Los refugiados sudaneses en Uganda están recurriendo a medidas cada vez más desesperadas para mantenerse a sí mismos y a sus familias después de las drásticas reducciones en la ayuda humanitaria, mientras los ejércitos solo piensan en la guerra civil y en sus intereses. Sin embargo, los peores efectos de estos recortes aún no se han visto a medida que las redes tejidas por los refugiados ceden bajo la presión de llenar los vacíos dejados por las ONG.
Las políticas de fronteras abiertas y el modelo de autosuficiencia de los refugiados de Uganda se han ganado el reconocimiento internacional, pero un aumento en el número de refugiados y los importantes recortes en la financiación humanitaria están llevando al límite los esfuerzos de respuesta del país. Los presupuestos de ayuda cada vez más reducidos, significan que muchos de los 1,5 millones de refugiados en el país –una de las mayores naciones de acogida de refugiados del mundo– reciben ahora menos del 40 % de sus raciones básicas de supervivencia, mientras que otros reciben menos o nada en absoluto.
A medida que se recortan los fondos humanitarios, los refugiados en Uganda, como en otras partes del mundo, se vuelven cada vez más dependientes de sus redes sociales locales y transnacionales para recibir apoyo. Las políticas y prácticas humanitarias a menudo no reconocen la fragilidad de la asistencia brindada a través de las redes sociales de los refugiados, lo que significa que se oculta el verdadero alcance de su vulnerabilidad y se subestiman las consecuencias de los recortes de fondos.
La terrible situación en los asentamientos de refugiados y el riesgo de daños a largo plazo subrayan la necesidad de que los gobiernos regionales y los donantes internacionales reevalúen el apoyo que están brindando para garantizar una vida más digna a los millones de refugiados.
Este enfoque basado en las necesidades implica ubicar a los refugiados en diferentes grupos de vulnerabilidad que luego les dan derecho a diferentes cantidades de ayuda. Sin embargo, las categorías que se han asignado a los refugiados –la mayoría de los cuales han escapado de los conflictos en la República Democrática del Congo y Sudán del Sur– a menudo no se alinean con sus necesidades reales o su nivel de vulnerabilidad.
Los recortes y la nueva priorización han provocado ansiedad, miedo e incertidumbre entre los refugiados, y el gobierno de Uganda ha amenazado con cerrar sus puertas a nuevos refugiados si no llega más financiación.
Las agencias de noticias nos informan sobre el aumento de las estrategias negativas para afrontar la situación, incluido el matrimonio infantil y la prostitución entre los refugiados, y un aumento significativo de los niveles de suicidio, que se ha atribuido a la falta de necesidades básicas en los asentamientos de refugiados.
La situación inhumana de la mayoría de los refugiados, sean de Gaza, Ucrania o Sudán, nos deberían alertar sobre la urgencia de sanar las causas de raíz de estas tragedias humanas que estamos provocando los gobiernos y los humanos.
Lo bueno es que los medios y recursos necesarios para solucionar estas crueldades humanas están a nuestro alcance, en cada país y gobierno del mundo. Solo necesitamos voluntad y compromiso compartido.
Lázaro Bustince
CIDAF-UCM