El Ministro del interior tunecino: “Vamos a un enfrentamiento”
21/03/2012 por Isabelle Mandreaud LE MONDE
Condenado a muerte bajo Burguiba, graciado y de nuevo arrestado, Ali Larayedh, uno de los principales dirigentes del partido islamista En Nahda, pasó 14 años en la cárcel de los cuales 13 en régimen de aislamiento. Nombrado Ministro del interior el 22 de diciembre 2011, confía el 17 de marzo su preocupación sobre los movimientos extremistas.
¿Los salafistas representan una amenaza para la seguridad de Túnez?
– Todos los salafistas no utilizan la violencia pero el modelo de sociedad que promueven constituye un peligro. Esta idea, este punto de vista estrecho, tiene un problema con el pasado, con la modernidad, y el riesgo es siempre que caigan en la guerra. Pero hay que intentar hacer la diferencia entre los salafistas yihadistas, que recurren a la violencia y representan un riesgo al que ningún país está inmunizado. Hoy, representa el mayor peligro para Túnez y soy consciente que deberé llevar contra ellos una gran batalla.
¿Cómo piensa luchar contra este movimiento?
– Podremos abrirles la puerta de la creación de un partido, a condición que respondan a los criterios de la ley, para así aislar la minoría que utiliza la violencia. Para estos últimos, estamos decididos a actuar con el mayor rigor y la firmeza que exige la situación, con la información, las detenciones, cortando los lazos con los grupos exteriores de los países vecinos o lejanos.
Hace un mes, he invitado a todos aquellos que detienen armas en su posesión, armas que fueron robadas en los cuarteles durante la revolución, a restituirlas con la garantía que no serían molestados. Sabemos que los salafistas yihadistas no devolverán las armas. Vamos a un enfrentamiento inevitable.
Somos conscientes, tambié, que las mezquitas deben volver bajo el control del Estado. Este es otro frente. Estamos luchando por otro proyecto de sociedad. No hay diferencias de estratégia entre el gobierno y En Nahda. La sociedad tunecina es abierta, está en el centro, y estoy convencido que no aceptará esta violencia.
¿La reciente escaramuza entre el ejército y un grupo cerca de Sfax constituye una señal?
– Sí. Este grupo estaba compuesto por tres jóvenes entre 22 y 25 años. Queríamos detenerlos vivos pero abrieron fuego y dos murieron. Luego detuvimos a otros, unos quince, que estaban en relación con el grupo, y otros lograron escapar al extranjero, principalmente a Argelia. La encuesta ha dado la prueba que transportaban armas desde Libia, y que no era la primera vez, con el fin de almacenar y servirse desde el momento en que se sintieran más fuertes. Su finalidad es la de crear un Estado religioso islámico en Túnez.
Estos salafistas, lo sabemos, tienen relaciones con otros grupos en Libia que a su vez tienen relaciones con grupos argelinos. Hay que darse prisa y estar alertas. Si no les arrestamos, tendremos Al Qaida.
¿Existen campos de entrenamiento en Túnez?
– Estos jóvenes se han entrenado en Libia y algunos intentan hacerlo en Túnez, a veces en algunos polideportivos. Perseguimos todos los entrenamientos que tienen un color militar. Generalmente, no duran mucho tiempo, dos o tres semanas.
El Tunecido Abu Ayad, que ha beneficiado de la amnistía de marzo 2011, ¿es uno de sus jefes?
– Sí. Dice que no predica la violencia, pero yo no estoy tan seguro. Los líderes en Túnez no son numerosos. Como él, algunos fueron liberados, otros han vuelto de los países vecinos y de Europa. Tienen la impresión de ser fuertes y han aprovechado de la debilidad de las instituciones del Estado después de la revolución, pero ahora la situación está cambiando. Saben que las cosas están cambiando y que las fuerzas de seguridad no tardarán en detenerles. El hecho que nuestro país ha sido el primero a levantarse en el mundo árabe ha despertado sensibilidades. Estamos muy atentos a ello. Suelo decir, que si es necesario, que restableceré los visados para los predicadores extranjeros.
¿Porqué, sin embargo, la policía da la sensación de no querer intervenir cuando se producen disturbios?
– Las fuerzas de seguridad estiman que su intervención podría empeorar las cosas, a veces, es verdad. Y pagamos con algunos desbordamientos. En el asunto de la bandera (arrancadael 7 de marzo por un salafistasobre el tejado de la facultad de la Manuba, para ser remplazada por una bandera negra, símbolo de los salafistas), deberían haber intervenido, incluso con riesgo de enfrentamientos. Este tipo de incidentes se había reproducido ya dos veces, antes. Pero lo que cuenta, hoy, es la significación. Conscientemente o no, este joven, por su gesto, expresó la voluntad de querer trastornar todo, de hacer “tabula rasa”. Es ésta, la gravedad de la cosa y es lo que este ataque quería significar.
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