Los seres humanos somos por naturaleza personas sociales, dotadas de dignidad, inteligencia, libertad y voluntad para desarrollar todos los dones recibidos y compartirlos con los demás. Aprendemos a vivir y a relacionarnos con los demás y con la naturaleza, en respeto mutuo y responsabilidad. Nos necesitamos para ser humanos, vivir felices y hacer felices a los demás. Vivimos felices cuando somos libres y solidarios.
En las personas, como en los campos, encontramos sobre todo buen trigo, pero también cizaña. Gozamos con tantas personas que comparten bondad, responsabilidad y paz con los demás. Nos indignan las actitudes compulsivas de poder, los comportamientos fundamentalistas y los grupos radicalizados que persiguen imponer sus ideologías, controlar el poder y los recursos, aunque causen persecución y muerte.
No importa tanto la raza, el género, el color, la edad, la educación, afiliación o la profesión de las personas, como su dignidad y madurez humana, juicio equilibrado y empatía por los demás. Toda persona contaminada por el fanatismo, de cualquier tipo que sea, está configurada para sembrar odio, violencia y sufrimiento. No se trata de juzgar a nadie con actitudes y comportamientos fundamentalistas, sino de identificar las raíces profundas del odio, de la persecución y de la violencia. Aunque vemos personas con comportamientos fanáticos, egoístas y crueles, no conocemos su historia. Lo que sí sabemos es que las personas libres y solidarias son las que han experimentado el ser queridas y han sabido cuidarse de los demás.
Los dictadores poderosos del mundo causan actualmente genocidios con relativa impunidad. Existen líderes fanáticos que, sin escuchar a nadie, imponen por la fuerza sus programas políticos, económicos, religiosos y militares.
Las guerras son siempre el fracaso de los pueblos. Hoy día podemos ver a millones de personas que sufren y son desplazadas por las guerras, en Yemen, Irak, Somalia, Sudan de Sur, Etiopía, RDC (Kivu), Malí, Ucrania, Afganistán, Israel- Palestina, etc.
En la actualidad, más de 360 millones de cristianos son perseguidos en el mundo. El estudio de “Open Doors” advierte que en 2022 se registraron los niveles más altos de persecución en 29 años y revela que cada vez más creyentes son obligados a huir de sus hogares. Afganistán y Corea del Norte son los países más peligrosos para profesar la fe. La cifra de creyentes perseguidos aumentó en 20 millones respecto al año 2020.
Pero también se atenta contra otra libertad básica, la de expresión, con la violencia ejercida sobre los profesionales del periodismo. Algunos países siguen llevando la palma de la represión: China, Turquía, Rusia, Israel, Ruanda, Uganda, Etiopía, etc., aunque no es fácil tener datos firmes de numerosos países. Conocemos a numerosos opositores políticos que han dado su vida por los demás, en África y en otros continentes.
Los grupos particularmente fanáticos y violentos, son los estados y grupos yihadistas, como Afganistán, el estado islámico, y los países que fomentan las numerosas células yihadistas: Boko Haram, Al Qaeda Magreb, y las que pululan en toda África subsahariana.
Las mafias y los traficantes de personas, armas, drogas, y hasta de animales exóticos, son probablemente los que esclavizan y abusan del mayor número de personas en todo el mundo, financiados secretamente por poderosos traficantes y hasta gobiernos.
Las nuevas esclavitudes de personas indefensas y marginadas, particularmente en África, delatan a toda nuestra sociedad y gobernantes, por ser la humanidad que cuenta con más recursos, de la historia, pero que esclaviza a la mayor parte de la familia humana y que más destruye la naturaleza.
Volviendo al principio, seremos las personas más libres y solidarias, que somos la gran mayoría, las que podemos y debemos transformar estas esclavitudes que nos quieren imponer algunos fanáticos, cooperando juntos para generar un desarrollo integral y sostenible para todos los pueblos de África y del Planeta.
[CIDAF-UCM]