Podemos observar innumerables formas de opresión, todas injustas y denigrantes para los seres humanos que las padecen. Algunas formas de opresión como las guerras, torturas, genocidios y asesinatos son de suma gravedad y, por desgracia, frecuentes, mientras que otros tipos de opresión como los robos, insultos y peleas, denigran la dignidad humana, sin llegar a destruirla.
El día 30 de septiembre recordábamos la “Jornada Mundial del Migrante y Refugiado”. La llegada diaria de migrantes africanos en cayucos a Canarias, con el trágico naufragio diario de cientos de migrantes que buscan a la deriva una vida humana digna, nos recuerda todos los días esta cruel forma de esclavitud, a la que sometemos hoy día a tantas personas procedentes de diferentes regiones y países, ante todo africanos.
El pasado 10 de abril de 2024, el Parlamento Europeo aprobó las directrices que forman el “Pacto de Migración y Asilo”, cuya pretensión estriba en el establecimiento de un cierto orden ante las eventuales disfunciones del sistema migratorio. De este modo, el objetivo del Pacto no es sino normativizar y hacer más previsible la gestión del asilo en territorio europeo con el fin de evitar los conflictos entre los Estados. Con el establecimiento de mecanismos y estándares similares en los Estados miembros se pueden definir las responsabilidades y solidaridad frente a la llegada masiva de inmigrantes en forma irregular.
El asilo es un derecho fundamental y su concesión a aquellas personas que cumplen los criterios previstos en la” Convención sobre el Estatuto de los Refugiados” se instaura como una obligación internacional para los Estados, que figuran como Estados miembros de la UE. Estos son los principios que figuran sobre el papel.
Otro aspecto destacable es la «solidaridad obligatoria», por cuanto se prevé que, en una situación de gran presión migratoria los Estados miembros deberán poder reubicar al menos a 30.000 migrantes cada año. Posibles inaceptaciones de diversos países tendrán por consecuencia el abono de 20.000 euros de contribución por cada migrante no acogido.
Esto implica un mayor deterioro de los derechos fundamentales y la aceptación generalizada de la vigilancia digital y militar, tanto en las fronteras como en el interior de los países. En este entorno, las fronteras europeas pueden llegar a ser espacios donde la protección de los derechos humanos desfallezca en tanto que no existan condiciones de acogida dignas y lleven a la confinación, detención y posible devolución.
El centro de la cuestión, que el Pacto de Migración y Asilo del Parlamente de la UE no contempla, es el desplazamiento del ser humano y del bien común como centro de atención, y de subyugarles, a los propios beneficios económico-políticos de los gobernantes y de las grandes empresas, que prefieren seguir saqueando los abundantes recursos comunes de los pueblos originarios de los migrantes, antes que crear infraestructuras para su propio empleo y desarrollo.
Es imperativo seguir alerta y trabajando juntos, para centrarnos siempre en la dignidad y desarrollo integral de cada ser humano y del bien común.
Ahora recordamos los 200 años de un gran luchador por la liberación de toda esclavitud y por el empoderamiento de todos los pueblos del continente africano: Charles Lavigerie, fundador e inspirador de las dos Sociedades: los Misioneros-as de África.
Su legado es muy actual:
“Soy un ser humano y las crueldades contra un gran número de mis semejantes solo me inspiran horror. Soy persona y la opresión de otros me llena de indignación. Sigo trabajando para restaurar el honor y la libertad de este continente africano”.
(C.Lavigerie, 1888)
Lázaro Bustince
CIDAF-UCM