Somalia: señores de la guerra, islamistas y crimen organizado

27/11/2009 | Crónicas y reportajes

Me senté cerca de la vela en la alfombra con las piernas cruzadas y con una brújula, esperando al pitido de la tetera, escuchando a Mohamed Moghe cantar en mi cabeza, haciendo que la aguja de la brújula temblase con el control de la mente, mirando la furia de los fuegos artificiales dentro de mi cerebro y las sirenas gimiendo en la distancia.

Mientras, con su radiocasete portátil, mi vecino deliró gritando un sermón sobre el cielo y el infierno de fuego.

Estaba pensando en los absurdos de la vida cuando a miles de kilómetros de mí, bajo las montañas de Suiza, donde físicos hechizaban la partícula de Dios, en una ráfaga de humo azul y aturdimiento el Large Hadron Collider cobró vida, haciendo un agujero a través de la tela del tiempo, apagando la llama de la vela, poniendo la alfombra y la brújula debajo de mi trasero y abriendo una puerta vibrante en el calendario en la pared, el último trimestre del año 2009, como un rayo de luz, dos décadas en el futuro, me lleva hasta el año 2029.

De todos los lugares a los que he podido ir, por razones que no puedo predecir, el azar me llevó ese día a La Haya, a las puertas del Tribunal Internacional, donde miles de somalíes se reunieron para exigir una pena más dura para los hombres que estaban en periodo de prueba ese día.

Al aterrizar en esta multitud, inmediatamente atraje la atención debido a mi peinado desfasado, obviamente veinte años atrás en el tiempo, pero fui tomado guay de estilo retro con pantalón de cintura baja.

Entonces pregunté qué estaba pasando, todos se rieron de mí, preguntándose quién era yo…, ahora, siendo esto los Países Bajos, deben estar pensando que estoy colocado.

Protesté, les dije que hacía ¡20 años que no fumaba! Que sólo era un viajero en el tiempo que venía del año 2009, y que con la carencia que sufría de todos esos años, necesitaba alguna información rápida.

Cuando oyeron lo que dije, cuchichearon entre ellos: “ja, ja, ja… ¿información rápida? Lo que necesita es medicación rápida…”. Casi todos los somalíes que estaban en La Haya ese día, en el año 2029, no hablaban un somalí que pudieses entender, pero encontré una aficionada a la historia que tras hacerme preguntas sobre el 2009, concluyó que podía ser una historia auténtica y me contó lo que se estaba intentando, diciendo que hubo crímenes contra la humanidad, cometidos en Somalia durante muchos años de luchas protagonizadas por líderes militares, islamistas y el crimen organizado.

Siguió hablándome sobre lo que pasó en Koyama, una isla justo al sur de Kismayo, donde en el año 1999 una noche, a bordo de un yate, en ese océano azul, tuvo lugar una reunión secreta y señores de la guerra, islamistas y del crimen organizado tramaron una conspiración horrible contra los más jóvenes de Somalia. Esa noche, ocultos en la oscuridad, desde todos los rincones de Somalia llegaron en avión señores de la guerra e islamistas a montones.

Los llevaron a bordo de un yate lujoso, amarrado cerca de la isla, donde se reunieron con hombres que pertenecían al crimen organizado, que comerciaban con órganos humanos.

La justificación para este comercio infame, fue posteriormente justificada por una turbia laguna religiosa, que permitía, en tiempos de la Jihad, la monetización de los sacrificios de los mártires.

La chica en La Haya de 2029 me enseñó un video en hologramas, que en ese momento se había reproducido en todo el mundo, sobre la escena de un tiroteo en Mogadishu, donde un francotirador le pegó un tiro en la cabeza a un joven que no sabía que sus órganos ya habían sido vendidos y ahora pertenecían a otra persona, pero le habían hecho un lavado de cerebro para que creyera que estaba luchando por una causa sagrada. Echaron su cadáver en una caja con hielo y luego fue llevado por hombres de barba, con sombreros de una falsa Media Luna Roja, a un barco en la costa de Mogadiscio, donde, en las mesas de operaciones, los clientes esperaban sus nuevos órganos.

Después de haberle quitado los órganos, sus restos destripados volvieron a la tierra, ahora con una sonrisa helada estampada en su cara, luego lo llevaron al depósito de cadáveres de la ciudad, pero no antes de hacerlo volar con una granada y entonces dar el motivo de su muerte, el resultado de un trauma causado por una explosión de artillería.

Este asunto espantoso continuó durante años, en efecto una buena obra orquestada en la mente de los más jóvenes de Somalia, quienes se han convertido en un montón de ganado para los señores de la guerra y los islamistas, quienes los organizan por tipos de sangre, los acorralan en campos militares, dándoles comida y medicinas para mantenerlos en buenas condiciones y gordos, listos para la demanda de su sacrificio.

Esto era un magnífico teatro de alusiones donde escaramuzas mortíferas fueron organizadas en las calles de Mogadishu y los seleccionados siempre morían con disparos limpios en su cabeza, pero luego eran enterrados destrozados en mil pedazos.

Le pregunté el nombre de los hombres que fueron a juicio en La Haya, pero ella me dijo no lo podía decir por miedo a interferir en el caso y me sugirió que primero viajara más lejos en el tiempo hacia el futuro y me enterase de sus nombres de ese modo, y luego regresara en el tiempo de nuevo, hasta antes de que ni siquiera hubieran nacido y hacer algo para cambiar el curso de la vida de sus abuelas.

Ese día, el cielo de La Haya estaba lleno de gente volando en parapentes de colores y de motor silencioso que funcionaban con batería, tan legítimo aquí como llevar una moto, para volar sobre una granja de tulipanes o cualquier otro sito bonito de los Países Bajos.

Estábamos a punto de entrar en una cafetería cuando escuché el pitido de la tetera retumbando en todo el mundo y vi de nuevo la puerta vibrante, pero antes de entrar para volver a casa al año 2009, me acordé de que no sabía su nombre, que ella dijo que era Idil, y entonces añadió:

Esta es la época de Spinoza y Ayaan Hersi, ella también es una autora, en su tiempo, de un libro con título y contenidos que pueden que no sea adecuado para mentes sensibles del año 2009.

Esa canción M Moghe todavía suena en mi cabeza, los fuegos artificiales aún en marcha dentro de mi cerebro, mientras estaba sentado con las piernas cruzadas en una alfombra vieja con una brújula.

Por: Dayib Atto

Esta hostiroa es ficción, todo parecido con personas, lugares o cosas reales, es pura coincidencia.

Publicado en Garowe Online, Somalia, el 26 de octubre de 2009.

Traducido por Pilar Maroto, alumna de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid Traducción /Interpretación, colaboradora en la traducción de algunos artículos.

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