Si las paredes pudieran hablar…

28/01/2022 | Opinión


Los nombres de las calles son armas políticas. Producen recuerdos, apego e intimidad. Todo mientras a menudo, a escondidas, distorsionan la historia.

El 18 de junio de 1940, es bien conocido en toda la Francofonía, es la fecha del famoso discurso de Charles de Gaulle llamando a la resistencia contra la ocupación de Francia por parte de la Alemania nazi y su aliado, el régimen de Vichy. El entonces gobernador de Chad, Felix Eboué, fue uno de los primeros líderes políticos en apoyar a De Gaulle; proclamó su apoyo desde Brazzaville, la capital de “Francia Libre” entre 1940 y 1943. Hasta el día de hoy, en Dakar y Bamako, como en todas las ciudades de la metrópoli, el nombre de, al menos, una calle hace referencia al evento. Por otro lado, ¿quién recuerda la mordaz acusación de Lamine Senghor al colonialismo francés que instó a “destruir y reemplazar por la unión de pueblos libres”, antes de la Liga contra el Imperialismo en Bruselas el 11 de febrero de 1927? Dos discursos públicos llamando a la resistencia a los sometidos: uno exhibido con orgullo en todo el imperio, el otro relegado al olvido.

Movimientos recientes como Rhodes Must Fall, Faidherbe Must Fall y Black Lives Matter nos han obligado a todos a enfrentar la naturaleza política de los odónimos (nombres que identifican a nombres dados a vías o edificios de comunicación pública), portadores de una memoria seleccionada y selectiva. Si una calle, una plaza, un puente, una estación de tren o una universidad lleva con orgullo un nombre es porque alguien así lo decidió. En Senegal, el historiador Khadim Ndiaye insiste en que “fue cuando el poder de las cañoneras derrotó a todos los combatientes de la resistencia que se erigió la estatua de Faidherbe en medio de Saint-Louis en señal de regocijo”. Añade que “Lat Dior fue asesinado en 1886 y la estatua fue inaugurada el 20 de marzo de 1887 para mostrar la grandeza de la metrópoli”.

Vivir en Edward Colston Street, Léopold II Avenue o Jean-Baptiste Colbert Boulevard es adoptar, a través del tiempo, una identidad geográfica basada en ese bien definido nombre. Uno va acostumbrándose a su sonido, que va tomando vida propia; generando escenas de interminables discusiones en torno al té, de atascos en el camino del trabajo a casa, de regateo con el tendero del barrio. Todo, desde la panadería, la farmacia y la comisaría hasta el hotel, el cajero automático y la gasolinera, tiene su sombra. Un nombre que produce recuerdos, apego, intimidad, todo mientras borra furtivamente su historia de fondo. ¿Rhodes? ¡Ah, mis años de universidad! ¿Pike? ¡Qué buenos momentos pasamos alrededor de esa estatua! ¿Colón? ¡Qué hermoso parque tenía esa plaza!

nairobi_kenia_ciudad_calle_cc0.jpgLos odónimos tienen el poder no solo de negar la historia sino también de distorsionar la memoria. El 8 de mayo de 1945 es sinónimo tanto de liberación como de matanza. En Europa la fecha marca la rendición de Alemania y la victoria de las potencias aliadas. En Argelia, por haberse atrevido a exigir su liberación del yugo colonial durante el desfile que celebraba el fin de la guerra, miles (probablemente decenas de miles) de argelinos fueron asesinados en las ciudades de Sétif, Guelma y Kherrata. Dos recuerdos se enfrentan entre la parada de autobús del 8 de mayo de 1945 en París o la plaza del 8 de mayo de 1945 en Lyon por un lado, y el aeropuerto del 8 de mayo de 1945 en Sétif o la universidad del 8 de mayo de 1945 en Guelma por el otro. Además, la “liberación” conmemorada a través de la avenida que bordea el puerto de Dakar celebra la de Francia en 1944-1945, no la de Senegal. Esta “liberación” se produjo cuando el país era todavía una colonia, sus niños sujetos al Code de l’indigénat (Código Nativo), y sus soldados —en el campo de Thiaroye, el 1 de diciembre de 1944— fríamente ejecutados por centenares por exigir su compensación por luchar en el ejército francés.

Como argumenta el sociólogo Alioune Sall Paloma, “nombrar es un acto de poder”. Así, los funcionarios pueden también utilizar odónimos para apoderarse de legitimidad histórica sobre una figura o evento popular. A pesar de haber sido atacado a lo largo de su vida, todos en Senegal ahora parecen erigir al polifacético pensador Cheikh Anta Diop como una incuestionable referencia. Entonces, ¿cómo es que la universidad más grande del país, que casualmente lleva su nombre, en una avenida que lleva su nombre, que ahora también alberga una estatua de él, no enseña su trabajo innovador? O que, en febrero de 2020 cinco escuelas secundarias del país fueron renombradas en honor a los autores Aminata Sow Fall y Cheikh Hamidou Kane, el cineasta Ousmane Sembène, el escultor Ousmane Sow y el líder revolucionario Amath Dansokho, todo mientras los artistas apenas logran sobrevivir de su trabajo y los principios políticos que defendieron éstos, cuyos nombres honran las escuelas superiores, son hoy sistemáticamente despreciados?

Hay también mucho que decir sobre la obsesión de muchos jefes de Estado por “pasar a la historia”. En Camerún, el estadio de fútbol más grande del país, construido para la Copa Africana de Naciones de 2021, honra al actual presidente vitalicio Paul Biya. En Costa de Marfil, después de solo dos años en el cargo, Alassane Ouattara dio su nombre a la universidad de Bouaké. En Senegal, bajo el impulso de su hermano, involucrado también en política y en el centro de un multimillonario escandalo petrolero en 2019, el presidente Macky Sall tiene ahora una escuela de estudios superiores que lleva su nombre en un suburbio de la capital.

La descolonización, un término cada vez más abusado y despojado de su significado, supone la conservación y promoción del multidimensional patrimonio de África. El patrimonio material se descoloniza mediante, en particular, la rehabilitación de sitios y edificios emblemáticos y la restitución de su patrimonio cultural atrapado en museos occidentales. Descolonizar el patrimonio inmaterial requiere la repatriación de los archivos audiovisuales incautados por fondos extranjeros y una profunda refundación de los odónimos. Finalmente, el patrimonio humano se descoloniza mediante el apoyo concreto a artistas y jóvenes almas creativas, para que nadie pueda afirmar, cuando sea demasiado tarde: “Hicieron lo mejor que pudieron, a pesar de los obstáculos. Si tan solo los hubiéramos elevado durante su vida”.

Florian Bobin

* Adaptado de Pour une valorisation du patrimoine national en Afrique. (Seneplus).

Fuente: Africa is a Country

[Traducción, Jesús Eseibarlanda]

[CIDAF-UCM]


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