SOMALIA: Rambo y Robin Hood en uno

27/04/2009 | Crónicas y reportajes

“No somos más que simples pescadores que se ganan la vida con esfuerzo”, insiste Ahmed Abdallah Mussa, de 26 años, para intentar parecer inocente…sin éxito.

Tanto él como otros 21 presuntos piratas somalíes, capturados por marinos rusos e indios durante en el curso de los últimos cinco meses y posteriormente entregados a las autoridades de Yemen, ahora comparten celda con ladrones y asesinos de la abarrotada prisión central de Adén.

Es obvio que estos piratas somalíes se sienten superiores a ellos puesto que se ven a sí mismos como una mezcla de Rambo y Robin Hood al mismo tiempo.

No se sienten culpables. Al contrario, la reciente confrontación con la Marina estadounidense reforzó su convicción de que estaban luchando a favor de los empobrecidos somalíes y contra grandes potencias cuyos barcos pesqueros habían esquilmado las aguas de Somalia.

La Marina de la India encontró armas de fuego y lanzagranadas a bordo del barco pesquero de Yemen que secuestraron, presuntamente, Mussa y otros once cómplices somalíes.

“Los necesitamos para defendernos”, afirma Ahmed Qilawi, de 19 años. Con su risa descarada y sus marcas de acné, a Qilawi le costó hacerse pasar por un pescador. Parece que sabía mucho más de armas que de redes de pesca.

“Cuando encuentras un barco con kalashnikovs, lanzagranadas y escaleras con imanes, es evidente que sus ocupantes son piratas”, apuntó Hussein Haji Mahmud, que, durante más de veinte años ha ostentado el título de vicecónsul de Somalia, un país devastado por la guerra civil, en Adén.

Irradiando seguridad en sí mismo “Los lanzagranadas no se utilizan para defenderse, sino para atacar”, afirmó. “Y las escaleras con imanes que se pegan a los cascos de los barcos se necesitan para abordar uno”.

Mahmud ha visitado a los encarcelados somalíes en Adén. “Algunos son neófitos pero otros probablemente se unieron a los piratas hace bastante tiempo”, conjetura.

Mahmud comentó que uno de los encarcelados más jóvenes, irradiando seguridad, le contó que en su casa, en la región pirata de Puntland, en la costa norte de Somalia, poseía tres todoterrenos y varios microbuses que ha alquilado.

“Si me deja su móvil”, le dijo el supuesto pirata al vicecónsul, “llamaré a un contacto que está allí para que me envíe 300 dólares para que yo no tenga que comer judías y pan tres veces al día, eso es lo que le damos a los animales en casa”.

Mahmud dice que le dejó el móvil y que, desde entonces, de vez en cuando un carcelero le lleva un plato de carne que proviene directamente de uno de los numerosos restaurantes cercanos a los muros de la prisión, que están llenas de añicos verdes de vidrio.

El vicecónsul envió hace unas semanas a un hombre de confianza a la prisión de la ciudad yemení de Mukalla, donde estaban encarcelados once presuntos piratas somalíes. “La tripulación de un buque de guerra alemán entregó a cuatro de ellos mientras los daneses lo hicieron con los demás”, informó.

Elevados costes de rescate

Mahmud no conoce en profundidad las circunstancias de su detención. Pero es un hombre muy aplicado: escribe los nombres de los presos en una libreta marrón y asimismo actualiza todos los días el número de barcos extranjeros secuestrados por piratas cerca de las costas somalíes. El número actual es 27, con un total de 267 personas a bordo.

Considera que el modo como los navíos rusos, indios, franceses y estadounidenses se han enfrentado a los piratas es el correcto. A esto añadió que Alemania y otros países europeos no han sido lo suficientemente duros en su respuesta.

“Lo peor de todo son las cantidades elevadas que se pagan por el rescate, lo que alienta a los piratas”, declaró.

Loft al-Barati, responsable de los guardacostas de Adén comparte esta opinión. “La presión ejercida sobre los piratas debe aumentar”, dijo. “Es la única manera de controlar el asunto”.

“A la larga”, continúa al-Barati, “necesitamos un gobierno fuerte en Somalia. Si esto no ocurre, esta pesadilla nunca terminará”. Declaró que los ataques recientes frente a las costas de Kenya y en el Océano Índico demuestran que los piratas están buscando nuevos “espacios pesqueros” puesto que continuar operando en los antiguos se ha vuelto muy arriesgado.

La pantalla del ordenador de la oficina de al-Barati mostraba el cadáver de un refugiado somalí que había llegado a la costa de Adén.

Acción contundente

El joven no sobrevivió al peligroso viaje a Yemen en un barco que se empleaba para el tráfico ilegal de personas. “Me gustaría haber sido un pirata”, se puede leer en un bocadillo que sale de la boca del cadáver.

A al-Barati le gustan las declaraciones tajantes. Y también aboga por acciones contundentes contra la piratería, que pone en peligro el sustento de muchas personas en Adén puesto que viven, directa o indirectamente, de los barcos extranjeros que atracan en el puerto.

Estas consideraciones no significan nada para los jóvenes somalíes que se encuentran en la cárcel central de Adén. Provienen de Puntland, donde los piratas tienen armas y medios más modernos que los de la policía.

“Todos los habitantes de Yemen llevan consigo un puñal y una de cada dos personas posee una pistola. Así que, ¿por qué deberían prohibir que llevemos armas a bordo?”, preguntó Qilawi, el más joven de los presuntos piratas somalíes.

“En cierto sentido me compadezco de estos jóvenes”, señaló Mahmud. “Están sentados en una celda, mientras sus madres y esposas me lloran al teléfono, mientras que los cerebros de las operaciones se construyen casonas en Canadá, se hospedan en hoteles de cinco estrellas y viajan por todo el mundo con pasaportes europeos.”

(News 24, Suráfrica, 17-04-09)

Traducido por Laura Betancort, alumna de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid Traducción /Interpretación, colaboradora en la traducción de algunos artículos.

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