Un musulmán para la Generalitat

18/01/2024 | Uncategorized, Opinión

No es nada difícil detectar en esta vieja piel de toro la creciente preocupación por la llegada de sucesivas e ininterrumpidas oleadas de inmigrantes ilegales, fenómeno que no ha tardado en alumbrar la aparición de una xenofobia e incluso de un racismo de nuevo cuño que olvida la historia de nuestro país, multicolor en su propia esencia mestiza y conformado por sucesivas inmigraciones y emigraciones. Subidos algunos gobiernos autonómicos o locales a la cresta de la ola, se quejan amargamente de los problemas causados por la llegada de tantas gentes foráneas, para colmo pobres, en un alto porcentaje negras, cuando no musulmanas, y, en su opinión, frecuentemente conflictivas.

La última noticia ha sido la inclusión entre las condiciones acordadas por Junts con el PSOE para transigir con el trámite parlamentario de los últimos decretos ley del gobierno, de transferir la competencia “integral” -término cuyo significado está levantando enormes discrepancias- del control migratorio a la Administración autónoma, cabe suponer que no para mitigar sus condiciones, sino todo lo contrario. Y, en fin, hay partidos que, preocupados por la posible pérdida de la “pureza” local, han convertido el señuelo de la lucha contra la inmigración en una de sus señas de identidad, desde Vox -que curiosamente es el único que tiene un alto dirigente “de color”- al de la alcaldesa de Ripoll, de quien se dice que va a competir en los próximos comicios autonómicos. Más aún, me produce estupefacción constatar que en ello andan incluso quienes parecen considerarse neofranquistas, olvidando que durante el régimen anterior hubo en las Cortes orgánicas parlamentarios negros y musulmanes, se firmaron numerosos acuerdos de doble nacionalidad con países hispanoamericanos y se promovió la llegada de estudiantes árabes, lo que permitió que muchos de ellos se establecieran finalmente en España.

Todo ello ocurre cuando la población española, que ha conseguido uno de los más altos niveles de longevidad del mundo, muestra una peligrosa curva de envejecimiento con el paralelo descenso de la natalidad, datos que constatan los demógrafos como el anuncio de un grave desequilibrio que puede poner en peligro la viabilidad del futuro económico y social del país. Dichos expertos advierten que tal situación solo puede ser paliada o resuelta precisamente gracias a la llegada de inmigrantes, cuyo trabajo será sin duda la mejor garantía de que nuestros hijos puedan, en su día, cobrar la pensión de jubilación.

Mientras tanto, en países de nuestro inmediato derredor hace años que la presencia de personas de origen extranjero es normal y no solo en oficios o empleos modestos, sino también en altas magistraturas. La nueva ministra de Cultura de Francia, que ya lo había sido de Justicia, es de familia argelo-marroquí, la alcaldesa de París gaditana y ese mismo país ha tenido un primer ministro nacido en Barcelona, mientras que su anterior ministro de Educación era de origen subsahariano. Qué decir de la tan criticada Gran Bretaña, donde todo el mundo conoce -y acepta sin rasgarse las vestiduras- el origen hindú de su premier y la procedencia paquistaní del alcalde de Londres que es, además, un devoto musulmán.

Como modestísimo colaborador en la tarea de haber contribuido a enriquecer la base social española con entrañables aportaciones humanas de otros pagos, que han contribuido a dar valiosa variabilidad genética, riqueza cultural y color a mi propio núcleo familiar, sueño con no dejar este mundo sin haber visto ejemplos análogos en mi tierra. No solo barriendo calles, acompañando viejecitos o ejerciendo oficios menores, sino también en puestos de alta responsabilidad. Quizá un presidente del gobierno español de origen alsaciano o corso por decir algo, un ministro de Cultura de procedencia hispanoamericana, un alcalde de Barcelona o Madrid de familia subsahariana y acaso ¿por qué no? en Catalunya, que ya fue pionera, puesto que tuvo un presidente de la Generalidad cordobés (con notable malestar de la señora Ferrusola) un musulmán (me gustaría que saharaui) sentado en el mismo sillón que ocuparon Macià, Pujol y Torra. Algo que sin duda nos liberaría de la pertinaz adherencia de numerosas e impertinentes costras históricas y nos vacunaría contra la intolerancia. ¡Sha Allah!

Pablo-Ignacio de Dalmases

Fuente: CantalunyaPress – Imagen: AndriySadivskyy – Wikimedia

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