismo estadounidense, que debe ser combatido y derrotado de manera total para que los pueblos de Asia y África puedan preservar los logros vitales que han ganado en su lucha contra la subyugación. La Primera y Segunda Guerra Mundial trajeron un caos económico sin precedentes especialmente en Europa, donde se libraron principalmente ambas guerras. Millones de personas murieron mientras sus países fueron destruidos por la guerra. Los dos conflictos supusieron el declive de las antiguas potencias imperiales.
Por otro lado, Estados Unidos (EE. UU.) emergió como el estado más rico y poderoso de Occidente, en primer lugar, porque ambas guerras se libraron a miles de kilómetros de distancia de su continente y tuvo menos víctimas. Mientras que el Imperio británico perdió 1.089.900 hombres, tan solo 115.660 soldados estadounidenses murieron durante la Primera Guerra Mundial. Sus ciudades e industrias no sufrieron ningún daño. En segundo lugar, obtuvo una cantidad importante de beneficios por parte de sus aliados con contratos de guerra. Debido a estos factores, EE. UU. se convirtió en el país más poderoso de Occidente.
Paradójicamente, las dos guerras mundiales, que debilitaron a las viejas potencias, contribuyeron al crecimiento de la influencia política y económica de Estados Unidos, también dieron lugar al crecimiento de las fuerzas antiimperialistas en todo el mundo y a la intensificación de la lucha por la independencia nacional. Las viejas potencias, se encontraban incapaces de resistir la demanda de sus antiguas colonias y aún aferradas desesperadamente a sus imperios en decadencia, se vieron obligadas a apoyarse en la ayuda estadounidense. EE. UU., aprovechando la difícil situación de sus antiguos aliados, adoptó una política deliberada para expulsarlos de sus áreas de influencia y acaparar toda la atención. Un claro ejemplo de dicha política es la que tuvo lugar en Oriente Medio, donde EE. UU. colaboró en la expulsión de Gran Bretaña de esa región para poder obtener el control de la industria petrolera, que hasta ese momento estuvo en manos de Gran Bretaña.
A través del Plan Marshall, los EE. UU. Lograron ejercer un control sobre las economías de los países europeos y reducirlos a una posición de dependencia. Al establecer bloques militares agresivos en Europa, Oriente Medio y Asia, los EE. UU. han podido posicionar a sus ejércitos en importantes puntos estratégicos y se están preparando para la intervención armada en los asuntos internos de las naciones soberanas. La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en Europa, el Pacto de Bagdad en Oriente Medio y la Organización del Tratado del Sudeste Asiático son bloques militares que constituyen una amenaza directa no solo para la paz mundial sino también para la independencia de los Estados miembros.
La política de confiar en la ayuda económica y militar estadounidense es extremadamente peligrosa para los propios estados y ha agravado sus posiciones. Desde la Segunda Guerra Mundial, Gran Bretaña, Francia y Holanda se han asociado estrechamente con los planes estadounidenses para la conquista mundial y aun así dentro de ese período han perdido imperios en Asia, Oriente Medio y África. Su salvación y su futura prosperidad no radican en fijar su fe en la ayuda estadounidense y en los bloques militares agresivos, sino en romper con ella, en repudiar su política exterior que amenaza con arrastrarlos a otra guerra y en proclamar una política de paz y amistad con otras naciones.
El interés estadounidense en África ha crecido rápidamente en los últimos años. Este continente es rico en minerales. Produce casi todos los diamantes del mundo, el 78 % de su aceite de palma, el 68 de su cacao, la mitad de su oro y el 22 % de su cobre. Es rico en manganeso, cromo, uranio, radio, cítricos, café, azúcar, algodón y caucho. Es considerado por los EE. UU. Como uno de los campos de inversión más importantes. Según el «Informe de la Misión de Estudio Especial a África Sur y Este del Sahara», por la Honorable Frances P. Bolton, que se publicó en 1956 para uso del Comité de Asuntos Exteriores del Congreso de los Estados Unidos, a fines de la Segunda Guerra Mundial las inversiones privadas estadounidenses en África ascendieron a apenas 150 millones de libras. A fines de 1954, el valor total de las inversiones de los Estados Unidos en África era de 664 millones de libras.
Desde entonces, el gobierno estadounidense ha montado una tremenda ofensiva diplomática y económica en casi todas las áreas en África. Ha surgido una nueva organización para la conducción de los asuntos africanos. El Departamento de Estado ha establecido un nuevo puesto de subsecretario adjunto para Asuntos Africanos. La Oficina de Asuntos Africanos se ha dividido en dos nuevas oficinas, la oficina de Asuntos de África del Norte y la de Asuntos de África del Sur. Esta reorganización ilustra la creciente importancia económica de África para los Estados Unidos y el reconocimiento por parte de los círculos gobernantes de ese estado de la necesidad vital para la creación y el fortalecimiento de las relaciones diplomáticas con los estados independientes de África. Los EE. UU. han enviado a este continente numerosas misiones de «estudio» y «buena voluntad» y decenas de sus principales industriales y estadistas para estudiar la riqueza natural de los nuevos estados independientes y establecer relaciones diplomáticas con los regímenes actuales. El vicepresidente Nixon, Adlai Stevenson, el candidato del Partido Demócrata a la presidencia de Estados Unidos en las últimas elecciones y una veintena de otros estadounidenses destacados han visitado varias partes del continente para estudiar las tendencias políticas y las condiciones del mercado. Hoy en día, el imperialismo estadounidense es un grave peligro para los estados independientes de África y su gente debe unirse antes de que sea demasiado tarde.
El imperialismo estadounidense es aún más peligroso porque al haber presenciado el resurgimiento de los pueblos de Asia y África contra el imperialismo y haber visto el declive y la caída de imperios que alguna vez fueron poderosos, ha descartado la mayoría de las armas convencionales del antiguo imperialismo. No aboga abiertamente por la invasión y conquista armada. Se pretende repudiar la fuerza y la violencia. Se disfraza de líder del llamado mundo libre en la campaña contra el comunismo. Afirma que la piedra angular de su política exterior es ayudar a otros países a resistir la dominación de otros. Sostiene que las enormes sumas de dólares invertidas en África no son para la explotación de los pueblos de África sino para el desarrollo de sus países y para elevar el nivel de vida.
Es cierto que ahora los nuevos territorios de autogobierno en África requieren capital para desarrollar sus países. Requieren capital para el desarrollo económico y programas de capacitación técnica, lo requieren para desarrollar la agricultura, la pesca, los servicios veterinarios, la salud, los servicios médicos, la educación y las comunicaciones. En esta línea, el capital extranjero invertido en África podría desempeñar un papel útil en el desarrollo de los territorios de autogobierno en el continente. Pero la idea de obtener ganancias rápidas y altas, que son la base de todos los planes de desarrollo lanzados en África por los EE. UU., elimina completamente el valor de dichos planes en lo que respecta a las masas populares. Los grandes y poderosos monopolios comerciales estadounidenses que están surgiendo en varias partes del continente están destruyendo al pequeño comerciante y dejando salarios bajos, con la pobreza y la miseria resultantes, analfabetismo y las viviendas miserables en las que vive. Ésta es la exposición más simple de la falsedad del argumento de que las inversiones estadounidenses en África elevarán el nivel de vida de las personas de este continente. La marca estadounidense es el imperialismo en cualquier caso a pesar de la imagen moderna con que distrae y del lenguaje dulce que hablan sus defensores. Los EE.UU. están montando una ofensiva diplomática sin precedentes para ganar el apoyo de los gobiernos de los territorios autónomos en el continente. Ha establecido una red de bases militares en todo el continente para la intervención armada en los asuntos internos de los estados independientes en caso de que las personas en estos estados decidan reemplazar los regímenes satelitales estadounidenses con los que están en contra del imperialismo estadounidense. El capital estadounidense ha entrado en África no con el propósito de elevar los estándares materiales de su gente sino para explotarlos, así como la riqueza natural de su continente. Esto es imperialismo en el verdadero sentido de la palabra.
Los estadounidenses siempre están advirtiendo a la gente de este continente contra el comunismo que, como alegan, busca esclavizarlos e interferir con su desarrollo pacífico. ¿Pero qué hechos justifican esta advertencia? A diferencia de los EE. UU., ni la Unión Soviética, la República Popular China ni ningún otro estado socialista tienen bloques militares agresivos en ninguna parte del mundo. Ninguno de los países socialistas tiene bases militares en ningún lugar de África, mientras que los Estados Unidos ha construido campos de aterrizaje, puertos y otros tipos de bases estratégicas en todo el norte de África. En particular, tiene campos de aviación en Marruecos, Libia y Liberia. A diferencia de los Estados Unidos de América, ninguno de los estados socialistas ha invertido capital en ninguna parte de África para la explotación de su gente. En la Organización de las Naciones Unidas, la Unión Soviética, la India y otras naciones se han identificado incondicionalmente con la lucha de los oprimidos por la libertad, mientras que los Estados Unidos se han aliado a menudo con quienes defienden la esclavitud de los demás.
No fueron los aviones soviéticos sino los estadounidenses los que usaron a los franceses para bombardear la pacífica aldea de Sakiet, en Túnez. La presencia de una delegación de la República Popular China en la conferencia afroasiática de 1955, así como la presencia de una delegación de ese país y la Unión Soviética en la conferencia afroasiática de 1957 en El Cairo, muestran que los pueblos de Asia y África han visto a través de la calumniosa campaña llevada a cabo por los Estados Unidos contra los países socialistas. Saben que su independencia no está amenazada por ninguno de los países en el lado socialista, sino por los Estados Unidos de América, que ha rodeado su continente de bases militares. El fantasma comunista es una argucia estadounidense para distraer la atención de los pueblos de África del problema real al que se enfrentan que es, sin ninguna duda, el imperialismo estadounidense.
Los pueblos del África resurgente son perfectamente capaces de decidir sobre su propia forma de gobierno en el futuro y descubrir y enfrentar ellos mismos los peligros que puedan surgir. No requieren ninguna educación de los EE. UU., que a juzgar por eventos como el escándalo de Little Rock y las actividades del Comité de caza de brujas no estadounidense deben aprender a poner su propia casa en orden antes de tratar de enseñar a todos los demás. Los pueblos de África están en movimiento, junto con Asia y con las personas amantes de la libertad en todo el mundo han declarado una guerra a gran escala contra todas las formas del imperialismo. El futuro de este continente no está en manos de los regímenes desacreditados que se han aliado con el imperialismo estadounidense. Está en manos de la gente común de África que funciona con sus movimientos de masas.
Nelson Mandela
* Escrito para la Liberación – «Journal of Democratic Discussion» – publicación editada en Johannesburgo de 1953 a 1959 por D. Tloome. Nelson Mandela escribió una serie de artículos para la revista.
Fuente original: Journal of Democratic Discussion, Nº. 30, marzo de 1958.
Fuente: sahistory
[Edición y traducción, J Martin]
[Fundación Sur]
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