¿Se ha hecho justicia por los crímenes de guerra de Sierra Leona?

10/11/2009 | Opinión

Al comenzar esta semana los condenados por crímenes de guerra en Sierra Leona a cumplir sus condenas en Ruanda, el periodista de la BBC Umaru Fofana hace resumen de la actuación del Tribunal Especial para Sierra Leona, que ha terminado sus trabajos en Freetown.

Kadiatu, a la que los rebeldes amputaron una de sus piernas en enero de 1999, estaba sentada en su silla de ruedas en su refugio improvisado en Grafton, a las afueras de la capital, Freetown, el día en que el Tribunal Especial para Sierra Leona dictó sentencia para los rebeldes del Frente Revolucionario Unido. De los miles de personas que se estima que vieron sus brazos y piernas amputados durante la brutal guerra civil del país, sólo Jabaty Mambu estaba en el recinto del Tribunal la semana pasada.

Estaba entusiasmado – fue la última actividad del Tribunal en suelo sierraleonés. «Estoy feliz de que finalmente se haya hecho justicia «, dijo a la BBC. «Siento como si mi mano derecha, que fue cortada hace unos 10 años, hubiera sido reemplazada». Sin embargo a Kadiatu, como a muchos de sus compañeros víctimas de la guerra, no podría haberle importado menos.

Desprecio

Para ellos, la supervivencia diaria «que no ha sido abordada por el mundo o por nuestro gobierno» es lo que realmente les importa. La mayoría de ellos mendigan en las calles para alimentarse. La sociedad los desprecia. Han sido utilizados como una atracción turística, pero ellos se quejan de que no han recibido suficiente apoyo para ayudarles a reconstruir sus vidas desde que los 11 años de guerra terminaron oficialmente en 2002.

Es justo decir que la Unidad de sensibilización del Tribunal Especial hizo lo que pudo, mientras que los juicios duraron, para que la gente sintiera y viera que se hacía justicia. Pero las víctimas de la guerra luchan por alimentar o educar a sus hijos, los muchos millones de dólares que se ha dedicado a hacer justicia podrían haber sido gastados mejor.

Este es el dilema que el Tribunal apoyado por Naciones Unidas ha tenido que lidiar desde su creación en 2002. Muchos se preguntan sobre la utilidad del Tribunal cuando el líder del FRU Foday Sankoh no fue juzgado al morir cuando se encontraba bajo la custodia del Tribunal en 2003.

Alto a la Megalomanía

Pero, para Binta Mansaray, la sierraleonesa que trabaja como secretaria interina del Tribunal, el dinero ha valido la pena. Ella dice que la cantidad de dinero gastada en el Tribunal no se puede comparar con las vidas y los recursos que se habrían perdido si la guerra hubiera continuado.

El Tribunal Especial encausó a 13 personas, entre ellas al entonces presidente liberiano Charles Taylor. Los demás procesados procedían del FRU, la Junta militar de las Fuerzas Armadas Revolucionarias que gobernó el país durante nueve meses en 1997 y 1998, y del grupo pro-gubernamental de la milicia civil conocido como los kamajors.

Sin embargo, sólo nueve fueron condenados después de la muerte, también en prisión preventiva, del ex Viceministro de Defensa y líder de los kamajors, Sam Hinga Norman, y la muerte en Liberia del famoso comandante rebelde, Sam Bockarie, alias Mosquito.

Para un tribunal que no dicta penas de cadena perpetua, la Cámara de Apelaciones confirmó las muy duras penas de cárcel impuestas a la mayoría de los hombres de las tres facciones.

Simpatía hacia los rebeldes

Issa Sesay, que fue persuadido por los líderes de África Occidental para dirigir el Frente Revolucionario Unido tras Sankoh y así poner fin a la guerra, tiene que cumplir 52 años en prisión. Otros dos comandantes rebeldes, Morris Kallon y Augustine Gbao, tienen que cumplir 40 y 25 años respectivamente.

Aunque el FRU provocó una guerra que costó la vida a unas 200.000 personas y provocó el desplazamiento de cientos de miles, hay cierta simpatía por su anterior líder provisional. Sesay fue víctima de una guerra desencadenada por la injusticia, la pobreza y la desilusión y fue engañado para volver las filas del Frente Revolucionario Unido, después de haber abandonado el país y vivir en Costa de Marfil.

Cuando fue nombrado jefe del movimiento rebelde, al que había dado su niñez, puso todo su empeño en poner fin a la guerra como así lo admitió, incluso, el ex presidente Ahmad Tejan Kabbah. Sankoh no parecía querer poner fin a la guerra. No una, sino dos veces, no cumplió con los acuerdos de paz.

En varias ocasiones volé en el mismo helicóptero con él, atravesado el país para convencer a sus combatientes de deponer las armas. En la ciudad rica en diamantes de Tongo, les dijo que depusieran sus armas.

Cambio

Para un hombre que rara vez sonreía, se reía como si fuera una audición para anunciar pasta de dientes. Pero después de esa reunión al aire libre, me dijo que quería reunirse con sus hombres en privado. De alguna manera me las arreglé para escuchar mientras él hacía un giro de 360 grados y advertía a sus hombres contra el desarme. Él no era fiable. Su megalomanía, combinada con lo que muchos creían que era la esquizofrenia, molesto a los líderes de África Occidental.

A diferencia de Sankoh, Sesay fue manso y casi servil. Tal era su carácter respetuoso que uno se preguntaba si era capaz de conducir a aquellos hombres a cometer las atrocidades por las que ha sido condenado.

Después de una reunión en su territorio rebelde con líderes de África Occidental como Olusegun Obasanjo de Nigeria y Alpha Omar Konaré, de Malí, Sesay se acercó a mí. Quería garantías de que no sería enjuiciado si ayudaba a poner fin a la guerra.

«No puedo decir nada», dije. «Yo sólo soy un periodista». Parecía inseguro, pero decidido a devolver la paz al país.

La semana pasada, mientras estaba sentado en el banquillo, había una gruesa pantalla de protección entre nosotros, Sesay me miró antes de agachar la cabeza – probablemente, pensando en las garantías que una vez me pedían.

¿Lección aprendida?

Anteriormente, la Cámara de Apelaciones había condenado al iniciador jefe y sacerdote de los kamajors, Alie Kondewa y al secretario de la guerra Moinina Fofana, que tienen que cumplir 20 y 15 años respectivamente. Sus penas de prisión, relativamente indulgentes, apenas han sorprendido a nadie aquí, debido al papel que desempeñaron en la resistencia contra los rebeldes.

Con la desaparición y presunta muerte del comandante Johnny Paul Koroma, ex líder del Consejo de Gobierno de la Junta militar de de las Fuerzas Armadas, tres miembros de la Junta han sido condenados a largas penas de cárcel. Alex Tamba Brima, Brima Bazzy Kamara y Santigie Borbor Kanu, han de servir 50, 45 y 50 años tras las rejas.

Lo que queda ahora es el juicio de Taylor, que se está llevando a cabo en La Haya, donde tuvo que ser trasladado por razones de seguridad. Mientras que los otros ocho hombres van a cumplir sus penas de cárcel en Ruanda, Taylor, si es declarado culpable, será alojado en una cárcel británica.

Si bien muchos creen que los juicios servirán como elemento disuasorio para los señores de la guerra en el futuro, otros se preguntan por qué no han servido como elemento disuasorio continental a Darfur, Somalia y Zimbabue.

SENTENCIAS POR CRIMENES DE GUERRA AFRC:

Johnny Paul Koroma – desaparecido, presumiblemente muerto.

Alex Tamba Brima – 50 años.

Brima Bazzy Kamara – 45 años.

Santigie Borbor Kanu – 50 años.

Kamajors:

Sam Hinga Norman – muerto en custodia.

Alie Kondewa – 20 años.

Moinina Fofana – 15 años.

FRU:

Foday Sankoh – muerto en custodia.

Sam Bockarie – murió antes de ser capturado.

Issa Sesay – 52 años.

Morris Kallon – 40 años.

Augustine Gbao – 25 años.

Publicado en el portal web Sierra Eye. Fuente original: news.bbc.co.uk.

Traducción: Chema Caballero.

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