Un mundo oculto: La red global del comercio de armas (1ª parte)

9/01/2019 | Opinión

Las Navidades son fechas propicias para los estrenos de cine. Éstas de 2018-19 han traído además un documental de inmundicia y horror con un título peliculero, típico de publicistas y medios de comunicación: «Un mundo oculto: la Red Global del Comercio de Armas. Investigación sobre la industria global de armas que cuenta sus beneficios en miles de millones y sus pérdidas en vidas humanas».

De todos modos, el documental merece la pena pues aparecen algunos de los principales asesinos en serie del mundo a sueldo de las multinacionales más poderosas, habitualmente conocidos como jefes de Estado, presidentes de gobierno, secretarios de Estado, príncipes, etc.

Uno de los participantes en este enorme negocio (en el argot un fixer: intermediario, correveidile, conseguidor) que habla en el documental sobre esos políticos con la soltura de un sumiller, los describe así: “son como las putas, con la diferencia de que ganan muchísimo más”. Llamo la atención sobre esta comparación, no por su mal gusto, lógico en un degenerado, como él no parece caer en la cuenta de que aquellas no asesinan, sino porque a lo largo de los 46 minutos de narración, como ya se aprecia en el subtítulo, todo se reduce a obtener dinero por cualquier medio, cuanto más mejor, sin límite, continuamente. Lo demás es circo, trucos de magia, teatro sangriento del absurdo, espiritismo.

En la cinta aparecen aviones de guerra, víctimas, analistas políticos, sesiones parlamentarias, declaraciones altisonantes, escenas de represión, palacios, lujos, etc., miles de fotogramas muy diferentes unos de otros, pero la trama es siempre la misma: cómo conseguir más y más dinero.

Una de las conclusiones que se extraen es que no existe ninguna otra razón para este magnífico negocio. Ni la defensa nacional, ni el control del mundo, ni la guerra contra el terror, ni la escasez de materias primas, ni la naturaleza humana, ni la teoría de la conspiración… Todo esto y más se convierte en un medio para ese fin: personas, recursos, la política, la empresa, el mundo entero en definitiva.

Tanto es así que otro participante declara que “da igual que perdamos la guerra en Afganistán, es bueno para el negocio”. Este punto de vista resulta del todo razonable, lo mismo diría el entrevistado si la hubieran ganado, ya que lo único imprescindible para el negocio es querer hacerlo.

Con eso basta porque todo lo demás se confabulará para que prospere: un fabricante de armas por allá, allí un gobernante incómodo de un país pequeño o mediano del tercer mundo, mejor si es con petróleo, aquí dos o tres editoriales por los que éste pasa a ser dictador en unas semanas, a mano siempre hay un político preocupado por las mujeres musulmanas, otro por los terroristas, acullá aparecen armas biológicas y en el momento adecuado surgen los telediarios emitidos desde playas turísticas en las que aparecen niños muertos y desde hospitales remotos donde incubadoras vacías son la prueba definitiva de que alguien maligno los ha sacado para estrellar sus sesos contra las paredes.

El pueblo y el populacho se apiada y se excita respectivamente ante su televisor y empieza la carnicería, seguida por el envío de ONGs sin fronteras, donativos, firmas y tuits; luego es el turno de la huida de refugiados y de nuevas medidas para proteger a aquellos de las invasiones que causan, es decir, nuevas armas, nuevas intervenciones, nuevas reuniones de alto nivel y sus correspondientes comunicados, nuevas víctimas.

armas_importaciones-2.jpgNada nuevo, se dirá. Desde luego que es así, más aún, es el sino de la historia de la humanidad, sólo que ahora se conoce a través de la televisión e Internet. Ocurre además que en la actualidad ya no se trata de grandes penalidades sino del riesgo de Armagedón, por su capacidad destructiva, de consumo de energía y de contaminación. Además por su efecto pervertidor y deshumanizador.

El ser humano individual, impotente y temeroso ante esa fuerza, se acostumbra para seguir viviendo, aunque sea mal, y se resigna a su destino. La gente, especialmente si está lejos de las bombas, hace como que no ve lo que ocurre. Por supuesto a algunos anormales les parece necesario y a otros hasta bueno.

Entre los que ven y saben hay una tendencia a olvidar lo fundamental y a enredarse en lo demás: legalidad, legitimidad, intervención humanitaria, derecho a proteger, atacar para no tener que defendernos y otras gilipolleces. Esta alucinación impide cambiar este estado de cosas antes de que una nueva guerra –que ya anticipa el documental para los próximos años- acabe con todo definitivamente.

El documental está en inglés y se puede ver en la web de Aljazeera. (Nota: no me parece oportuno en estas líneas salir del documental para entrar en las razones de Aljazeera para emitirlo en estas fechas y soltar unas cuantas coces a Arabia Saudí, el Reino Unido, Estados Unidos, etc.).

A continuación sigue un extracto del texto de la presentación del documental:


El negocio del comercio internacional de armas asciende a cien mil millones de dólares por año, según Pieter Wezemen, investigador principal del Stockholm International Peace Research Institute (Sipri)*. El volumen del negocio ha crecido paulatinamente en los últimos 15 años.

Basado en el libro de Andrew Feinstein, The Shadow World: Inside the Global Arms Trade, el documental revela algunas de las operaciones de venta de armas más corruptas de la historia.

El acuerdo más notable entre el Reino Unido (el principal productor de armas de Europa Occidental) y Arabia Saudí (su principal país de exportación) es el acuerdo de Al-Yamamah con la empresa británica BAE Systems (British Aerospace). Las primeras ventas tuvieron lugar en septiembre de 1985.

Arabia Saudita encargó armas por valor de 54 mil millones de dólares. Una corrupción masiva aseguró el contrato a BAE. La Oficina Británica de Fraude a Gran Escala identificó pagos corruptos por valor de siete mil millones.

Para allanar el camino hacia el príncipe Bandar Bin Sultan Al Saud, embajador saudí en Estados Unidos entre 1983 y 2005, BAE le regaló un enorme avión comercial para él solo y mil millones de libras durante años.

Según el editor de The Guardian David Leigh, Mark Thatcher, el hijo de la primera ministra Margaret Thatcher, se llevó más de 15 millones de dólares en efectivo como intermediario del acuerdo de Al-Yamamah.

El negocio internacional de armas ha llevado al mundo a un estado de guerra perpetua.

Lawrence Wilkerson, coronel retirado y Jefe del Gabinete del Secretario de Estado Colin Powell, afirma que la muestra definitiva de la voluntad de un estado de seguridad nacional es hacer lo que sea preciso para crear una situación de guerra perpetua.

“La élite de la seguridad nacional hoy se compone principalmente de gente que usa una y otra vez las puertas giratorias”. Dick Cheney, secretario de defensa y vicepresidente de Estados Unidos, es un ejemplo de libro (se refiere a su etapa de director de la Compañía Halliburton entre 1995 y 2000).

Wilkerson añade que este sistema giratorio entre empresas privadas y gobierno “da como resultado que la seguridad nacional esté formada por una élite muy reducida y muy rica».

Estados Unidos es también el principal suministrador de ayuda militar a Israel. El economista israelí Shir Hever dice: “cada dos años más o menos Israel ataca a la Franja de Gaza y justo después hay una feria comercial en la que las compañías de armas israelíes exponen sus tecnologías. La primera publicidad que realizan es: Las hemos probado ya sobre seres humanos”.

A través del comercio mundial de armas se deteriora la democracia, mientras disminuyen las oportunidades de trabajar por la paz global.

Agustín Velloso

* Nota de José Manuel Samos: 398.200 millones de dólares según los datos ofrecidos por el Sipri, que no incluyen a China.

Fuente: Grupo Tortuga

[Fundación Sur]


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Autor

  • Agustín Velloso es profesor del Dpto. de Historia de la Educación y Educación Comparada de la Facultad de Educación de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).

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