Es triste y me enoja que Sudán del Sur siga siendo un lugar tan trágico. Hay mucha gente buena allí, millones, sufriendo horriblemente. Quienes hayan oído hablar sobre un acuerdo de paz nuevo o «revisado» pueden pensar que todo en Sudán del Sur está en alza, que la guerra ha terminado, que hay mejoras significativas en el gobierno, menos abusos de los derechos humanos y una mejor situación humanitaria. De hecho, y con algunas excepciones locales, nada está más lejos de la verdad. Un proceso de paz profundamente defectuoso ha producido un “deja vu otra vez” con un acuerdo para compartir el poder que involucra a las mismas elites beligerantes de Sudán del Sur que han fracasado dos veces en los últimos cinco años y fueron impulsadas, tanto por agendas de Sudán y Uganda como por ningún interés genuino para poner fin al gran sufrimiento del pueblo de Sudán del Sur.
Solo en 2018, incluido desde que se firmó el último acuerdo de paz, múltiples funcionarios de alto nivel de las Naciones Unidas, comisionados y otras organizaciones, incluyendo Adama Dieng, el Asesor Especial de la ONU para la Prevención de Genocidio, han encontrado «alarmantes patrones de graves violaciones de derechos humanos y abusos, incluidos asesinatos, saqueos, secuestros, violaciones y violaciones en grupo cometidas por ambas partes durante los combates ocasionando desplazamientos forzados de la población». La violencia sexual es descrita como endémica y» una táctica generalizada y sistemática de guerra… “En mayo de 2018, la ONU pidió a todas las partes en el conflicto de Sudán del Sur el cese de las atrocidades y la violencia sexual”, y que «se tome como prioridad llevar a juicio a los perpetradores de estos atroces actos».
Otro informe de la ONU encontró que sólo en el norte de un estado de Sudán del Sur se produjeron 134 casos de violación y violaciones en grupo, entre septiembre y diciembre de 2018, después del acuerdo de «paz». Sesenta y cuatro eran niñas, algunas tan jóvenes como de ocho años. Madres e hijas se abrazaban y lloraban.
Más de cuatro millones de la población anterior a la guerra en Sudán del Sur, compuesta por doce millones de personas, se encuentran desplazadas interna o internacionalmente, a menudo en condiciones horribles. A pesar de los cinco meses de «paz», un millón y medio de sudaneses del sur están al borde de inanición y más de seis millones se enfrentan a hambre extrema. Sudán del Sur y la República Democrática del Congo lideran al mundo en el número de niños muertos en el conflicto. En 2018, por tercer año consecutivo, Sudán del Sur era el lugar más peligroso en el mundo para trabajadores humanitarios con, según algunos informes, hasta 100 trabajadores humanitarios asesinados desde que comenzó el conflicto en 2013.
Al publicar su informe más reciente hace solo unos días, los Comisionados de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en Sudán del Sur declaran que «no hay duda de que estos crímenes son persistentes porque la impunidad está tan arraigada en Sudán del Sur que se rompe todo tipo de norma, incluso se viola y se mata a jóvenes y ancianos”. La presidenta de la Comisión, Yasmin Sooka, declaró: «Existe un patrón confirmado de cómo los combatientes atacan aldeas, saquean hogares, toman mujeres como esclavas sexuales y luego incendian casas, a menudo, con personas dentro». Una misión conjunta de las Naciones Unidas en Sudán del Sur y el informe del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos que cubre el período de septiembre a diciembre de 2018 indica claramente que “la falta de exigencia de tener que dar cuentas es también un gran impulsor de estos ataques. De hecho, la impunidad ha contribuido a la normalización de la violencia contra mujeres y niñas”.
Pero se hace muy poco, prácticamente nada.
En todos los aspectos, la reiteración más reciente de un acuerdo de paz es papel fino, cuestionada casi semanalmente por grupos e individuos que o bien nunca se unieron al acuerdo o que alguna vez pudieron haberse suscrito, pero de una u otra manera se han retirado o cambiaron de opinión, o quizás más probable, nunca fueron realmente parte de ese acuerdo. Incluso el compromiso de aquellos que podrían ser considerados los miembros centrales del acuerdo es cuestionable, quizás de una milla de ancho y una pulgada de profundidad. Gran parte de la comunidad internacional, incluido Estados Unidos, ve el acuerdo de paz con gran (y lamentablemente justificado) escepticismo. Habiendo sido defraudados previamente, esperan una indicación sustancial fidedigna de que los partidos, esta vez, son serios, lo que aún no se ha demostrado. Puede haber un poco más de actividad que la que rodeaba el acuerdo de 2015, pero aún queda por ver si esta actividad significa realmente algo o es simplemente revolver el agua. Los hitos en el acuerdo no se alcanzan de manera rutinaria o no se cumplen en absoluto.
Desafortunadamente, Sudán del Sur sufre de una larga historia y una profunda cultura de impunidad. Durante y después de toda la violencia masiva que el país más nuevo del mundo ha soportado desde una primera guerra civil (cuando el país todavía era parte de Sudán) desde 1955 a 1972, nunca ha habido justicia ni exigencia responsabilidades significativas, con una pausa en la violencia durando poco tiempo hasta el próximo resurgir de muerte y destrucción.
Sudán del Sur ilustra muy bien que paz sin justicia, al menos en la mayoría de situaciones la mayor parte del tiempo, es solo un alto el fuego, y tal vez ni siquiera eso. El llamado alto el fuego en Sudán del Sur, incluso ahora, es violado repetidamente, semanalmente, si no a diario.
Los repetidos llamamientos a la rendición de cuentas de múltiples sectores de la comunidad internacional (además de los mencionados anteriormente) se remontan a los primeros meses del conflicto, con el Secretario General de la ONU Ban Ki-moon, hace casi cinco años, solicitando la creación de un tribunal híbrido internacional en Mayo de 2014, ya que Sudán del Sur no es parte en la Corte Penal l Internacional y es muy poco probable que se remita a la Corte o acepte su jurisdicción. En octubre de 2014, la propia Comisión de Investigación de la Unión Africana sobre el Sur de Sudán informó sobre violaciones de derechos humanos «cometidas de manera sistemática y en la mayoría de los casos con extrema brutalidad». La comisión, en octubre de 2014, pidió expresamente «un mecanismo legal bajo la égida de la Unión Africana apoyada por la comunidad internacional, en particular las Naciones Unidas, para que los que tienen la mayor responsabilidad al más alto nivel rindan cuentas”.
En los acuerdos de paz de Agosto de 2015 y Septiembre de 2018, los partidos de Sudán del Sur, la Unión Africana y los países regionales han acordado dos veces, han prometido dos veces y dos veces «garantizado» establecer una comisión de la verdad, un tribunal híbrido y una autoridad de reparaciones. Lamentablemente, ninguna de estas instituciones existe. Después de un breve período de progreso en papel sobre la corte híbrida a mediados de 2017, la corte no está hoy más cerca de ser realidad.
Ken Scott
Fuente: Sudan Tribune
[Fundación Sur]
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